De Seattle a la crisis de Wall Street

Una reseña de ‘Resistencias Globales. De Seattle a la crisis de Wall Street’

Clara Tangianu | PAPELES

El tema de la globalización representa desde hace años el centro del debate de la cultura contemporánea. Filósofos, economistas, politólogos, sociólogos han descrito el fenómeno mostrando todo su proceso de evolución y su efecto en la sociedad.

La cuestión es si tenemos que hablar de progreso o si se trata de una nueva forma de esclavitud, la cual esconde detrás de las promesas de bienestar una potente y determinada voluntad de dominación.

Ésta ultima es, desde luego, la posición en la que se mantienen firmes los movimientos antiglobalización y los activistas como Esther Vivas (periodista y colaboradora del Centre d’Estudis sobre Moviments Socials de la Universidat Pompeu Fabra, autora, entre otros, de diversos libros como Del campo a plato, En pie contra la deuda externa, Supermercados, no gracias) y Josep Maria Antentas (profesor de sociología en la Universidad Autònoma de Barcelona y miembro del Centre d’Estudis Sociològics sobre la Vida Quotidiana i el Treball); coeditor de Porto Alegre se mueve), autores del libro Resistencias globales. De Seattle a la crisis de Wall Street.

Los protagonistas del libro son, por un lado, los movimientos de resistencia globales, movimientos que están formados por numerosos grupos de diferentes países, como sindicatos, intelectuales, indigenistas, ecologistas y feministas que rechazan el capitalismo y el modelo neoliberal; mientras que por el otro están el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial (junto con las mayores multinacionales), los omnipresentes rivales de las protestas antiglobalización que se han desarrollado en estas ultimas décadas.

Organizaciones, como nos dice Josep Maria Antentas, que han sido los dos puntales fuertes del proceso de globalización, y cuya función desde el principio ha sido la de forzar la integración de los países del Sur en la economía mundial. El problema es que se trataba de una integración hecha en la medida de los intereses de las grandes multinacionales y del capital transnacional. La más engañosa de las organizaciones pro globalización parece haber sido sin duda alguna la Organización Mundial de Comercio, que se camufló y sigue intentando camuflarse con un velo de democracia, dado que en ella cada estado tiene el mismo peso dentro de los debates, pero finalmente sabemos que los países más importantes tienen mecanismos para imponer su decisión.

Consecuencia de tales “democráticas imposiciones” ha sido el aumento de la deuda externa, de la desocupación y del hambre, la privatización, la desigualdad y el cambio climático.

La globalización de los mercados y de los flujos de capitales se ha dirigido con reglas que han favorecido solamente a algunos países, incrementando su riqueza. A esta situación han contribuido las grandes multinacionales que, en las ultimas décadas, han forzado una bajada de los precios de las materias primas. De esta situación se ha llegado a un repentino empeoramiento de las condiciones de los países en vía de desarrollo: reducción de su disponibilidad de riqueza, depresión de las inversiones, inciertas perspectivas de rédito.

Tampoco se ha tardado mucho en sentir las consecuencias en el medioambiente. El actual sistema de mercado está completamente desinteresado en los costes sociales y ambientales de sus actividades económicas y contribuye a su deterioro. El presente modelo de desarrollo lleva consigo una explotación desmesurada de los recursos, un enorme consumo de energía, una sobreproducción de los desechos y de la contaminación, como nos demuestra el constante empeoramiento de los problemas ambientales –la crisis energética, climática, agrícola, la deforestación, la desertificación-. No nos olvidemos, además, de la exportación de los residuos tóxicos en los países en vía de desarrollo, donde el aumento de las emisiones de las actividades industriales está por encima del nivel de crecimiento económico.

La lucha contra todos estos aspectos es lo que se analiza a lo largo de las 248 páginas de este libro. «Libro que -como nos dicen sus autores- es un compendio de artículos escritos durante estos últimos años sobre los avatares del movimiento antiglobalización y las resistencias globales. Se trata de materiales que fueron publicados en su día en diferentes revistas o periódicos a modo de análisis, balances y crónicas. No buscan ser una compilación exhaustiva que analice todas las movilizaciones internacionales relevantes, pero en su conjunto el libro intenta ofrecer retrospectivamente una panorámica general y un testimonio de lo que ha sido una década de resistencias globales posterior a Seattle. Asimismo, el libro analiza los retos que enfrentan los movimientos sociales hoy en día ante la crisis contemporánea, haciendo balance del pasado inmediato para mirar hacia el futuro».

Viento Sur, El Viejo Topo, Revolta Global, Ecología Política, Diagonal, Illacrua, Público, son las revistas y periódicos que han acogido los artículos que en esta edición de Popular se han juntado.

El libro se abre con una detallada introducción del antes y post Seattle (encuentro que marca de forma determinante a los movimientos antiglobalización), que cede el paso al primer capitulo («EI búnker del dinero») sobre el Foro Económico Mundial en Davos, de 2001, y termina («G8, sin novedades») con la Cumbre del G8 en L’Aquila, en 2009, donde lo que han demostrado los grandes que la presidenciaban ha sido más de lo mismo: «un enésimo compromiso ante la pobreza y el hambre de millones de personas», mientras que frente al cambio climático «tampoco hay novedades en la buena dirección».

Desafortunadamente lo que se puede percibir en la lectura del texto es que más de una vez se han tenido que repetir las mismas luchas, las mismas reivindicaciones, porque, como lamenta Esther Vivas, «lo que hay detrás de las políticas y de las propuestas de los portavoces más representativos del capital son sólo cambios superficiales que permiten apuntalar los cimientos del sistema». Un sistema y un capital frente al cual las políticas de los partidos que monopolizan este ámbito son completamente serviles. Razón por la cual la autora nos aclara la necesidad de ir mas allá de la resistencia social, e intentar crear un «frente político alternativo», que evidentemente no se desvincule de sus principales y reivindicaciones, sino que haga de ellos sus columnas portantes.

De modo que, de la misma manera en la que surge un poco de desánimo ante un panorama que ha ido cambiando muy poco, se va también viendo un movimiento siempre más grande y siempre más fuerte, y también se va alimentando ese sentimiento de satisfacción por no haberse dado y no darse nunca por vencidos.

*Reseña publicada en PAPELES de relaciones ecosociales y cambio global, nº109.

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