Esther Vivas | Público
A pesar del oxímoron que significa “supermercado justo”, donde el primer concepto anula el segundo y viceversa, numerosos son los casos de grandes cadenas de distribución que cuentan en sus lineales con productos certificados como justos y solidarios. Algunos de los mayores supermercados a nivel mundial como Wal-Mart y Tesco, venden alimentos de comercio justo y promueven marcas propias, dotándose de una imagen responsable y equitativa. Lo mismo hacen aquí empresas como Eroski, Alcampo, Carrefour y El Corte Inglés.
Los precios más bajos
El caso de Wal-Mart, el número uno de los supermercados y la empresa más grande del mundo, según la lista Fortune Global 500, es un buen ejemplo de dicha incompatibilidad. La batalla por ofrecer los precios más bajos, el signo de identidad de la compañía, llegó también a los productos de comercio justo. Si hasta hace algunos años su marca estrella de café de comercio justo era Millstone Coffee, la batalla por los precios les llevó a buscar nuevos proveedores que pudieran ofrecer unos costes de producción más baratos. La estrategia de Wal-Mart por rebajar costes consistía en controlar toda la cadena de comercialización del producto. Así es como Wal-Mart entró en contacto con una pequeña cooperativa del norte de Minas Gerais (Brasil) que podía ofrecer unos costes de producción inferiores y Transfair USA (FLO Internacional en los Estados Unidos), legitimando la estrategia de Wal-Mart, certificó la producción.
Con esta nueva operación, el kilo de café de comercio justo comprado en un supermercado Sam’s Club (de Wal-Mart) salía casi un tercio más barato que otras marcas. De este modo, Sam’s Club (Wal-Mart) se convertía en uno de los tres principales distribuidores al por menor de comercio justo de Estados Unidos, vendiendo el café de comercio justo más barato del mercado en unos mil establecimientos de la compañía. Los ejecutivos de Wal-Mart hablan ya de una nueva etapa dónde los conceptos de “sostenibilidad” y “comercio justo” se han sumado al eslogan de la corporación: “precios cada vez más bajos”. Pero, ¿qué sucederá con la pequeña cooperativa de Minas Gerais el día que Wal-Mart encuentre a un proveedor aún más barato?
Colgarse la etiqueta de ‘justo’
Tesco, el mayor supermercado en Gran Bretaña, no ha dejado escapar tampoco la oportunidad de sumarse al carro. No en vano Gran Bretaña es el mercado más importante de productos de comercio justo en Europa, seguido a más distancia de Alemania y Francia. Tesco afirma contar con “la oferta más grande de productos de comercio justo”, desde fruta, galletas, muesli, té, aperitivos, zumos… llegando a sumar un total de más de noventa productos, algunos de los cuales con marca propia. Una cifra irrisoria si se compara con los más de cuarenta mil productos que comercializa la compañía, un 0,2% del total de la oferta, según un informe de Amigos de la Tierra, aunque suficiente para colgarse la etiqueta de “justo”. Significativamente, el interés de Tesco por el comercio justo aumentó cuando uno de sus rivales, la cadena de supermercados Co-operative Group, optó por producir sus chocolates mediante los principios del comercio justo y cuando éste dobló la superficie destinada a dichos productos.
En la gama de comercio justo de Tesco, las rosas rojas son, sin duda, uno de los productos estrella. La compañía hizo un lanzamiento publicitario sin precedentes afirmando que se trataba de las primeras flores de comercio justo comercializadas en Gran Bretaña y que garantizaban “un mejor intercambio económico para los pequeños productores en los países en desarrollo”. Sin embargo, la realidad distaba de los eslóganes publicitarios, según la periodista Felicity Lawrence, ninguna de las dos compañías proveedoras de rosas kenyatas podían ser consideradas “pequeños productores”, ambas eran multinacionales con 4.500 y 2.500 trabajadores respectivamente, la más grande de propiedad holandesa, y las comunidades que recibían el beneficio no eran cooperativas de productores, como muchos consumidores podían pensar, sino inmigrantes que vivían en barracas propiedad de las compañías.
El caso de las rosas rojas es tan solo un ejemplo del trasfondo que esconde la práctica del comercio justo por parte de grandes distribuidoras como Tesco.
Limpieza de imagen
En el Estado español, once cadenas comerciales venden productos etiquetados como justos, en un total de mil supermercados y puntos de venta. Carrefour, Alcampo y Eroski son algunos de los que más esfuerzos dedican a dotarse de una imagen “equitativa y responsable” a partir de la comercialización de estos productos.
Sin embargo, la introducción de alimentos de comercio justo en sus lineales no modifica el conjunto de su práctica comercial. De este modo, el comercio justo es utilizado como un instrumento de marketing y de lavado de imagen, tras el cual se esconde la precarización de los derechos laborales, el sometimiento del pequeño agricultor, la promoción de un modelo de consumo irracional e insostenible, un negativo impacto medioambiental y la competencia desleal al comercio local.
Ante este escenario, es fundamental abogar por un comercio justo que rechace ser un instrumento de marketing al servicio de multinacionales y grandes superficies. Es necesario un comercio justo transformador que tenga en cuenta a todos los actores de la cadena comercial, de origen a fin, que trabaje por una perspectiva global del comercio justo tanto a nivel internacional Sur-Norte como a escala local, justicia también en las transacciones comerciales Norte-Norte y Sur-Sur, y que defienda el derecho de los pueblos a la soberanía alimentaria.
*Artículo en Público.es, 28/08/2014.