Lorena Ferro | La Vanguardia
Los activistas e investigadores Esther Vivas y Josep Maria Antentas analizan el primer año de revolución social en Planeta indignado. Ocupando el futuro y avisan que Grecia es una “fotografía” de lo que puede suceder en España.
El movimiento de los indignados, el 15M, sopla estos días la vela de su primer aniversario. Un año de lucha en la calle que se desgrana y analiza en Planeta indignado. Ocupando el futuro (Sequitur). El libro, redactado mano a mano por los activistas e investigadores Esther Vivas y Josep Maria Antentas, mira hacia atrás para contextualizar en la historia otros grandes momentos de revolución popular. Los autores, firmes creyentes de la idea de que la unión puede dar un vuelco al mundo, advierten que hay que seguir lo que está sucediendo en Grecia para poder vislumbrar mejor hacia dónde puede ir nuestro futuro.
– Ha pasado un año del 15M y da la sensación que el movimiento se ha quedado en indignación, que no ha conseguido ir más allá…
Josep Maria (JM): Cambiar las cosas es un proceso que lleva tiempo. Hay que interpretar la emergencia del 15M como un nuevo ciclo, como una brecha que se ha abierto. Hemos tenido esta primera fase en que se ha pasado de la resignación a la idea de que es posible cambiar las cosas. Pero para que esto se pueda traducir en cambios concretos hace falta un proceso mucho más sostenido en el tiempo, una organización de la gente más estable y permanente… No hay suficiente con una primera sacudida, por muy fuerte que sea. Aún estamos en el principio.
– ¿No hacen falta líderes?
Esther (E): Su gran virtud ha sido precisamente la diversidad, la pluralidad, dar peso a un trabajo de asambleas… Y es aquí donde está la fuerza del cambio. Se ha planteado otra manera de hacer política: la lucha ciudadana de gente muy diversa para defender nuestros derechos y todo aquello que nos están robando día a día en este contexto de crisis.
– Pero es difícil encauzar reivindicaciones tan diferentes hacia un frente común…
JM: Ese es el reto: recomponer o articular un bloque social y alternativo que tenga una visión de las cosas diferente al de las minorías económicas que nos gobiernan y que este bloque alternativo pueda llegar a provocar un cambio de dinámica. Pero aún se está construyendo.
– En la primavera árabe se derrocaron gobiernos y aquí, después de todas las acciones llevadas a cabo, el PP ganó las elecciones. ¿Los indignados no tuvieron suficiente fuerza?
E: Creo que el impacto del movimiento no se puede valorar por unos resultados electorales. Pero sí que se puede valorar cómo ha incidido en la esfera política, social… Desde este punto de vista ha sido extremadamente importante porque nos ha permitido recuperar la confianza en el “nosotros” en el “podemos cambiar las cosas”. Y a la vez ha permitido llevar al imaginario colectivo mucho más allá en el contexto de crisis.
– ¿Qué quiere decir?
E: Ahora ya no solo se plantea la reforma del sistema bancario sino que se exige la nacionalización de la banca y de otros sectores estratégicos. Estas son temáticas que antes del 15M podían parecer fuera de contexto. Y ya no solo se señala la responsabilidad del sistema económico de la crisis sino también al sistema político. Ya no solo se ocupa plaça Catalunya o Sol sino que también hay movilizaciones ante el Congreso o el Parlament. Y hay que decir que en las pasadas elecciones hubo una parte importante de personas que no fue a votar o escogió opciones que no eran el PP. Y la gente no votó las políticas que hoy se están llevando a cabo.
– ¿En próximas elecciones puede ser más visible el sentir de los indignados?
JM: Los cambios electorales llevan su tiempo, son como un glaciar que se va descongelando poco a poco… Para que haya un terremoto electoral y un cambio significativo deben existir unas contradicciones sociales de una magnitud como las que hay ahora en Grecia. Y aquí aún no hemos llegado a eso.
– Pero ¿Seguimos el camino de Grecia?
E: Lo que estamos viendo en la dinámica de las políticas de la UE es que se reproducen las relaciones centro-periferia que durante décadas se han visto a escala global. Y hay una serie de políticas que tienen como objetivo latinoamericanizar, tercermundizar las economías periféricas de la UE. Grecia es hoy el laboratorio en los intentos de aplicar estas políticas para reestructurar la sociedad y la economía en función de sus intereses y a la vez también es el laboratorio de las resistencias sociales para frenar estas agresiones contra los derechos de la mayor parte de la población. Es un termómetro y de lo que pase allí dependerá lo que pueda suceder en otros países de la periferia de la UE.
– ¿En cuanto a lucha ciudadana el modelo a seguir es Islandia?
JM: El caso de Islandia no es extrapolable. Es un país muy particular: muy pequeño, con poca población y que tenía una situación económica muy determinada. Además hay que decir que a pesar de los éxitos conseguidos, también ha habido muchos límites.
– ¿Cuáles?
JM: Las condenas a los políticos han sido un poco simbólicas. Grecia es una fotografía mucho más realista de lo que puede pasar en otro país europeo mediterráneo; lo que podría pasar en el Estado español o Portugal si fuésemos hacia esta dirección.
– ¿Qué aspectos de Islandia podríamos imitar?
JM: La capacidad para juzgar socialmente, moralmente y legalmente a la clase política y a los banqueros. La revuelta ciudadana contra la elite financiera y política es interesante.
– ¿Y esto es difícil que suceda en España?
E: Sería lo deseable. Pero los vínculos entre clase política y poder económico son extremamente estrechos y eso dificulta este tipo de acciones. Para cambiar las cosas la fuerza está en la toma de conciencia de la gente de quién “gana” y quién “pierde” con la crisis y de la movilización consiguiente para intentar cambiar las cosas. La paradoja que vivimos es que a pesar del aumento de la indignación y las movilizaciones, también las políticas neoliberales de privatizaciones y recortes se han intensificado así como la estigmatización de los que salen a la calle a protestar.
– ¿Se ha querido criminalizar el 15M?
JM: Forma parte de una estrategia habitual por parte de los gobernantes cuando algo les preocupa. Aquí ha habido una política para intentar criminalizar el movimiento pero también ha sucedido en EE.UU. con Occupy Wall Street. Primero se intenta estigmatizar diciendo “no os mezcléis con ellos que son un poco raros”. Pero hasta ahora los intentos de represión han sido como un boomerang que se les ha girado en contra.
– ¿En qué sentido?
JM: Por ejemplo el intento de desalojar plaza Catalunya provocó que acampara más gente. Se está viendo que el movimiento tiene una dinámica social tan profunda que el poder político no puede hacer frente a esto como si fuera un problema de orden público. El aumento de la represión es a la vez una prueba de fuerza y de debilidad. Se quiere apretar mucho, incluso a nivel legal, dificultar la protesta social y hacer pagar un precio importante a la gente que protesta con condenas. Pero también es una debilidad porque el poder ve que tiene debajo una sociedad que le mueve la silla y se ponen más medidas represivas para evitar la contestación.
– Se reivindica que el sistema actual no funciona ¿Qué proponen?
E: Un cambio radical de modelo e ir hacia un paradigma alternativo al actual que pasa por tener en cuenta las necesidades de las personas y el respeto al ecosistema. Y esto pasa por cambios en los modelos económico y productivo, cambios en las políticas laborales. Por tanto, el cambio pasa por modificar todas estas políticas teniendo en cuenta los derechos y necesidades de las personas.
JM: Cambiar las cosas no es un proceso fácil. Las elites políticas y económicas solo hacen cambios cuando se ven amenazados, cuando ven que peligra su poder. Y ahora lo que quieren es aprovechar la crisis para transformar el modelo de sociedad, este modelo de capitalismo en el que había unos ciertos derechos sociales y algunas regulaciones. Quieren ir hacia una sociedad en la que no haya ninguna traba al dominio del capital financiero. Y hay un choque de lógicas: la del capital financiero es reordenar la sociedad hacia aquí y la de los indignados es reordenar la sociedad hacia un modelo basado en la solidaridad y la justicia social.
E: El poder económico y financiero en el Estado español es muy importante. Y es este poder el que hoy en día acaba imponiendo las políticas a nivel económico y social. Solo hay que mirar el currículum de las personas que ocupan los ministerios de Mariano Rajoy para ver a quién benefician las políticas actuales. Empezando por Luís de Guindos, exdirector de Lehman Brothers, o Pedro Morenés, director de una importante empresa armamentística. Y esto es lo que señalan los indignados.
– Díganme los puntos fuertes y los débiles del movimiento indignado.
E: Positivos: haber devuelto la confianza a la gente y romper con la resignación imperante. Otro punto fuerte es deslegitimar el poder político y económico y señalarlos como responsables de la crisis y amplificar esta crítica a nivel social. También tiene de bueno que se ha aumentado el listón de la protesta. Las agresiones del poder son tan grandes que hace que no solo sea suficiente manifestarse sino que también se ocupa y se reivindica el uso social del espacio público. Estas ocupaciones se apoyan por una gran masa social y creo que evidencian una mayor politización o radicalización, en sentido positivo, de lo que es la protesta y su extensión social.
– ¿Y debilidades?
JM: Que cuesta generar espacios de organización permanente de la ciudadanía. Vivimos en una sociedad muy fragmentada, muy individualista y, más allá de los momentos puntuales de manifestación, cuesta crear espacios en los que la gente pueda participar de forma cotidiana. Ha habido el fenómeno de las asambleas de barrio, que es un gran avance, pero es difícil mantener la asistencia. Hay que crear formas de organización más estables y permanentes.
– ¿Algún punto débil más?
JM: Hay un contraste muy grande entre la capacidad de lucha en la calle que tenemos todos como ciudadanos y la capacidad de lucha como trabajadores. Muchas veces se dice que hay que llevar la indignación al centro de trabajo pero esto aquí es muy complicado porque el panorama laboral es muy negro por el paro y la precariedad. El de los indignados es un movimiento que tiene mucha fuerza como movimiento ciudadano pero en el terreno laboral somos muy débiles. Para cambiar la sociedad se debe entrar en los puestos de trabajo. Si esta ola de lucha en la calle penetrase en los puestos de trabajo y allí también hubiese movilizaciones, tendríamos una capacidad de presión mucho más fuerte.
E: Otra debilidad. Uno de los temas centrales de la agenda indignada es la crisis económica y creo que se deberían incluir también otros aspectos. La justicia climática debería tener mayor centralidad y también la perspectiva feminista porque las mujeres son uno de los colectivos que más lo está sufriendo. Y también hay que incluir la lucha de las personas inmigrantes.
– ¿Qué papel han jugado las redes sociales en el movimiento indignado? ¿Son su medio de comunicación?
E: Plantean una nueva forma de entender la protesta y han dado mucho más eco a las movilizaciones para que los activistas pudiesen explicar en primera persona lo que estaba sucediendo. Además se han convertido en canales de comunicación alternativos a los medios de comunicación de masas.
– En los últimos meses se ha calmado el movimiento indignado ¿Cuál es su futuro?
E: Ya hay un repunte de las movilizaciones y de la protesta social a raíz de la primavera valenciana, el éxito de la huelga general o las movilizaciones del Primero de mayo. Las razones para estar indignado se han multiplicado. Pero es difícil de imaginar dónde estaremos de aquí a un año porque precisamente si miramos atrás no nos hubiéramos imaginado que el escenario de la protesta sería el que es hoy ni tampoco que los recortes tendrían la profundidad que han tenido.
JM: Es imposible hacer predicciones porque las luchas sociales siempre tienen este carácter un poco imprevisto. Pero lo que empezó hace un año es el inicio de un nuevo ciclo. Se irán alternando luchas sociales específicas por recortes con movilizaciones más generales bajo la identidad 15M. Con altos y bajos, las movilizaciones formaran parte dels paisaje cotidiano de nuestra sociedad durante un largo periodo de tiempo. Lo único que podemos descartar es la estabilidad económica, política y social.