Lluís Sierra | La Vanguardia
“¿Líder?, ¿dirigente?… pon portavoz, o mejor, miembro de …”. Cada vez más, los periodistas se encuentran con esta petición por parte del activista destacado, de la cara visible de un colectivo, de un movimiento. Hay presidentes y juntas de asociaciones de vecinos y de otras entidades, pero desempeñan cada vez menos el papel de líder.
Los nuevos movimientos sociales, aun cuando van de la mano de entidades que tienen presidentes o dirigentes, evitan o quieren evitar liderazgos personales. Funcionan sin líderes, lo cual no quiere decir que lo hagan sin organización. Hay muchos ejemplos a la vista: sin organización no se hacen manifestaciones de miles y miles de personas, ni ocupaciones de centros de asistencia primaria, ni se paran desahucios. Ni se llega a cientos de miles de personas por muy fácil que parezca tirar de Twitter y de otras redes sociales.
“Los nuevos movimientos sociales ponen el acento en la organización en asamblea. Critican la práctica de las organizaciones políticas institucionales, donde el liderazgo personal siempre ha tenido un fuerte peso”, explica Esther Vivas, una socióloga experta en movimientos sociales. “Ahora ese peso lo tiene la asamblea, lo colectivo, se pone mucho énfasis en el trabajo más de base –se extiende Vivas–. Se rechaza el individualismo y lo que se busca es cambiar el esquema de dar responsabilidad a determinadas personas, figuras, como si ellas fuesen las que tienen las soluciones. Los movimientos sociales no buscan tener líderes, sino que buscan un proceso de autoorganización en la base”.
Indignados, 15-M, asambleas de barrio, afectados por las hipotecas o las participaciones preferentes, iaioflautas, mareas verdes (educación) o blancas (sanidad), o naranjas o rojas, Democracia Real Ya ganan protagonismo y, aunque ante la opinión pública aparecen portavoces, estos mismos niegan y se niegan la condición de líderes.
En los barrios de Barcelona, durante décadas ha habido líderes vecinales. Aún los hay, pero menos. Es una consecuencia del hecho de que estas asociaciones, o las más activas de ellas, trabajan más junto con otras entidades y colectivos que tienen problemáticas específicas. Si una entidad no prevalece sobre las otras, pierde fuerza el liderazgo en cada una de ellas. “Los jefes han quedado diluidos en el conjunto de la gente. El superlíder tiene que desaparecer, porque es un contrasentido que un movimiento tenga un único portavoz”, reflexiona Andrés Naya, veterano del movimiento vecinal, que dirigía la asociación de vecinos de Prosperitat en el franquismo, hoy teóricamente retirado, aunque forma parte del consejo editorial de La Veu del Carrer.
Naya no quita importancia al papel de las asociaciones de vecinos, que son, dice, “una garantía de continuidad, una referencia para la gente; quien tiene un problema con un depósito preferente, o un desahucio va en primera instancia a la sede de la asociación, que abre cada día, que tiene un sitio para reuniones… La asociación de vecinos está ahí y los movimientos sociales pueden tener momentos de auge y después ir a la baja, pero esa asociación debe estar ligada a las otras entidades y a los movimientos. Como está ocurriendo en Sant Martí, en Poblenou, en Nou Barris…”.
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*Reportaje publicado en La Vanguardia, 03/03/2013.