Patricia Morales | Paula La Tercera
“Dar la teta es una práctica feminista”. Con este encabezado –que para muchas puede resultar absolutista– parte una de sus publicaciones Esther Vivas, periodista española y autora del bestseller Mamá desobediente, cuyo objetivo es contribuir a pensar y vivir la maternidad desde una perspectiva feminista. Ella explica que amamantar es una práctica feminista y no porque las mujeres que lo hacen sean más feministas que las que no. Tiene que ver con que la acción de amamantar es en sí misma feminista. “Implica la máxima autonomía de la mujer en la alimentación de su criatura y también reconciliarnos con nuestro cuerpo y nuestra capacidad lactante”, dice en su publicación.
Allí también expone que un feminismo que no apoye la lactancia materna expresa, aunque sea de manera involuntaria, un malestar y una desconfianza hacia el cuerpo femenino y nuestra capacidad biológica. “El carácter biológico de la maternidad es el que ha utilizado el patriarcado para imponernos la maternidad como destino. Sin embargo, la respuesta no puede ser negar la biología de la maternidad, sino que reivindicar el embarazo, el parto y la lactancia como derecho a decidir sobre nuestro cuerpo”, explica.
No se trata de romantizar la lactancia materna, pero sí de constatar que como mujeres tenemos la capacidad de amamantar. Bien lo sabe Francisca Roa (34), que cuando se enfrentó por primera vez con la lactancia sintió que no se la pudo. “Fue terrible, porque me había preparado para amamantar con cursos y asesorías, pero nunca me salió leche. Y fue frustrante, porque justamente como me había preparado tanto, me costó abrazar la idea de que nunca podría amamantar a mi hijo”, confiesa. Pero cuando nació su segunda hija, todo fue diametralmente distinto. “No sé si fue que ya no sentía la presión de ser primeriza, pero esta vez iba con cero expectativas y mi hija acaba de cumplir 2 años y la sigo amamantando”, cuenta. Dice que no cree que una vez fue mejor mamá que otra, pero sí siente que la primera vez fue tanta la presión que sintió, que finalmente su cuerpo se cohibió. También cree que tuvo que ver con que después de parir a su primer hijo tuvo que comenzar a trabajar inmediatamente y no tuvo tantos espacios de tranquilidad para conocer su cuerpo y sus tiempos.
Esto último es algo que Esther Vivas plantea en sus publicaciones. Y es que el hecho de dar pecho no debería ser incompatible con el empleo. “Necesitamos un mercado de trabajo que acoja la lactancia materna y no discrimine a las madres”, dice, e insiste en que no se trata de juzgar a una madre por su lactancia, muy por el contrario, se trata siempre de apoyarla opte por la lactancia que opte, lo cual no entra en contradicción con defender la lactancia materna y las connotaciones feministas que tiene dicha práctica”.