Morir en el vientre

Esther Vivas | El Periódico

¿Cuántas criaturas deseadas mueren antes de nacer? ¿Cuántas madres, y también padres, sin un bebé entre los brazos? Qué difícil es hacer entender el duelo por quien nadie ha visto, pero tú conoces. La muerte del pequeño que una espera, y quiere, seguramente es lo peor que le puede pasar a una mujer embarazada. Muertes no anunciadas y que un facultativo nos comunica por el paro del corazón del feto o muertes programadas por una malformación genética o una enfermedad incompatible con la vida. Imposible poner techo al umbral del dolor, y la pena.

En 2016, se produjeron en Catalunya 4,6 muertes perinatales por cada mil partos, muertes de fetos o recién nacidos desde las 22 semanas hasta la primera después del nacimiento. No hay cifras oficiales de los abortos espontáneos, antes de las 22 semanas de embarazo, pero se calcula que se dan en una de cada cinco gestaciones. La pérdida de una criatura deseada antes de que nazca se produce más a menudo de lo que nos podamos imaginar, pero resulta invisible y se vive en silencio.

Si hablas, descubres un montón de mujeres que han pasado por una situación similar. Algunas salen del armario, ayudando a visibilizar y normalizar lo que es una experiencia intrínseca a la sexualidad femenina. Otras crean proyectos para acompañar en el duelo perinatal. Es el caso de ‘Stillbirth’, la preciosa iniciativa de la fotógrafa Norma Grau, que consiste, a falta de imágenes de la criatura, en fotografiar sus objetos personales junto a la familia, para recordar que aquella hija o hijo que murió en la barriga o al cabo de pocos días de nacer existió.

El trato de los profesionales sanitarios, su formación y empatía, es clave. Cómo se nos comunica la noticia, cómo se lleva a cabo y se acompaña el aborto, pueden ser determinantes en cómo se viva la pérdida y se enfrente el duelo. Los grupos de apoyo mutuo, que han proliferado en los últimos años, formados por madres y padres que han pasado por esta misma situación, nos muestran que no estamos solas.

Para las madres que no pueden acariciar a sus bebés y para todas las criaturas con luz.

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