Ida Luna | Opinión Bolivia
Desde una mirada biologicistas, las mujeres debemos pensar sobre la maternidad, desde muy temprana edad, aunque no queramos. Desde la primera menstruación, ni qué decir cuando comenzamos la vida sexual ya que todo el tema de cuidado normalmente recae sobre nosotras. A lo largo de nuestra vida hacernos cargo, primero de no quedar embarazadas a temprana edad, pasados los años ya también preocuparte de porque no puedes. Y un tema pendiente son las consecuencias en nuestros cuerpos por la medicación hormonal casi sin información por parte de un sistema de salud cansado, sobrecargado, poco empático y muy conservador. La figura de madre “abnegada” que siempre es señalada con alguna “culpa”, basta con escuchar o leer cualquier nota de prensa donde este estereotipo se refuerza todos los días de nuestra vida.
Queriendo discutir estos y otros temas en este mes dedicado a la maternidad, un libro que recomendamos es Mamá desobediente. Una mirada feminista a la maternidad de Esther Vivas (Sabadell (España), 1975), disponible en Bolivia gracias a la Editorial El Cuervo; es un libro que todas las mujeres, queramos/seamos madres o no deberíamos leer.
¿De qué hablamos cuando nos referimos la experiencia de la maternidad?
Cuando estamos hablando de la experiencia de la maternidad, hablamos de una experiencia que por un lado pasa por el cuerpo, si hablamos de una maternidad biológica. Pero la maternidad va más allá del cuerpo, es decir no solo hay una maternidad biológica. También existen las maternidades adoptivas.
Creo que tenemos que mirar a la maternidad en plural y entender que la maternidad va mucho más allá de esa idea romántica de una madre con criaturas, casada, etc. La maternidad es mucho más compleja. Y por otro lado hay que entender que la maternidad es una experiencia central para esas mujeres que han decidido ser madres y que el cuerpo juega un papel central en esta experiencia. Es decir, la maternidad tiene un papel biológico que es innegable y que está vinculado a la gestación al parto y al post parto y a la lactancia. Creo que como mujeres tenemos que tomar conciencia de que podemos transitar estos procesos si es que queremos. Porque a lo largo de la historia, las sociedades modernas nos han hecho creer que las mujeres no podemos gestar, no podemos parir y tenemos que consultar todo esto con expertos profesionales que nos van a enseñar como hacerlo.
Creo que tenemos que recuperar la confianza en nuestras propias capacidades y entender que podemos transitar estas experiencias si así lo deseamos.
¿Qué piensas del instinto maternal?
Desde mi punto de vista cuando se habla del instinto maternal es una construcción social, las mujeres no nacemos con un instinto que nos lleva sí o sí a reproducirnos. Las mujeres podemos escoger si somos madres o no, no hay un elemento instintivo a diferencia de otras especies animales. En este sentido, a veces cuando se habla de instinto se hace referencia al carácter biológico de la maternidad, pero no significa que las mujeres instintivamente deseemos ser madres. Hay mujeres que lo desearán y otras que no, es importante tener en cuenta esta consigna de las compañeras feministas en América Latina que dicen la maternidad será deseada o no será.
De hecho, cuando hablamos del carácter biológico de la maternidad y todo lo que significa vemos que la misma oxitocina que desarrolla una mujer que ha dado a luz y lo amamanta, también desarrolla esta oxitocina una madre adoptiva o un padre implicado, esta hormona del amor no solo se desarrolla si tu das el pecho a tu bebé, sino que también se desarrolla si tú te implicas en la crianza. El contacto con ese bebe, con ese ser dependiente también te va generar oxitocina. Creo que es muy importante acabar con esta idea del instinto materno que ha sido el instrumento que ha usado el patriarcado para imponernos a las mujeres, durante décadas, la maternidad como mandato y como destino.
¿Cuál es la diferencia entre maternar y el trabajo de cuidado?
Cuando hablamos de maternidad estrictamente, la maternidad pasa por cuidar de una criatura, de un bebé, de un niño, de una niña y esta es una faceta del trabajo de cuidados. Pero el trabajo de cuidados va más allá, puede implicar cuidar de una persona dependiente, de una persona enferma, de una persona mayor. Y aquí hay una diferencia con el hecho de maternar, que implica hacernos cargo, como decía, de un niño o una niña y a la vez el trabajo de cuidados también implica hacerse cargo de las tareas domésticas. Implica hacerse cargo de la compra de la cocina, de la limpieza del hogar, tareas que históricamente se han considerado tareas femeninas que las mujeres tenemos que hacer de manera gratuita que no han estado remuneradas y no han sido valoradas.
En la actualidad cuando muchas mujeres se incorporan al mercado de trabajo, estos trabajos de cuidados a menudo han sido delegados a otras mujeres en condiciones laborales de precariedad, a menudo en mujeres migrantes, mujeres con pocos recursos económicos y aquí se ha consolidado una espiral de la invisibilidad del trabajo de cuidados. Creo que hay que sacar a la luz esta realidad y reivindicar el cuidado como una responsabilidad y tarea de todos, al margen de nuestro género.
Todos tenemos una historia familiar que nos ha marcado y el primer lugar donde debemos trabajarnos es con nosotros mismos. ¿Qué piensas de la importancia de la terapia individual?
Ser madre es una responsabilidad individual, es la responsabilidad de esa madre que tiene a esas criaturas a su cargo. Pero en realidad la experiencia materna viene muy atravesada por el contexto social y es completamente hostil a la experiencia materna, al hecho de tener hijos. Solo hace falta ver la discriminación de las madres en el empleo, las licencias de maternidad tan ridículas que tenemos que son tan incompatibles con el hecho de recuperarse tras el parto; poder dar de mamar a tu criatura durante seis meses como recomiendan todas las instancias de salud. Vemos esta sociedad anti maternal y anti infancia, de los comentarios que podemos oír de los que están a nuestro rededor poniendo en cuestión nuestra capacidad de lactar. O también lo podemos ver en la poca información que tienen muchos profesionales sanitarios en acompañar a las mujeres en su lactancia, o en la vulneración que sufren muchas madres a través de prácticas violentas. Todo esto lo que pone de manifiesto es que, mi experiencia materna no depende solo de mí, depende mucho del contexto en el cual me encuentro y creo que esto es fundamental para en cierto modo liberarnos de la culpa. Todas las madres nos sentimos culpables porque no hemos podido dar el pecho como queríamos, o el tiempo que deseábamos, o nos resulta imposible conciliar el mercado de trabajo y nuestra crianza. El problema no somos nosotras, el problema es este contexto que dificulta la experiencia materna.
Tu libro ha sido editado en distintos países de América Latina y Europa, apropósito de este contacto me gustaría saber si has visto preocupaciones diferentes en torno a la maternidad entre América latina y Europa
Bueno por un lado cuando hablamos de la maternidad hablamos de experiencias personales, mi maternidad. Pero mi maternidad tiene toda una serie de elementos que coinciden con la maternidad de otras mujeres, porque al final la experiencia materna en la sociedad en la cual nos encontramos, ya sea en España o ya sea en Bolivia viene determinada por una serie de condicionantes parecidas a pesar de las diferencias de contexto. La maternidad está igual de supeditada a la poca visibilidad, al poco valor, está igual de vinculada a la culpa, está presente la violencia obstétrica, ya sea una maternidad vivida en España o en Bolivia. Hay una serie de elementos universales por el hecho de que la maternidad está supeditada a una lógica patriarcal y capitalista, tienen una dinámica globalizada. De aquí que el contenido del libro Una mamá desobediente ha conectado con el sentir de las experiencias de muchas mujeres, allí donde se ha publicado porque hay este elemento común.
Es cierto que hay algunas diferencias de contexto incluso entre algunos países de América Latina, pero hay un elemento en común que es la fuerte epidemia de cesáreas, la normalización de la cesárea y la gran cantidad de cesáreas que se hacen sobre el total de partos. En la mayor parte de los países en América Latina uno de cada dos partos se da por cesárea, es decir un 50% de los nacimientos. Cuando en España un 26% sobre el total de nacimientos. La Organización Mundial de la Salud y todas las instancias de salud dicen que una cifra justificable sería tener sobre el 10% al 15% del total de partos. Eso pone en evidencia que en América Latina se hacen muchas más cesáreas de lo que realmente hacen falta y esto tiene consecuencias en la salud de las mujeres y de las criaturas porque una cesárea es una operación de cirugía mayor.
Creo que esta epidemia de cesáreas es la punta del iceberg de la violencia que sufren las mujeres y los bebés en la atención sanitaria del parto. Otro problema en común en América Latina a diferencia de Europa es el fuerte peso de embarazos adolescentes y embarazos no deseados, de las dificultades de las mujeres en América Latina de acceder al derecho al aborto. En diciembre del 2020 vimos como las compañeras en Argentina, después de una larga lucha consiguieron tener acceso al derecho al aborto. Desde mi punto de vista el derecho al aborto es la premisa imprescindible para tener una maternidad libremente elegida porque si el derecho al aborto no se da estamos hablando de que se imponen maternidades no deseadas, esto es contrario a llevar una maternidad deseada y elegida.
¿Nos puedes explicar la idea de Adrienne Rich sobre la maternidad como institución y como experiencia?
Por un lado, muchas veces cuando hablamos de maternidad la asociamos a maternidad patriarcal, es decir esa maternidad impuesta y esa maternidad donde las mujeres no podemos decidir. Como feministas yo creo hay que acabar con este mandato y acabar con este ideal de la buena madre, la madre perfecta, abnegada que nunca se equivoca, por el contrario, reivindicar la maternidad con todas sus luces y sus sombras. Es aquí donde hay que diferenciar entre lo que es la maternidad patriarcal que nos imponen y lo que es la experiencia materna cuando es una experiencia libremente elegida por parte de las mujeres. Que es una experiencia por lo general muy satisfactoria, con luces y sombras, para esas mujer que han decidido ser madres y de esto precisamente habla Adrienne Rich, poeta intelectual feminista que a mediados de los 70 fue una de las pioneras en mirar la maternidad más allá de la maternidad patriarcal y en diferenciar entre lo que es la institución de la maternidad, es decir esta maternidad como mandato de lo que es la experiencia materna con todas sus contradicciones pero con la experiencia libremente elegida.
En tu libro nos propones “paternizar la maternidad”, ¿a qué te refieres’
A lo que hago referencia es a la importancia de que la maternidad sea considerada una responsabilidad de mujeres y también de hombres. Por eso también es importante que los hombres se impliquen desde el primer momento en la crianza. Me refiero a que si en una pareja, en una familia, si hay un padre – porque no siempre es así- es importante que este se implique desde el primer momento en la crianza y pueda hacerlo estando en contacto con la criatura, haciéndose cargo de sus necesidades, acompañando y apoyando a la madre en el postparto. Hay muchas tareas por hacer. Así que a pesar que la maternidad tiene un carácter biológico innegable, esto no quita que el hombre también se pueda y se deba implicar en la crianza de sus criaturas desde que son bebes hasta que son mayores.