“Quien menos ingresos tiene come menos y de peor calidad”

Elena Gracia | Heraldo de Aragón

Valorar los alimentos que comemos, saber su origen y comprar en consecuencia. Son los objetivos de la periodista catalana Esther Vivas, que cree que se ha impuesto un modelo de dieta occidental que prima alimentos altamente procesados en detrimento de la comida que desde siempre nos ha nutrido y que parece ha perdido “glamour”.

– ¿Ha cambiado en España ‘El negocio de la comida’ –título de su libro– con la crisis económica que atraviesa el país?

El negocio de la comida sigue siendo el mismo, los alimentos son utilizados como una mercancía en manos del mejor postor. Se trata de un modelo en manos de unas pocas empresas de la agroindustria y los supermercados, quienes anteponen sus intereses económicos a las necesidades de la gente. Lo que sí ha cambiado es el impacto que este “negocio” tiene en el conjunto de la sociedad. Con la crisis una parte importante de la población ha perdido poder adquisitivo, han aumentado las desigualdades sociales. Todo esto ha agudizado las diferencias entre comida para ricos y comida para pobres. En función del poder adquisitivo de cada uno varía la alimentación. Quien menos ingresos tiene, quien más sufre el paro, es quien más dinero gasta de sus ingresos en comida, pero a la vez come menos y de peor calidad.

-¿Debería ser la alimentación una asignatura más en los colegios?

Incluir la educación sobre qué comemos, qué nutrientes tiene cada alimento, sería un paso positivo. Poco a poco se avanza en esta dirección, en la medida en que algunas escuelas tienen huertos escolares y comedores ecológicos. En Zaragoza se están promoviendo algunas de estas iniciativas que involucran a distintos actores del ámbito educativo como padres, cocineros, alumnos, monitores escolares. Estas acciones demuestran que hay alternativas.

-Hay esperanza a pesar de la crisis.

Sí. Iniciativas que nacieron hace unos años como los huertos urbanos o cooperativas de consumo agroecológico han crecido y se han afianzado a pesar del contexto de crisis. Es una apuesta por otro modelo de alimentación.

-¿Sabe realmente el consumidor qué significa un alimento ecológico? Usted reclama que sean además productos locales y campesinos.

Un alimento ecológico significa que está libre de pesticidas y aditivos químicos de síntesis y no contiene transgénicos, pero desde mi punto de vista es muy importante que este alimento también incorpore un valor social. Sino, los mismos que nos han conducido a este modelo de globalización alimentaria y capitalista pueden acabar integrando y asimilando dichas alternativas. Hoy vemos como grandes empresas de la industria alimentaria y supermercados comercializan algunos de estos productos “ecológicos” pero con unas prácticas que dejan mucho que desear. Por eso creo que lo ecológico no se puede limitar tan solo a una etiqueta y debe tener un valor social añadido. Así es como hablamos también de alimentos locales, de temporada y campesinos, lo que además permitirá dinamizar la economía a pequeña escala y dar salida a la producción agrícola del territorio.

-Hay quien cree que estos productos son más caros. ¿Es así?

Depende de qué consumas y dónde. No es lo mismo comprar en un supermercado especializado o una tienda gourmet que comprar directamente a un campesino. A menudo pensamos que compramos más barato en un supermercado y no es así. Varios estudios señalan que entre un 25%y un 55% de la compra en estos centros es compulsiva. Sin embargo, quienes compran en cooperativas de consumo, directo al productor, gastan mucho menos en su cesta diaria.

-Aumentan los casos de diabetes, alergias, colesterol, hiperactividad infantil. ¿Somos conscientes de las consecuencias de la dieta?

Cada vez hay más conciencia de que aquello que comemos tiene un impacto directo en nuestra salud y bienestar, de ahí que aumente la apuesta por la alimentación ecológica y que se estén diversificando los canales de consumo ecológico, no solo grupos y cooperativas de consumo, también mercados campesinos, venta sin intermediarios, e incluso los supermercados incluyen estos productos para responder a un determinado nicho de mercado y como una estrategia de marketing empresarial.

-Vienen dos años electorales. ¿Se preocupan los partidos por llevar en sus programas políticas alimentarias justas y ecológicas?

En general las políticas de la administración pública dejan mucho que desear en cuanto a plantear alternativas al modelo agroalimentario. Un ejemplo: en Aragón y Cataluña se produce el 80% del maíz transgénico que se cultiva en Europa, en detrimento de la producción de maíz ecológico que es contaminado periódicamente por el primero. A pesar de las críticas y las protestas, la administración sigue apostando por los Organismos Modificados Genéticamente. Se trata de unas políticas que responden más a los intereses del poder económico que a las demandas de la sociedad.

-¿Cómo se podría implicar el Gobierno? ¿Qué medida sencilla se le ocurre que se podría tomar ahora mismo y que supondría un giro?

Una medida sería, por ejemplo, que todos los comedores de instituciones públicas, desde colegios a hospitales, ofrecieran en sus menús producto local, campesino, ecológico y de calidad. Esto permitiría no solo comer mejor sino dar salida a la producción agrícola de proximidad y crearía empleo. Pero no se implementa porque pesan más los intereses particulares, de empresas de catering, etc.

-Su libro está plagado de datos tan interesantes como preocupantes, como que se suministran más antibióticos a animales sanos que a personas enfermas, según la OMS.

La legislación que regula lo que comemos está en manos de la Agencia Europea o la Española de Seguridad Alimentaria, y a menudo quienes las lideran son personas que vienen de la misma empresa privada, de la agroindustria, la gran distribución, empresas biotecnológicas que apuestan por los transgénicos. Es lo que se llama: “puertas giratorias”. Esto explica porque comemos alimentos que pueden tener un impacto negativo en nuestra salud, a pesar de muchos informes científicos en contra.

*Entrevista en Heraldo de Aragón, 16/12/2014.

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