Cesárea, cambiar la manera de nacer

Esther Vivas | El Periódico

“Aún me resulta bastante duro rememorar el día en que ‘me nacieron’ a mi hija. Porque yo siempre digo que no di a luz, aunque todo el mundo me mire con cara rara”. Con estas palabras, una madre relata su experiencia de parto tiempos después de serle realizada una cesárea innecesaria. No se trata de un caso aislado.

En el Estado español, se calcula, según datos del Ministerio de Sanidad, que uno de cada cuatro nacimientos, un 24,8%, se produce mediante esta operación de cirugía mayor. Un porcentaje muy superior al que recomienda la OMS, que considera que una tasa justificable no debería superar el 10%. En los hospitales privados, donde el negocio se impone a la salud, su cifra es mayor que la media, llegando al 37,3%, mientras que en los hospitales públicos el número se sitúa en el 21,6%. Algo que no se justifica desde un punto de vista médico, ya que es la sanidad pública la que atiende los partos con mayor riesgo, y con más opciones de acabar en cesárea.

Las aseguradoras pagan más

Se trata de una tendencia que ha ido a más en los últimos años y que es resultado, en buena medida, del proceso de mercantilización y tecnificación del parto. Mientras que una cesárea programada se realiza en tan solo 30 minutos y se prevé con antelación, un parto puede durar horas e incluso días y es imposible saber cuándo va a finalizar, las aseguradoras pagan más por la misma y, en la medida en que una cesárea es más cara, el sistema sanitario tiene que desembolsar más dinero con los consiguientes beneficios privados.

No estoy en contra de las cesáreas ‘per se’, pues gracias a ellas se han salvado muchas vidas. Las habilidades obstétricas son primordiales en los partos de riesgo. El problema se da cuando una cesárea o una episiotomía o la inducción de un parto se llevan a cabo por rutina, sin necesidad médica. Una práctica que tiene nombre, el de violencia obstétrica, y que conlleva consecuencias negativas para la salud de madres y bebés. Tras una cesárea, las mujeres tienen más posibilidades de sufrir inflamación del endometrio y mayor riesgo de hemorragia, y en un siguiente embarazo hay más probabilidades de tener placenta previa y si el parto es inducido hay peligro de rotura uterina. En lo que respecta al bebé, en una cesárea programada, este nace prematuramente, con un peso inferior y puede padecer problemas respiratorios.

Se inculca miedo al parto

La tendencia al alza de cesáreas no es algo exclusivo de aquí. En la Unión Europea, la media de cesáreas se sitúa en el 27% del total de partos, siendo la mayoría de los países nórdicos y Holanda los que registran los porcentajes más bajos, sobre el 17%, mientras que Chipre cuenta con el número más elevado, el 57%. En Estados Unidos, las cesáreas crecieron un 525% entre los años 1969 y 1987, pasando de representar el 4% del total de alumbramientos al 25%, respectivamente. Hasta los años 80, el alto número de cesáreas en Estados Unidos era una excepción entre los países industrializados, solo comparable con Canadá y Australia, pero a partir de entonces el parto por cesárea aumentó en muchos otros sitios.

En Brasil, con una de las tasas más altas del mundo, un 57% de media, la cesárea se ha convertido en todo un ritual. En los hospitales privados, la cifra alcanza el 84% de los partos. Las embarazadas de clase media y alta se preparan para la cesárea como si de un gran acontecimiento se tratara, se encargan vídeos profesionales, los cámaras entran en el quirófano y las mujeres asisten bien peinadas, maquilladas y con la manicura a punto. Paradójicamente, la mayoría de embarazadas brasileñas al inicio de la gestación quiere un parto vaginal, pero el sistema sanitario las induce a creer que la cesárea es mejor, la forma más moderna y segura de dar a luz.

Una dinámica muy preocupante, ya que estamos cambiando la manera de nacer. Si cuando la cesárea empezó a aplicarse, 150 años atrás, era una operación que permitía salvar la vida de algunos bebés que presentaban dificultades en el nacimiento, ahora se ha generalizado de tal manera que ha desembocado, como nos recuerda la psiquiatra infantil y perinatal Ibone Olza, en una nueva forma de dar a luz, que se está convirtiendo en habitual. Una tendencia que se explica por cambios socioculturales de fondo sobre la percepción del parto, el cual es considerado una fuente de riesgos, mientras que la cesárea aporta la falsa sensación de control. Toda la confianza ciega que se deposita en la intervención médica equivale al miedo al parto que se inculca.

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