Los retos de futuro del comercio justo

Salvador López Arnal | El Viejo Topo

Este nuevo ensayo de la colección de Icaria “Más Madera” está centrado en temas, con aristas polémicas, que son base y fundamento de movimientos sociales y ciudadanos de importancia creciente.

¿Adónde va el comercio justo? puede interpretarse como un intento de disolución de una paradoja: Nestlé, Dole, Mc Donalds, afirman que tienen productos de comercio justo; Carrefour, Alcampo y otras grandes superficies celebran semanas de comercio justo, y todo ello con certificaciones FLO, impulsadas por el sector mayoritario de la coordinadora movimiento. Pero, por otra parte, ¿no son esas corporaciones los enemigos más decididos contra cualquier concepción razonable de la equidad en el comercio?

El objetivo de ¿Adónde va el comercio justo? Modelos y experiencias (que acaso sin pretenderlo puede leerse como una detallada respuesta a un trabajo de Albert Recio -“Consumo responsable: una reflexión crítica”-publicado en el número 99 de mientras tanto) es profundizar en el debate sobre la situación del movimiento, dando cuenta de los retos a los que se enfrenta y los debates más importantes que han surgido en su seno: opciones de certificación y certificación de productos, venta en productos grandes superficies, responsabilidad social corporativa, política de alianzas, criterios de distribución.

El ensayo coordinado por Montagut y Vivas está estructurado en cuatro apartados, con diez breves artículos escritos por activistas del movimiento. El primer apartado, en el que centraremos nuestra reseña, da cuenta de las demandas del “comercio justo” en España. El segundo presenta las características del modelo de comercio justo defendido por los autores. El tercero presenta cuatro experiencias: Espanica (España), Andines (Francia), UNORCA (México) y Corporación Talleres (Ecuador). En la última sección se analizan las perspectivas de futuro que afronta el movimiento y en apéndice se ofrece la declaración de mayo de 2006 del “Espacio por un Comercio Justo”, una coordinadora de diecisiete organizaciones que se autodefine por su apoyo a las luchas de las organizaciones campesinas por la defensa de sus cultivos y formas tradicionales de producción o por su concepción del comercio internacional como complemento del local y no como motor descontrolado de desarrollo.

La perspectiva en la que se sitúan los autores que colaboran en el volumen es explicitada por los coordinadores del ensayo. Se apuesta aquí por un comercio justo que defienda el derecho a la soberanía alimentaria, a la tierra, a las semillas, a producir y consumir libremente, comercio justo no sólo Norte-Sur sino Sur-Sur y Norte-Norte, “un movimiento […] que se opone a aquellos que promueven la globalización neoliberal y que trabaja en alianza con aquellas organizaciones y redes que la combaten” (p. 8), un comercio justo que es definido por “la equidad en los intercambios económicos, [que] engloba a todos los trabajadores implicados en una red (productor, empaquetador, transportista, transformador, comerciantes al mayor y al menor cliente), todos ellos deben decidir sobre su vida económica y vivir correctamente de su trabajo, respetando el equilibrio ecológico, tanto si la red va de norte a sur, de este a oeste o en sentido contrario, de un vecino a otro” (p. 47).

Una polémica decisión de la coordinadora estatal española fue tomada en marzo de 2004: impulsar una iniciativa nacional del sello FLO (Faitrade Labelling Organizations) para certificar los productos de comercio justo con el siguiente resultado: 10 organizaciones votaron a favor, 7 en contra y 3 se abstuvieron. Las organizaciones críticas, que creen que el FLO pone por delante el incremento de las ventas a los principios del movimiento, crearon en febrero de 2006 el “Espacio por un comercio justo”, una coordinadora que “aglutina a unas 30 tiendas del Estado y algunas importadoras y ONG con una visión integral del comercio justo y un discurso crítico con la venta de sus productos en las grandes superficies y la certificación FLO” (p. 16).

Esther Vivas analiza en su contribución los dos grandes polos de referencia en el movimiento: uno, que ella denomina “tradicional y dominante” (TD), “que cuenta con un discurso social y políticamente dominante” (p. 14) –Intermón Oxfam, sería la organización líder de este sector- y otro, el “global y alternativo” (GA), que mantiene una visión integral tanto de la producción como de la distribución y venta final, y que establece alianzas con otros movimientos sociales críticos con la actual globalización de la codicia, si bien, admite Vivas, “cuenta con un visibilidad más reducida” (p. 14). La Xarxa, la red de consumo solidario, sería la mayor de estas organizaciones pequeñas. Vivas dibuja un informado cuadro -no construido asépticamente dado que la autora es parte destacada de su propio objeto de análisis- de las principales diferencias entre una y otra tendencia (págs. 25-26). Cabe citar aquí algunas de las diferencias más acusadas: respecto a la relación con los productores del Sur, TD defiende una perspectiva basada en el “Asistencialismo, transferencia monetaria Norte-Sur, perspectiva cuantitativa”, mientras que el GA mantiene una posición de “alianza estratégica, solidaridad internacionalista, y perspectiva cualitativa”; respecto al comercio internacional, TD apuesta por “la liberación comercial, la apertura de los mercados del Norte a los productos de los países del Sur y por la reforma de la OMC”, mientras que GA defiende la soberanía alimentaria y descalliramiento de la OMC. Respecto a la Responsabilidad Social Corporativa, TD defiende alianzas con el mundo empresarial, como actor de transformación social, mientras que el GA denuncia el marketing empresarial como instrumento de legitimación de prácticas comerciales injustas.

En síntesis, la posición política defendida en el ensayo puede resumirse así: la lucha por un comercio justo no es un combate ilusorio por ganar de forma creciente espacios de mercado sino por construir experiencias alternativas, elementos de resistencia que “para ser eficaces, e incluso para mantenerse, deben combinarse con una lucha general por otro mundo. Nuestro consumo es importante pero no debemos renunciar a nuestra condición de ciudadanos y como tales buscar cambios en la esfera de la política producto de la acción colectiva” (p. 119).

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