Praza Pública
Esther Vivas, activista e investigadora, presenta este jueves 21 en la Asociación Cultural Bou Eva en Vigo su libro libro ‘Planeta indignado. Ocupando el futuro‘. Una obra escrita conjuntamente con Josep Maria Antentas, que analiza la construcción de los movimientos de indignación en todo el mundo, desde el 15M pasando por las resistencias en Grecia o las revoluciones en el mundo árabe. El viernes Esther Vivas participará también en en el Congreso Internacional de Agricultura Ecológica, que tiene lugar en Vigo, donde presentará una ponencia sobre ‘Crisis alimentaria: causas, consecuencias y perspectivas, como miembro del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales de la Universidad Pompeu Fabra.
-¿Cómo analizas lo que acaba de suceder en las elecciones griegas?
Lo que hemos visto estos días con las elecciones en Grecia es una actitud totalmente neocolonial por parte de la Troika diciendo al pueblo griego aquello que tenía que votar e intentando ser determinantes en el resultado de las elecciones. Y la consecuencia ha sido el voto del miedo. Aunque en Grecia también ha triunfado la esperanza. Syriza no ha ganado las elecciones, pero quienes salieron victoriosos no cuentan con ningún tipo de legitimidad. Hay un desgaste muy importante de los partidos mayoritarios y el gobierno pro-memorándum salido de las urnas se enfrenta a un país en pie de lucha que reclama otras políticas de salida a la crisis.
-Y en el Estado español, ¿qué ha papel cumplió el 15M?
Las razones de la indignación y el malestar que dieron lugar a la eclosión del 15M no han hecho sino multiplicarse desde su aparición. La movilización y la respuesta social en la calle han ido en aumento. Y el 15M ha conseguido romper con el escepticismo, la resignación y la apatía que había en el contexto de crisis.
-¿Qué retos tiene por delante?
El movimiento del 15M ha llevado la indignación a la calle, recuperando un espacio público cada día más mercantilizado, pero el gran reto que tenemos por delante es llevar esta indignación a los centros de trabajo, donde pesa de manera muy importante el miedo. La gente se mobiliza el fin de semana, pero el lunes vuelve al lugar de trabajo, agacha la cabeza y acepta unas reglas del juego terriblemente injustas y que implican cada vez una mayor precariedad. El reto consiste en llevar esta indignación a los centros de trabajo, a la sala de máquinas del sistema capitalista. Y, en este sentido, es necesario avanzar en un sindicalismo combativo que tenga su centro de gravedad en las luchas en la calle y no en la negociación por arriba.
-Dices que el 15M tuvo el mérito de politizar a sectores que antes no se preocupaban por los asuntos colectivos, pero también consiguió cambiar las demandas y llevar las reivindicaciones más allá. Un ejemplo sería la cuestión de la banca. Hace tan sólo unos años, muy pocos eran los que planteaban su nacionalización, la banca como un servicio público. Hoy este tema está en boca de todos.
Sí. La emergencia del 15M ha implicado un reinterés y una voluntad de reapropiarse por los asuntos colectivos. Decidir sobre cuestiones que hasta hace poco eran monopolio de unos pocos profesionales de la política. Y frente a una salida a la crisis que implica la pérdida de derechos sociales, laborales y democráticos, la gente quiere opinar y decir alto y claro que hay otras opciones. El movimiento ha permitido crear opinión pública en sentido progresista. Ante un discurso que nos culpabiliza de la situación actual, que nos repite día tras días que “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, el movimiento crea un discurso contra-hegemónico y señala que “quienes han vivido por encima de sus posibilidades” han sido unas élites económicas y financieras, con el apoyo activo de la clase política, que en la época del boom inmobiliario especularon con la vivienda y el territorio, nos condujeron a la actual situación de crisis, y que ahora nos quieren hacer pagar las consecuencias de su mala gestión al conjunto de la sociedad.
-En paralelo con la emergencia del 15M se han ido instalando algunos temas que antes quedaban recluídos a sectores minoritarios: agricultura ecológica, consumo responsable, decrecimiento…
En muchas asambleas del 15M se empezó a trabajar en alternativas concretas que desafiaban al discurso único del “no hay alternativas”. Y empezaron a crear “otro mundo” aquí y ahora. Así lo vimos con experiencias de consumo ecológico, redes de intercambio, huertos urbanos, mercados de trueque, etc. Tenemos que empezar a llevar a la práctica estas alternativas, pero siendo conscientes de que sólo con el desarrollo de las mismas no será suficiente para “cambiar el mundo de base”. Y que es necesario una movilización social generalizada en la línia de la brecha que ha abierto el movimiento del 15M.
-¿La salida a la crisis está en el crecimiento o en el decrecimiento? ¿Hay que cambiar el chip?
Nuestra agenda indignada esta marcada por la lucha contra la banca, la crisis, la deuda. Y ésta es sólo una faceta de la crisis de paradigma que enfrentamos. Y un elemento muy importante de la crisis actual, que la diferencia respecto a crisis anteriores como la del 29 o la de los años 70, es precisamente su vertiente climática y medioambiental. Cambiar el sistema implica, también, cambiar el actual modelo de producción, distribución y consumo, que no tiene en cuenta los límites del planeta tierra. Es necesaria una perspectiva anticapitalista pero también una perspectiva antiproductivista. No se trata tan solo de acabar con un sistema capitalista, que antepone intereses privados a necesidades colectivas, sino de acabar con su lógica del crecimiento sin fin.
-¿Qué tiene que hacer en el Estado español la izquierda y los movimientos de indignación para conformar una alternativa real de gobierno, como Syriza en Grecia?
Lo que está sucediendo en Grecia tiene mucho que ver con lo que puede suceder aquí en algún tiempo. Grecia es hoy un “laboratorio” tanto para el capital como para las resistencias. Y de las políticas que triunfen en este “laboratorio” depende que las mismas se acaben aplicando, o no, en el resto de países de la periferia de la Unión Europea. En Grecia los dos partidos mayoritarios, el equivalente aquí al PP y al PSOE, y que llevaron al país a la bancarrota, se han hundido. Y hemos visto como era plausible un gobierno de una opción al margen de estas mayorías. La situación en Grecia nos lleva a planetar la relación entre movimientos sociales y organizaciones políticas. Desde mi punto de vista es imprescindible construir alternativas políticas anticapitalistas que planteen una opción de ruptura con el sistema, que rechazen hacer de la política una profesión y que sean tan leales con las luchas como quienes mandan hoy lo son con el capital. Y con esto no digo que el movimiento indignado tenga que convertirse en un partido político. Esto sería un gran error. La independencia de los movimientos sociales respecto a las organizaciones políticas es fundamental. Pero esto no quita la necesidad de construir alternativas políticas consecuentes. Y éste es uno de los principales retos que tenemos por delante en el Estado español.