Marina Segovia | Mujeres a seguir
En su último libro, la periodista y escritora Esther Vivas analiza los retos a los que se enfrentan las madres de hoy en día. Editado en castellano por Capitan Swing y en catalán por Ara Llibres, Mamá desobediente es un relato crudo, sin edulcorar, que retrata su propia experiencia y los retos a los que se enfrentan las mujeres desde el momento que deciden ser madres hasta los primeros meses de vida de sus hijos.
El libro propone una mirada feminista de la maternidad, pero ¿en qué consiste eso exactamente?
Una maternidad feminista implica reivindicar el derecho de las mujeres a decidir en nuestro embarazo, parto y posparto. Algo que nos es negado. A las embarazadas a menudo se nos trata con paternalismo, se considera que no sabemos parir y demasiadas veces se confronta nuestra decisión y deseo al bienestar del bebé. Cuando toda criatura, en el embarazo, lo que necesita es que su madre esté bien. Para revertir estas prácticas creo que es imprescindible una formación feminista y con perspectiva de género en la atención sanitaria del embarazo y el parto.
¿Cómo podemos derribar el mito de la supermadre, de la madre perfecta?
Sacando la maternidad real del armario y diciendo que lo que nos han contado sobre la experiencia no tienen nada que ver con la realidad. El posparto no es de color de rosa ni a los dos días de dar a luz vuelves a estar ‘perfecta’. Tener una criatura, y más si es la primera, hace tambalear tu vida personal, profesional y de pareja. No es fácil. Quieres a tus hijos con devoción, pero muchas veces no puedes más con ellos. He aquí la ambivalencia de la maternidad. Reconocerla es la mejor manera de tener una experiencia materna satisfactoria.
¿Tus ideas previas sobre la maternidad diferían mucho de la realidad?
Antes de quedarme embarazada nunca llegué a pensar que la maternidad sería esto. Y no me refiero tanto a lo que sucede después del parto, sino a lo que sucede antes. En mi caso, a las dificultades para quedarme embarazada, tener que someterme a un tratamiento de reproducción asistida, con todo el silencio y la dureza que conlleva. O sufrir una pérdida gestacional, con tanto dolor no reconocido. En el libro hablo de estas experiencias en primera persona, porque creo que sacarlas a la luz permite normalizarlas y no sentirnos tan solas.
¿Es la incertidumbre el mayor miedo durante el embarazo?
En buena medida sí, y no solo en el embarazo sino también en el parto. El miedo a lo que pueda suceder, a ese famoso por si acaso. Es algo que nos conduce a dejar por completo el embarazo y el parto en manos del equipo sanitario. Sin embargo, este miedo es una construcción sociocultural. Nos la han inculcado desde pequeñas. De este modo, las mujeres acabamos por desconfiar de nuestras propias capacidades y asumimos como inevitable el ritual medicalizado, delegando en los expertos. A partir de este miedo se erige la autoridad médica. Por eso en el libro afirmo que nos han robado el parto.
Mientras en países como Estados Unidos se restringe el aborto, en otros se plantea regularizar los vientres de alquiler. ¿Hasta qué punto crees que la maternidad puede legislarse?
El problema es que la maternidad se sigue utilizando como un instrumento para controlar el cuerpo de las mujeres. De aquí que sea tan importante reivindicar la maternidad en clave feminista. Mi cuerpo es mío tanto para decidir si quiero abortar como para decidir si quiero tener hijos y cómo los quiero tener. La gestación subrogada busca apropiarse de la capacidad de gestación de las mujeres, convirtiendo el útero y el embarazo en objeto de negocio. No es una técnica reproductiva más, sino un proceso biológico mercantilizado por el sistema capitalista. Los contratos firmados, de carácter irreversible, obligan a las madres gestantes a renunciar a su cuerpo a lo largo de los nueve meses de embarazo. Y el pequeño, tras el parto, es alejado de su madre gestante, infringiéndole un trauma y una pérdida enormes, como afirman desde la psiquiatría perinatal. Querer ser madre o padre es comprensible, pero no se pueden anteponer deseos individuales a derechos colectivos y de terceros.
Afirmas que no hay riesgo a la hora de parir en casa y que todas deberíamos poder elegir esa opción.
Parir en casa, cuando está planificado y es atendido por comadronas, en embarazos de bajo riesgo, es una opción tan segura como ir al hospital. A pesar de que se insista en que es peligroso, los estudios científicos no dejan lugar a dudas, las tasas de mortalidad materna y perinatal de los partos domiciliarios y hospitalarios son similares. Además, en el parto en casa, en la medida en que se respeta el parto fisiológico, las posibilidades de sufrir una cesárea o una episiotomía se reducen y el nivel de satisfacción de la mujer es mayor. Sin embargo, esta opción no se incluye en la sanidad pública, como sí sucede en otros países como Holanda o Gran Bretaña. Aquí las mujeres que dan a luz en el hogar se lo tienen que costear de su bolsillo, con la discriminación que esto conlleva.
Uso de fórceps, episiotomías, la maniobra de Kristeller,… En el libro hablas de “violencia obstétrica”.
La violencia obstétrica es una realidad demasiado cotidiana en nuestros paritorios. Lo demuestra el alto número de partos instrumentales, episiotomías, cesáreas y partos inducidos, una cifra mucho más alta en España que en otros países europeos. También es frecuente el trato infantilizador así como la separación de madre y bebé nada más nacer. No son casos puntuales, de mala praxis, sino que forman parte estructural de la atención al parto.
Dedicas varios capítulos a la lactancia y te declaras lactivista. ¿En qué consiste eso?
El lactivismo defiende el derecho de las mujeres y los bebés a dar y a recibir el pecho dónde y cuándo estos deseen, sin miradas ni comentarios de desaprobación. Hay una razón práctica para dar la teta en el espacio público, porque un bebé no sabe de horarios, pero también hay motivos políticos, ya que las dificultades para hacerlo impiden su normalización y vulneran el derecho a dar y a recibir el pecho. La mejor manera de cotidianizar la lactancia materna a demanda es haciéndola visible.