El libro que plantea las preguntas sobre la maternidad post #MeToo

Alba Correa | Vogue

“Creo que la maternidad te reafirma en tus principios feministas, o hace que des el paso hacia el feminismo si no lo has dado aún”. Habla Esther Vivas (Sabadell, 1975), periodista y socióloga, autora también de Mamá desobediente, el título editado por Capitán Swing que propone, tal y como reza el subtítulo del libro, “una mirada feminista a la maternidad”. Vivas ha hundido sus manos con este libro (editado por primera vez en catalán por la editorial ARA Llibres) en una masa todavía poco trabajada: concienciar sobre cómo los problemas asociados a la maternidad son, en gran medida, derivados del sistema patriarcal. Una reflexión que acompaña a otra prácticamente consecutiva; que el feminismo no solo no es enemigo de la experiencia materna (un lugar común extendido, aunque falso), sino que es necesario para “liberarla”, tal y como explica seguidamente la propia Vivas.

¿Qué ha ocurrido entonces para que esta impresión errónea esté tan generalizada?, le preguntamos a la autora. Pues que “los sectores más conservadores han secuestrado la maternidad, la han patrimonializado”, responde Vivas. De ahí que al reivindicar la maternidad, -justo lo que ella pretende con este libro-, pareciera que se reivindica otra cosa, más ligada a una imagen de otro tiempo, en la que teníamos muchas menos posibilidades como mujeres. Nada más lejos de la realidad, sin embargo: “reivindicar la maternidad significa liberar la experiencia materna, que las mujeres tenemos derecho a vivir sin las imposiciones del sistema”.

Asumir que no somos capaces de llegar a todo permite tener una experiencia materna mucho más positiva”

No es país para madres

De qué hablamos cuando hablamos de estas imposiciones es algo que tiene que ver con la misma idea que motiva y pone en marcha el proceso de escritura de este libro: la de que la sociedad es hostil a la maternidad. “Se nos plantean ideales de maternidad inasumibles”, explica Vivas. “De un lado, el ángel del hogar, la madre abnegada, a la que solo se le plantea como alternativa la idea de super mommy, capaz de llegar a todo, 100% disponible para el mercado de trabajo”. Y es que hemos de admitir que la responsabilidad (pocas veces compartida) de los cuidados se añade a la de las obligaciones profesionales fuera del espacio del hogar, y que el empeño de llegar a todo genera una carga mental difícil de gestionar. “Estos modelos son útiles al sistema, pero invisibilizan la verdadera experiencia materna”, comenta Vivas. “Creo que es necesario sacarla del armario, sacar sus contradicciones, la forma en la que pone en cuestión nuestra vida personal, de pareja, laboral, etc. Asumir estas contradicciones, que no somos capaces de llegar a todo, permite tener una experiencia materna mucho más positiva, si no siempre cargamos con el sentimiento de culpa”.

Pero la idea de que la sociedad es intrínsecamente hostil a la maternidad va más allá de nosotras mismas, y atiende a la estructura socioeconómica. Para muestra solo hay que observar, tal y como nos indica Vivas, cómo las recomendaciones de lactancia, -que se extienden hasta los seis meses- entran en conflicto con los períodos de baja por maternidad (de sólo 16 semanas). Pero hay mucho más: las inseguridades sociales, la precariedad laboral, la inaccesibilidad de la vivienda y la contaminación y exposición a tóxicos en las ciudades son algunos de los motivos que Esther Vivas localiza como causas profundas tras los problemas de infertilidad. “Los problemas de infertilidad no son problemas individuales, sino una patología social”, advierte Vivas, que entiende que los problemas económicos y la precariedad han convertido la maternidad, sino un privilegio al alcance cada vez de menos personas, al menos en una etapa de la vida que a menudo se ve retrasada involuntariamente, en busca de edades en las que la estabilidad económica es mayor, aunque eso comporte nuevas dificultades para la concepción.

Cuando entras en la espiral de la reproducción asistida esto tiene un coste no solo económico, también emocional. Te preguntas hasta dónde llega el deseo por la maternidad y hasta qué punto es sostenible el desgaste”

La infertilidad, un mal compartido

Sobre infertilidad Vivas ha escrito con una voz a ratos dolorosamente personal, ya que los problemas de fertilidad han sido parte de su propia historia, de la historia que la lleva hasta el nacimiento de su propio hijo. “Para mí la infertilidad es una experiencia muy dura. Nos venden las técnicas de reproducción asistida como algo asegurado, y esto es una gran falacia porque no garantizan tener hijos, y convivir con la incertidumbre durante años supone una frustración añadida. Cuando entras en la espiral de la reproducción asistida esto tiene un coste no solo económico, también emocional. Te preguntas hasta dónde llega el deseo por la maternidad y hasta qué punto es sostenible el desgaste”, cuenta. La autora quiere también llamar la atención sobre el hecho de que no poder tener hijos es aún considerado como un fracaso social a muchos niveles, sobre todo para las mujeres, mientras para que ellas es considerado un estigma, para ellos es directamente un tabú. ”La infertilidad masculina en los países occidentales ha aumentado de manera muy significativa en los últimos 40 años”, explica Vivas. “En una sociedad patriarcal reconocer la infertilidad masculina es mucho más difícil que culpabilizar a la mujer, y esto hace que las consecuencias físicas (someterse a tratamientos de reproducción asistida) y emocionales recaigan sobre ellas”.

Sobre cómo ha cambiado la conversación en torno a la fertilidad, Esther Vivas tiene una impresión muy clara: “creo que las mujeres jóvenes empiezan a abordar este debate, a pensar ‘tengo 30 años, tal vez cuando quiera tener hijos no podré’. Las mujeres de mi generación no vivimos este debate, vivimos engañadas pensando que siempre íbamos a poder tener hijos. Y creo que es un debate que es hora de que también lo empiecen a tener los hombres. Siempre se dicen que pueden tener hijos a cualquier edad, pero sus problemas de infertilidad también existen”.

Vivimos en una sociedad que da la espalda a todo lo que implican los cuidados. Es importante subrayar que hay que adaptar la sociedad al cuidado, y no al revés”

Una conversación urgente: la de la niñofobia o el llamado adultocentrismo

Cada vez son más las voces que se alzan para llamar la atención sobre un mundo en el que echan en falta espacios amigables para niños. “Hay un cierto discurso que nos dice que los padres estamos supeditados a las criaturas. Que habla incluso de pequeños dictadores. Yo creo que esto es absolutamente falso”, apunta Vivas. “Creo que vivimos en una sociedad que da la espalda a todo lo que implican los cuidados. El mercado de trabajo y las ciudades no están pensados para el cuidado ni para los más pequeños. Es importante subrayar que hay que adaptar la sociedad al cuidado, y no al revés”.

Un problema que para la autora comenzaría a abordarse al atajar la cuestión del tiempo que los padres pueden pasar al cabo del día con sus hijos. “Lo que revelan varias encuestas a padres y madres”, -puntualiza-, “es que lo que echamos en falta es tener tiempo para dedicar a nuestras criaturas. Cuando a las dieciséis semanas te tienes que incorporar al trabajo y dejar a tu bebé de cuatro meses 9 o 10 horas en la guardería, creo que como sociedad tenemos un problemas.”

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