“Quieren aprovechar el TTIP para imponer aún más los transgénicos”

Juanjo Basterra | Gara

Esther Vivas, periodista e investigadora en políticas agrícolas, acaba de publicar el libro El negocio de la comida. ¿Quien controla nuestra alimentación?, editado por Icaria, donde desvela el poder sin freno que tiene la agroindustria y que, pese a que hay una sobreproducción de alimentos, una de cada ocho personas pasa hambre en el mundo.

¿Qué quiere transmitir con este nuevo libro?

Aportar luz a las entrañas del sistema agroalimentario. Analizar qué hay detrás de los hilos que mueven la agroindustria y los supermercados. Porque todos compramos comida, pero pocos nos preguntamos qué hay detrás de nuestro consumo. El objetivo es destapar prácticas que a menudo no son tan justas como pensamos.

Pasa como en la economía que hay mucho dinero, pero está en pocas manos.

Exacto. La misma lógica que determina las políticas de salida a la crisis, de la gestión de la educación, la sanidad, la vivienda,  políticas al servicio del capital y del lucro económico, son las que marcan las políticas agroalimentarias y lo que comemos.

¿Cómo puede ser que los alimentos recorran tantos kilómetros para llegar a nuestro plato?

Así como vestimos ropa elaborada en Bangladesh, Filipinas, Nicaragua y Marruecos, comemos productos que vienen de estos países. Porque a las empresas que controlan el sector les interesa más deslocalizar la producción a países del Sur pagando precios de miseria a los jornaleros del campo, a los productores; y a partir de aquí conseguir un precio muy bajo para venderlo aquí a un precio competitivo para ellos. No
importa si detrás de estas practicas hay alimentos kilométricos que dependen del petróleo e injustas relaciones laborales. Todo esta al servicio de unas pocas y muy grandes empresas.

¿Por qué una manzana que llega de Perú es más barata que otra que se produce aquí?

Nos tendríamos que preguntar porqué el precio de la fruta, la verdura y determinados productos del supermercado son tan baratos. Tienen costes ocultos. Si un alimento viaja miles de kilómetros del campo al plato genera gases de efecto invernadero y cambio climático. O la producción que se basa en la explotación laboral, tiene un coste en las trabajadores en origen. Si es un producto elaborado con altas dosis de agrotóxicos, fitosanitarios, si es un producto de poca calidad, tendrá un impacto negativo en mi salud. Todo esto, ¿quién lo paga? A menudo pensamos que compramos barato, pero estamos comprando muy caro.

¿La PAC no es capaz de frenar el problema o lo genera esa arquitectura que ha elegido la UE?

Como pasa en muchos ámbitos, las políticas que rigen el sector agrario vienen establecidas por intereses de fuera del sector. En este caso, la Política Agrícola Común (PAC) que rige subsidios agrarios no beneficia, en realidad, al campesinado, sino a las grandes explotaciones agrarias y a los principales empresarios del sector que tienen poco que ver con la agricultura. Se financian empresas de la gran distribución, de la agroindustria y a los terratenientes, en vez de financiar a aquellos que trabajan directamente en el campo. Es la perversión de la actual Política Agrícola Común .

¿La tierra para quien la trabaja?

Esta consigna de Emiliano Zapata en México, hace más de un siglo, sigue tristemente de plena actualidad. La especulación con la tierra, la fiebre de la tierra, está en pleno auge. Lo hemos visto aquí. También en el Sur donde se compra y vende tierra solo para especular. La crisis económica ha dado lugar a un acaparamiento de tierras creciente. Los mismos bancos y compañías de seguros que especularon con la vivienda y nos condujeron a la burbuja inmobiliaria ahora están provocando una burbuja con la tierra.

¿Qué opina del papel de discriminación que sufren las mujeres del campo?

Han sido y son las grandes invisibles. Aún hoy la producción de comida está en manos de las mujeres, entre el 60 y el 80% de la producción de alimentos en el Sur recae en sus manos, pero la mujer es la que más hambre pasa. Se calcula, según datos de la FAO, que el 60% del hambre crónica la sufren las mujeres. Trabajan la tierra, pero no tienen ni la propiedad ni los medios de producción ni el acceso al crédito agrícola. Aquí cuantas mujeres han trabajado toda su vida en el campo y no han constado en ningún lugar, no han cotizado a la Seguridad Social, sin derechos ni igualdad.

¿Los supermercados marcan nuestras pautas de consumo?

Se produce como se distribuye, a gran escala y a través de supermercados. Producción y comercialización van al unísono. Nos intentan vender una imagen de libertad y diversidad asociada a la compra en el ‘súper’ que se sustenta en una serie de mitos que son falsos. Los supermercados son los lugares mas estudiados para que compremos y gastemos.

Hace unos días Estados Unidos ha dado a conocer una patata transgénica, ¿que le parecen los transgénicos?

Nos dijeron que la industria transgénica acabaría con el hambre en el mundo. Y esto se ha demostrado falso. Más producción no implica más acceso de las personas a la comida. A veces es todo lo contrario. Hay que tener en cuenta que en Catalunya y Aragón se produce el 80% de los cultivos transgénicos de toda Europa, y la ofensiva de la industria transgénica norteamericana aumenta. Ahora qieren aprovechar el TTIP para imponernos aún más aquí este modelo.

¿La soberanía alimentaria aporta una solución directa?

Con la soberanía alimentaria se trata de recuperar la capacidad de decidir sobre aquello que se cultiva y se come. La soberanía alimentaria es la única alternativa posible para que la alimentación se supedite a las necesidades de la mayoría y no a los intereses que nos imponen unos pocos.

*Entrevista en el periódico Gara, 23/11/2014.

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