¿La alimentación bio puede morir de éxito?

Esther Vivas | Opcions

El consumo de alimentos ecológicos no para de crecer. En Cataluña, la mitad de la población los compra. Un 37% lo hace una vez al mes, un 25% los come cada semana y un 5% los consume cada día, según el Barómetro de Percepción del Consumo de Alimentos Ecológicos 2015. Si lo miramos en perspectiva, las ventas del sector no hacen sino aumentar. Entre 2005 y 2015, se multiplicaron por 8, con el incremento más notable en el último período, entre 2014 y 2015, con un crecimiento del 38%, según el Consell Català de la Producció Agrària Ecològica (CCPAE).

En España, la tendencia apunta también al alza. Un 29% de la población consume productos ecológicos mensualmente, según datos de 2014 del Ministerio de Agricultura. Y el total de su consumo en el año 2015, había aumentado un 24,5% respecto al año anterior, según datos del propio Ministerio. Estas cifras deberían alegrarnos, pero esconden otra realidad: el éxito de la alimentación bio ha hecho que grandes empresas de la industria agroalimentaria hayan visto un nuevo filón de negocio. Si la agricultura ecológica surgió como una alternativa sostenible, saludable y justa ante un modelo secuestrado por el agronegocio y caracterizado por una producción intensiva, homogénea, “adicta” a los pesticidas, deslocalizada, con alimentos kilométricos, trabajo precario y abuso al campesinado; la alimentación bio, en manos de estas multinacionales, podría caer en las mismas malas prácticas, menos en la de utilizar pesticidas tóxicos.­

De un tiempo acá, hemos visto como grandes supermercados (Carrefour, Lidl, Hipercor, Aldi, El Corte Inglés, Alcampo…) han introducido en sus lineales productos ecológicos. Carrefour incluso, el pasado mes de mayo, inauguró un supermercado bio en Madrid, y anunció que abriría más, siguiendo la política de la empresa en su país de origen, Francia. Mientras, El Corte Inglés apuesta por crear supermercados ecológicos dentro de sus establecimientos convencionales, bajo el nombre de La Biosfera. El primero abrió sus puertas a principios de año en la ciudad de Valencia, y posteriormente se han inaugurado otros en Marbella, Palma y Sevilla. Es, en palabras de uno de sus directivos, Juan Carlos Jimena, la “fiebre verde”.

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