Esther Vivas | El Periódico
Cuando un niño dice que no quiere jugar con una muñeca porque “es cosa de niñas” tenemos un problema. Lo mismo sucede cuando a una niña se la mira mal porque le gusta jugar a fútbol. ¿Dónde queda la libertad para escoger lo que les gusta y lo que no? Las expectativas sociales y culturales asociadas a cada uno de los sexos acaba determinando demasiadas veces a qué juegan unos y otros, coartando las potencialidades de la criatura.
Vivimos en una sociedad sexista, donde si somos mujeres se supone debemos pensar, actuar y comportarnos de una determinada manera, y si somos hombres de otra. Las criaturas no escapan a esta catalogación, donde un género, el masculino, se sitúa por encima del otro, el femenino. Desde la más tierna infancia, se educa a las niñas a ser niñas y a los niños a ser niños, como muy bien explica Núria Solsona en su reciente libro “Ni princeses ni pirates” (Eumo Editorial). Lo hace la sociedad, mediante la familia y la escuela, pero también la publicidad y los medios de comunicación. Uno de cada tres anuncios de juguetes en televisión, de la campaña de Navidad del año pasado contenía, según datos del Consell de l’Audiovisual de Catalunya, estereotipos de género, la mayoría femeninos, en un 57% de los casos, frente a un 43% de masculinos.
Ahora, inmersos de lleno en las compras de reyes, es buen momento para preguntarnos si con nuestros regalos vamos a contribuir a consolidar estos desiguales roles de género. No es fácil escapar de la corriente. Muchas de las tiendas de juguetes, especialmente los grandes almacenes, clasifican los materiales en función del sexo. Nos encontramos con estanterías llenas de coches, superhéroes, dinosaurios y robots y otras a rebosar de muñecas, cocinas, tocadores y kits de limpieza. Hay motos, triciclos y bicicletas, azules para unos y rosas para otros.
Los juguetes no son neutros. Los que dicen ser para chicos promueven valores como la fuerza, la heroicidad, la competencia y la valentía, mientras que los de chicas fomentan la belleza, la maternidad, la docilidad y el trabajo de cuidados. Nos venden muñecas hipersexualizadas (maquilladas, vestidas con ropa sexy y tacones). Lo que algunos expertos denominan la “sexualización precoz de la infancia”, sobre todo entre las niñas, aumentando la presión sobre su aspecto físico. De este modo, se construye la sociedad machista del mañana. Si además, la criatura no encaja en estos cánones, se la margina y se niega su identidad.
¿Qué podemos hacer? La coeducación, impulsada desde la escuela o la familia, intenta revertir esta dinámica promoviendo una educación integral, igualitaria, inclusiva y solidaria, combatiendo los prejuicios, los estereotipos y los contravalores que pueden surgir en el juego. Los juguetes no estereotipados, aquellos que requieren de la colaboración de otros, los que estimulan el pensamiento y los que respetan el medioambiente son una buena alternativa. Esperemos que los Reyes Magos tomen buena nota.