Una reseña del libro ‘Mamá desobediente’
Irene G. Rubio | ctxt
Eres madre primeriza y tienes muchas dudas sobre esta nueva etapa. Empiezas a investigar y descubres que los libros de crianza y las revistas especializadas en maternidad están plagados de discursos paternalistas e infantilizadores, enfoques pseudocientíficos y unas exigencias inalcanzables para las madres. La mirada feminista es la gran ausente en estos temas.
Afortunadamente, el feminismo está en auge y en esta ¿cuarta? ola se está empezando a paliar ese vacío. En los últimos años el sector editorial está recuperando algunos clásicos del feminismo como Nacida de mujer, de Adrienne Rich (Traficantes de sueños, 2019), o El nudo materno (Las afueras, 2018), las memorias de Jane Lazarre. Varias autoras han comenzado a abordar diversos aspectos de la maternidad con perspectiva de género. Desde la crianza en una sociedad individualista con ¿Dónde está mi tribu? (Clave intelectual, 2013), de Carolina del Olmo, al deseo de ser madre y los problemas de fertilidad en la autobiográfica Quién quiere ser madre (Alfaguara, 2017),de Silvia Nanclares, o la lactancia como mandato en Lactancia materna: política e identidad (Cátedra, 2018), de Beatriz Gimeno.
En Mamá desobediente (Capitán Swing, 2019) Esther Vivas recoge el guante de reflexionar sobre la maternidad desde el feminismo. La autora no se centra en una sola cuestión: decide ir a por todas y aborda una amplísima variedad de temas. Por sus primeras páginas desfilan los estereotipos sobre la maternidad, las condiciones sociales que la dificultan, la infertilidad, las madres solteras, las madrastras, los vientres de alquiler, la relación entre feminismo y maternidad a lo largo de los años… Son tantos asuntos que se echa en falta que la autora hubiera escogido algunos de ellos y hubiese profundizado más, ya que se apuntan cuestiones muy interesantes que a veces se quedan en pinceladas. La segunda y la tercera parte del libro están más aterrizadas: en una se aborda la violencia obstétrica hacia las mujeres, tanto durante el embarazo como en el parto y en el puerperio, y en otra, la lactancia materna.
Feminismo y maternidad
Uno de los aspectos más interesantes del libro es su recorrido por la relación conflictiva entre feminismo y maternidad. De un feminismo de la primera ola que no cuestiona el rol reproductivo de las mujeres, dando por hecho que ser madre es algo que va incluido en el pack de ser mujer, se pasa a una segunda ola que pone en entredicho la maternidad como destino. Para Vivas, esa reivindicación del derecho a decidir sobre nuestro propio cuerpo y el rechazo a la maternidad obligatoria acaba derivando, en ocasiones, en un discurso que la invisibiliza o la concibe como una carga. Siguiendo a Adrienne Rich, se confunde el rechazo a la maternidad como institución (patriarcal, opresora) con la maternidad como experiencia.
A este rechazo se une una visión de la emancipación de las mujeres que pasa por salir al espacio público, integrarse en el mercado laboral y ganar independencia económica. “Cuando el feminismo identifica libertad e igualdad con trabajo asalariado tiende a menospreciar todo lo que sucede dentro de los hogares”, señala Vivas. Este imaginario de la liberación por el empleo y la equiparación con los hombres no cuestiona el mercado de trabajo y, en un contexto de precariedad generalizada, se hace difícil de sostener hoy. Como se pregunta Vivas: “¿La maternidad es un yugo y el mercado laboral no?”.
El feminismo tiene la tarea, y el empeño de Vivas forma parte de ella, de abordar la maternidad en un contexto muy distinto del de los años 60 y 70, con un Estado del Bienestar en descomposición, que no garantiza derechos básicos como la vivienda y que delega en las mujeres gran parte del trabajo reproductivo que ya no está dispuesto a asumir. En la actualidad, más allá del derecho a no ser madres, muchas mujeres se encuentran con la dificultad de poder llegar a serlo o de no morir de agotamiento cuando lo consiguen. “El problema”, afirma Vivas, “no es la maternidad, sino un sistema socioeconómico que da la espalda a la crianza y al cuidado”.
Para la autora el feminismo tiene que reivindicar la maternidad o, más bien, las maternidades en toda su diversidad como sujeto político. Tiene ante sí el reto de revalorizarlas sin caer en argumentos esencialistas. Un reto incómodo, ya que la dimensión biológica de la maternidad ha sido un terreno que gran parte del feminismo ha preferido ignorar. Cuando una se convierte en madre, o trata de serlo, se da de bruces con una realidad corporal ineludible. ¿Cómo reconocer esta dimensión sin empantanarse en un terreno abonado a discursos conservadores?
Vivas concluye reivindicando una maternidad feminista que rompa con la maternidad patriarcal y con la neoliberal sin renunciar a vivir la experiencia materna. Algo que suena muy bien pero que corre el riesgo de quedar como una voluntariosa consigna. ¿En qué consiste ser sujeto político como madre? ¿En qué se concreta esa maternidad del 99% que defiende?
Violencia
En la segunda parte del libro Vivas se centra en la violencia obstétrica, la que se ejerce sobre los procesos reproductivos de las mujeres. La autora echa la vista atrás y reconstruye cómo el parto se fue medicalizando y ha acabado por tratarse prácticamente como una patología en la que mandan los médicos y donde las mujeres son objetos pasivos. También denuncia cómo se instauran prácticas agresivas cuya aplicación masiva no tiene justificación médica (episiotomías por sistema, rasurados y cesáreas innecesarias, entre otras) y cómo el maltrato de muchos profesionales a las mujeres se ha convertido en algo demasiado frecuente, como advierten organizaciones como El Parto es Nuestro. Vivas defiende la necesidad de realizar partos respetados, en los que se tenga en cuenta la voz y las necesidades de las mujeres.
La teta es la leche, pero no para todas
La tercera parte, con el elocuente título “la teta es la leche”, es una reivindicación de la lactancia materna. La autora desgrana las virtudes y cualidades de la leche materna y realiza un breve recorrido histórico por las diferentes prácticas de lactancia a lo largo de la historia. Se detiene en examinar cómo la industria de la leche artificial, con la complicidad de los estamentos médicos, impuso el biberón por razones que no tenían nada que ver con la salud de los bebés y cómo desde hace pocas décadas se está volviendo a recuperar la lactancia materna.
Si para Beatriz Gimeno la lactancia materna se ha convertido en un mandato de género, casi una mística de la maternidad entregada, para Vivas no está lo suficientemente protegida ni promovida por los poderes públicos. No se puede practicar en público con tranquilidad, está mal vista mantenerla a partir del año y se pretende recluir en el espacio privado. En esta suerte de diálogo no escrito con el libro de Gimeno podría haber resultado interesante que Vivas abordase algo que pone de manifiesto la primera: que la lactancia se ha convertido casi en una obligación moral autoimpuesta para muchas mujeres. Aunque no se compartan las tesis de Gimeno, se puede reconocer que el convencimiento de que la lactancia es lo mejor para los bebés también puede provocar que muchas madres sufran lo indecible por dar teta a pesar de las grietas y los dolores.
Más allá de la reivindicación de la lactancia, lo interesante es como Vivas describe las contradicciones que atraviesan esta práctica en un escenario neoliberal. Así, evidencia la esquizofrenia de una sociedad cuyos médicos recomiendan la lactancia y la prescriben en exclusiva hasta los seis meses, pero que concede unos de los permisos de maternidad más bajos de la Unión Europea y pretende que la lactancia se compagine con unos horarios laborales interminables. También señala cómo el neoliberalismo saca provecho de esta esquizofrenia, generando una nueva industria del sacaleches. ¿Qué quieres seguir dando leche materna? No hay problema, ahora puedes sacarte leche en el trabajo y hasta en el coche, para que otra persona dé el biberón al bebé con tu leche.
Vivas admite que la clase social determina en buena medida el tipo de lactancia: si hace unas décadas eran las mujeres de clase trabajadora quienes más la practicaban, mientras las clases medias y altas optaban por el biberón, ahora la relación se ha invertido. Más que estilos de vida u opciones individuales, para Vivas las prácticas de crianza están condicionadas por el contexto socio económico en el que se practican. “Si se considera la lactancia materna como una decisión personal”, señala, “toda la responsabilidad acaba recayendo en las mujeres y se esconden las desigualdades sociales que hacen que para algunas sea más fácil dar la teta que para otras”.
En definitiva, Mamá desobediente es una buena puerta de entrada a muchos de los debates pendientes sobre maternidad que tiene el feminismo hoy en día, algunos de los cuales probablemente empiecen a reclamar pronto una discusión más ambiciosa.