Betty Gaspar | La Lista
Hoy las madres deben desobedecer al sistema patriarcal. Así es como el libro Mamá Desobediente. Una mirada feminista a la maternidad, de la escritora, periodista y socióloga catalana Esther Vivas busca que la maternidad sea vista con una perspectiva feminista, para ejercer la crianza de forma libre y sin prejuicios o moldes que se deban cumplir.
El libro aborda las diferentes maternidades, el parto, la violencia obstétrica y la lactancia materna desde una perspectiva feminista y ecologista, que surgió debido a la experiencia de Vivas al convertirse en madre en 2015.
Tras lanzar su obra en 2019 en España, su aceptación fue tal que ya se ha publicado en siete países y ahora llega a México, con una ilustración de la artista mexicana Eréndira Derbez. En entrevista para La-Lista, la autora comparte lo que este libro ha generado en su carrera y las diferentes aristas universales que comparten las mujeres alrededor de la maternidad desde Europa hasta Latinoamérica.
La-Lista: ¿Cómo surge Mamá Desobediente?
Esther Vivas (EV): A partir de mi experiencia como madre y tomo conciencia de lo invisible que es la maternidad real, de todas las dificultades que implica ser madre y las contradicciones inherentes a la experiencia materna. También cómo es de invisible en movimientos sociales que aspiran a cambiar este sistema, en particular en el seno del movimiento feminista.
Tenía la inquietud de reflexionar para voltear a ver desde una perspectiva de género y feminista. En el libro cuento mi experiencia personal, además de ser un relato sociológico y periodístico de la maternidad en clave feminista, con varias pinceladas históricas de las experiencias de muchas mujeres, intento reflejar las luces y sombras, y muchos de los silencios que rodean la maternidad.
L-L: ¿Por qué compartir tu experiencia?
EV: Lo abordo en primera persona sobre mis problemas de infertilidad, de la pérdida gestacional que tuve con mi segunda hija y cuestiones que no se nombran que hacen que cuando las transitamos pensemos que que somos las únicas y nos sintamos solas, incomprendidas y con culpa, cuando estas experiencias son más habituales de lo que se dice.
L-L: ¿Cómo abordas la infertilidad?
EV: Narro los problemas de infertilidad de origen desconocido tanto míos como de mi pareja y el sometimiento a diferentes tratamientos de reproducción asistida. Por eso es importante que cuando hablamos de infertilidad no es algo en particular de esa persona que los sufre sino de causas políticas, sociales y ambientales vinculadas, vivimos en un contexto en el que estamos más expuestos a contaminantes ambientales y alimentarios que minan la fertilidad humana de mujeres y hombres, y de otras especies.
Pero también están todas aquellas mujeres que posponen la maternidad hasta tener una cierta estabilidad personal, social y económica que nunca llega, y te planteas ser madre con 35, 38 o 40 años que presentan problemas de infertilidad. En un contexto que no acompaña a la maternidad y que dificulta la experiencia de ser madre, que además de invisibilizar la experiencia también precariza nuestras vidas lo que dificulta el hecho de que te plantees tener hijos.
L-L: ¿Cómo fue la reacción en España y cómo eso desencadena la llegada a América Latina?
EV: En 2019 se publicó en España con una acogida muy buena y ya con un poco más de 10 ediciones en lengua española y catalana. En 2020 llegó a diferentes países con publicaciones nacionales como Argentina, que ya cuenta con cuatro ediciones y más de 8,000 ejemplares, Chile y Bolivia. Ahora en 2021 aterriza en México y próximamente en Brasil y Puerto Rico.
Esto muestra que aunque la maternidad es una experiencia personal también tiene elementos de carácter universal. Mamá Desobediente comparte vivencias y experiencias que viven muchas mujeres en todo el mundo: culpa, soledad, malestar con la experiencia materna. Además de que maternamos en una sociedad que sostiene a la experiencia materna, con licencias ridículas, violencia obstétrica, donde la conciliación es una utopía y responsabiliza solo a las mujeres de la crianza sin la posibilidad de tener vida propia.
Al final, la maternidad viene sometida a unos dictados patriarcales y capitalista que invisibiliza a las mujeres, supedita el cuidado y la crianza a lo productivo, algo común en España o México.
L-L: ¿Cómo has visto la respuesta de la sociedad al hecho de ser madres?
EV: Con una profunda hipocresía que alaba la maternidad y el hecho de ser madre, pero ensalza una maternidad idílica y romántica que no tiene nada que ver con la experiencia real. Se nos dice que debemos ser madres con un determinado prototipo: abnegada, sacrificada y super woman que llega a todo y nunca se equivoca, pero si mostramos nuestras necesidades reales y expresamos quejas y dificultades, exigimos licencias de maternidad más largas y partos respetados, es entonces cuando las madres ya no somos simpáticas y nos dan la espalda.
Lo mismo pasa con la infancia al idealizarla, toda blanquita, calladita y sonriente, mientras se da la espalda a las necesidades reales de la infancia. Cuando el niño chilla, grita, corre o juega, entonces ya molesta. Es importante destapar esta maternofobia y niñofobia del sistema actual y que con la pandemia los derechos de madres y pequeños se han vulnerado, mientras muchas de ellas deben seguir trabajando y cuidando a sus hijos como si nada sucediera y como si ambos fueran compatibles, generando mucho estrés.
L-L: ¿Las nuevas generaciones están tratando de romper estos muros?
EV: Las feministas de los 70 se rebelan contra el sistema y caen en un discurso antireproductivo, es decir, el patriarcado me impone ser madre y yo decido no serlo, gracias a su lucha podemos decidir ser madres o no.
Hoy hay una nueva generación que somos madres feministas que vemos la maternidad con otros ojos y que nos permite mirar la maternidad con menos prejuicios y distinguir la imposición e ideal maternal de la experiencia real, que pese a las dificultades se puede vivir con placer y que es central en la vida de muchas mujeres. Debemos reivindicar una experiencia materna con derechos, con libertad y digna, y solo se puede lograr desde el feminismo.
L-L: ¿Cómo defender la experiencia propia de la maternidad?
EV: Hay tantos modelos de madres y de hijos porque nuestro contexto influye. El gran problema es que no se habla de esta maternidad real, de cómo la sociedad y economía determina nuestra experiencia materna, y cuando tu experiencia no concuerda con lo que te han dicho genera mucha frustración. Piensas que es tu culpa cuando en realidad no es así. Hay que decir que ser madre significa poner patas arriba tu vida anterior y que cambia tu relación con tu pareja, con tus amistades, con tu familia y con el empleo.
Hay que sacar la maternidad real del armario para que las mujeres podamos tener una experiencia más satisfactoria. Entender que ser buena madre es equivocarse, es no llegar a todo, es fracasar, no lo que nos han contado. Necesitamos hablar y normalizar la experiencia real de la maternidad que nos dé gozo y satisfacción.
L-L: Pero también existen otros ejes que si nos atraviesan nos hacen vulnerables a sufrir discriminación
EV: Cuando miramos la experiencia materna y lo que la rodea, viene atravesada por desigualdades de género y clase social. Si eres de pocos recursos económicos, tendrás más dificultades a la hora de llevar a cabo la maternidad, porque a diferencia de una mujer de clase medio que se preocupa por compaginar crianza y trabajo, tú piensas cómo llevar de comer y un techo a tus hijos.
Las mujeres con más precariedades tienen mayores dificultades para amamantar y un parto respetado. Es fundamental garantizar los derechos a las madres.
L-L: ¿Y la violencia obstétrica?
EV: Hemos normalizado una serie de prácticas al parir que creemos que así debe ser, pero el hecho de que te practiquen una cesárea sin ser necesaria, que le den fórmula a tu bebé sin tu consentimiento, que se burlen de ti o te ofendan, no es correcto y hace que la mujer que la sufre, le genere un daño a nivel físico y emocional que es difícil sanar. Unas prácticas que se agudizan más en un contexto como el de la pandemia.
Y cuando las madres lo expresan les dicen que ‘por qué se quejan si tiene un hijo sano y ella está bien’. En México vemos que uno de cada dos nacimientos es por cesárea, cuando la OMS recomienda que sea uno de cada 10, aquí tenemos un problema. Esto requiere una reparación social y de acompañamiento. Solo podremos sanar las heridas de la violencia obstétrica si reconocemos que existen y la podemos identificar, hasta que no veamos a la mujer como sujeto pleno de derechos, difícilmente modificaremos esta situación.
L-L: Mamá Desobediente habla de diferentes tipos de madres…
EV: Es importante visibilizar que la maternidad es plural y diversa, que va más allá de la biología, como las adoptivas o las mal llamadas ‘madrastras’, las madres solas que crían sin un marido al lado y que se enfrentan a múltiples dificultades económicas y un estigma, y las no madres, con estas últimas parece que hubiera una guerra entre ellas y las que sí lo son.
Cuando hablamos de maternidad es importante plantear alianzas entre las mujeres porque la maternidad necesita de menos juicio y más sororidad entre nosotras, de apoyo mutuo para las que deciden no tener hijos y las que no pueden tenerlos. Tan difícil es ser madre como no serlo. Si decides serlo te van a juzgar y culpabilizar de todo, si decides darle biberón, si tienes uno o tuviste más, si eras joven o no, siempre nos van a criticar, necesitamos apoyo y entender que cada una tiene un contexto determinado que afecta cómo criamos y maternamos.
Si decides no ser madre, también es muy difícil porque el sistema considera que como eres mujer debes tener hijos, se te cuestiona, se cree que estás incompleta o sola. Es importante, desde una perspectiva feminista de la maternidad, plantear una alianza porque todas nos enfrentamos al sistema patriarcal que vulnera nuestros derechos.
L-L: ¿Crees que tu libro ha generado redes de mujeres?
EV: La ola feminista actual ha ayudado a sacar muchos temas vinculados a la maternidad. Siento que ha conectado con el sentir de muchas que se han sentido huérfanas de referentes o que hemos sentido que desde el feminismo se daba la espalda a la maternidad. También me he encontrado el feedback de mujeres que se han sentido solas en su experiencia materna, muchas de ellas que pensaban que su deseo de ser madre iba en contra de su feminismo, pero que no es así, que el feminismo debe incluir este tema en su agenda. Creo que el libro es un instrumento útil para ver desde otra óptica.
L-L: ¿Cómo es una mamá desobediente?
EV: Es una madre que desobedece al ideal de buena madre, abnegada, sacrificada, sin vida propia, del establecido que genera culpa y malestar. Desobedece al ideal de mujer profesional de éxito que debe estar disponible para el empleo y la crianza. Esos modelos no son reales y solo sirven a un sistema que invisibiliza la maternidad.
Una madre desobediente reivindica lo que es decidir sobre su cuerpo, sobre su embarazo, parto y lactancia, algo que nos han robado al decirnos que no podemos decidir. Es aquella que se reconcilia con sus capacidades biológicas, que no somos cuidadoras por naturaleza y no tenemos un instinto maternal innato que nos lleva a reproducirnos, porque ese vínculo se construye con el contacto con esa criatura.
Para mí todas las mamás son valientes porque lo hacemos en un contexto con muchas dificultades. Me es difícil no ver la maternidad desde una perspectiva feminista porque entonces, ¿de qué maternidad estamos hablando? Debemos construir un relato propio al hegemónico patriarcal.