Esther Vivas | El Periódico
Hay quien dice que hoy se impone socialmente dar la teta porque tras el parto es lo que se promueve en los centros hospitalarios y porque cada vez son más las mamás que optan por la lactancia materna. Pero esto no significa que la lactancia materna exclusiva sea la práctica hegemónica en los seis primeros meses de vida del bebé, como recomiendan todos los organismos internacionales de salud. Más bien sucede lo contrario.
En el Estado español, solo el 66% de los bebés con seis semanas de vida toman el pecho en exclusiva, según datos de la Encuesta Nacional de Salud, a pesar de su promoción en las maternidades. Cuando el bebé cumple los seis meses, esta cifra se ha reducido al 28%. En cambio: ¿cuántos criaturas de seis meses toman leche artificial como único alimento? El 53%.
Hay una serie de dinámicas que explican este diferencial entre su promoción y su práctica. Por un lado, la violencia obstétrica que sufren muchas mujeres a la hora de dar a luz con partos altamente intervenidos, cesáreas innecesarias, separación temprana madre y bebé, puede dificultar el inicio de la lactancia, tanto por parte de la mamá como de la criatura. O si el equipo médico da leche de fórmula al pequeño nada más nacer.
Profesionales sin formación
La falta de apoyo sanitario las primeras semanas tras dar a luz, cuando surgen muchas de las dificultades, es otra de las razones por las que una lactancia materna a demanda y en exclusiva a veces no prospera. Si bien en el ámbito de la salud cada vez hay más conciencia de sus beneficios, aún hay muchos profesionales que no cuentan con la formación adecuada ni las herramientas para resolver una mastitis, una obstrucción mamaria, unas grietas en los pezones o un problema de agarre. No han sido pocas las madres que han tenido que visitar a un sinfín de profesionales hasta dar con una asesora de lactancia capaz de solucionarles el problema.
Se trata de dificultades que aunque podrían ser resueltas fácilmente, al no encontrar respuesta acaban muchas veces con un abandono de la lactancia. La mayor parte de mamás la dejan precozmente por los obstáculos para llevarla a cabo, más que por una decisión previa. El principal motivo, en un 44% de los casos, es porque consideran que tienen poca leche. Sin embargo, la hipogalactia o escasez de leche es una enfermedad que afecta a un porcentaje muy bajo de mujeres. En realidad, la “falta de leche” se debe a menudo a malas prácticas inducidas que interfieren en su producción. La segunda causa de destete precoz, en un 28% de los casos, es la incorporación al mercado laboral.
Otro de los problemas que enfrenta la lactancia materna es la facilidad con la que algunos profesionales recetan de manera rutinaria suplementos de leche artificial, con lo que en la medida en que el bebé mama menos puede disminuir la producción de leche materna, o cuando te instan, al cabo de unos meses, a que dejes de dar la teta con cualquier excusa, como tener un resfriado.
Una organización sociolaboral que menosprecia los cuidados y la maternidad tampoco ayuda. Las míseras 16 semanas de permiso maternal, una de las bajas más cortas de Europa, castigan la lactancia materna al obligar a las mamás a reincoporarse al trabajo a penas cuatro meses después de parir. Muchas son las que en este momento deciden dejar la lactancia total o parcialmente, al no tener tiempo suficiente o no disponer de las instalaciones adecuadas para dar de mamar o extraerse la leche y recogerla. En la medida en que la mamá trabaje más horas fuera de casa, más difícil lo tendrá para dar continuidad a la lactancia.
Hay un desfase importante entre el discurso institucional prolactancia y los recursos para llevarla a cabo. Vivimos en una sociedad que da la espalda a la maternidad y a la teta. Son decenas los mitos sobre la lactancia materna: que si “los pechos pequeños no tienen leche”, que si “tengo los pezones invertidos no será posible la lactancia”, que si “el bebé no se acostumbra a una pauta horaria le dañaré el estómago” (¡esto se lo dijeron a mi madre!), que si “el bebé mama o llora mucho es porque se queda con hambre”, que “si en mi familia las mujeres no tienen leche”. Y así un largo etcétera.
Nuestra sociedad es enemiga de la lactancia materna. Las mujeres que quieren dar de mamar enfrentan muchas dificultades. Si el entorno social y la atención sanitaria no acompañan a las madres lactantes, esto condiciona su decisión respecto a dar o no la teta y merma la autoestima y la confianza respecto a su capacidad para amamantar.