Manel Ros | Rebelión
Esther Vivas es miembro de la Xarxa de Consum Soliari y una de las coordinadoras del libro Supermercados, no gracias, editado por Icària Editorial y que ya va por su segunda edición. Hablamos con ella para analizar el impacto de la distribución y el consumo de productos en nuestras vidas y el papel que juegan las grandes superficies comerciales. Además damos un vistazo a la situación del movimiento por un consumo responsable en nuestro país.
¿Qué papel juegan hoy en día los supermercados en nuestra sociedad?
Los supermercados ejercen un control total sobre la cadena de distribución de los alimentos. Nos encontramos que, muchas veces, son los supermercados los que acaban determinando lo que comemos, cómo lo comemos, en definitiva nuestro modelo de consumo y nuestro modelo de alimentación. Uno de los impactos más graves del modelo de distribución actual que generan los supermercados es el monopolio que ejercen sobre la cadena de comercialización de los alimentos. Por ejemplo, en el Estado español hay cinco empresas que controlan el 55% de la distribución de alimentos: Carrefour, Alcampo, Mercadona, Eroski y El Corte Inglés. Si a estos les añadimos las dos principales centrales de compra, nos encontramos que siete empresas controlan el 75% de la distribución de alimentos.
¿Qué es exactamente la Gran Distribución Alimentaría (GDA)?
Cuando hablamos de la GDA nos referimos a estas grandes empresas que controlan y monopolizan el mercado de la distribución de alimentos. Hoy en día la GDA sumada al modelo de agricultura genera, cada vez más, la desaparición de nuestros campesinos. Actualmente, en el Estado español poco más del 5% de la población activa es campesina y en Cataluña este porcentaje se reduce al 1%. Esto significa que nuestra alimentación queda en manos de estas multinacionales. Hay estudios que señalan que si este modelo de producción y distribución continúa, en los próximos quince años tendremos que importar el 80% de los alimentos. Es totalmente irracional, puesto que estamos consumiendo productos de la otra punta del mundo, con el impacto medioambiental que esto supone, cuando los mismos productos muchas veces se elaboran aquí.
¿Qué impacto tiene todo esto en las condiciones laborales?
Los trabajadores sufren en primera persona el modelo de distribución de alimentos y de producción. En los países del Sur las cadenas de distribución intentan establecer, cada vez más, un precio inferior y sacar el máximo beneficio. Esto implica presionar a sus proveedores en el Sur para que les sirvan el producto a un precio más bajo. Este proveedor, a la vez, se ve obligado a presionar a sus trabajadores, de tal manera que este modelo de distribución tiene un impacto directo en la producción y por lo tanto en las condiciones de trabajo en el Sur. Pero no sólo en el Sur, aquí también hay una precarización total de las condiciones laborales en los supermercados. Además, cuando los trabajadores se intentan organizar sindicalmente en las grandes superficies, se los hecha o se les persigue.
¿Sería posible una disminución de los precios actuales?
Los supermercados, a menudo, nos dicen que tienen los precios más baratos, pero esto es falso. Hay un estudio de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos, que es el principal sindicato de campesinos a nivel estatal, que indica que los productos de las tiendas tradicionales son más baratos, siendo los supermercados un 11% más caros que éstas. Lo que sucede es que los supermercados llevan a cabo campañas de marketing donde anuncian algunos de los productos que en aquel momento tienen más baratos, pero la media de venta al público es más elevada.
Entonces, ¿el mito de que consumir en pequeñas tiendas de barrio es más caro es falso?
En la mayoría de supermercados la media de los precios de los productos no es tan barata como nos parece. En muchos casos, se trata de un mito. La gente considera que ir a comprar al supermercado es más barato y más cómodo, pero en la práctica cuando compras en un supermercado compras productos que en el fondo no son tan baratos.
¿Hasta qué punto el consumidor es libre de escoger lo que quiere y lo que no quiere?
En el modelo de consumo y de alimentación actual, las grandes cadenas ejercen un control muy grande y, de hecho, según varios estudios, el 80% de las compras se realizan en supermercados. Esto no quiere decir que nosotros no podamos rechazarlo. Hace falta partir de una toma de conciencia de los consumidores sobre qué implica la compra en estos establecimientos y, a la vez, es necesario también tomar conciencia política. Y, entonces, a partir de aquí, empezar a buscar alternativas.
¿Cuáles son estas alternativas?
Hay que optar por un modelo de consumo más crítico y responsable. Debemos de consumir aquello que realmente necesitamos. Pero a veces se puede caer en una cierta idealización del poder del consumidor y de la actitud en el ámbito del consumo. Creo que el poder del consumidor y la opción que escoge al consumir es importante, pero no se puede idealizar. También es necesario organizarse políticamente y de forma colectiva para generar cambios. En este sentido, es fundamental la organización política en el ámbito del consumo. Esto implica que el consumidor debe trabajar políticamente con otros sectores y colectivos que se ven afectados por este modelo de distribución como el campesinado, los ecologistas, las comunidades locales, los trabajadores y trabajadoras.
¿En qué momento se encuentra el consumo responsable en Cataluña? ¿Qué retos de futuro tiene por delante?
Ahora hay una creciente toma de conciencia por parte de la gente. El problema es que a veces esta toma de conciencia tiene un carácter despolitizado y es más resultado de una voluntad individual de consumir de forma más sana. El reto fundamental es la polititzación de estos sectores de consumidores y entender que un modelo de consumo alternativo sólo será posible con un cambio de paradigma y de sistema. Los retos de futuro pasan porque haya un trabajo político de cuestionamiento de este modelo. Se tiene que ir más allá y entender el consumo como el resultado del modelo y del sistema capitalista, y esto pasa por una organización colectiva de la gente.