César Tudela | La voz de los que sobran
Conversamos con la periodista y socióloga española sobre su más reciente libro, en el que declara que “una maternidad feminista es la que reivindica a la madre como un sujeto político”.
Quizás pasa inicialmente desapercibido o, tal vez, prejuiciosamente se ve inocente, pero el título del libro Mamá desobediente. Una mirada feminista de la maternidad, de la periodista y socióloga española Esther Vivas, es desde ese punto un llamado subversivo a romper una serie de silencios que rodean la experiencia materna y declararse en rebeldía frente al patriarcado.
Describiendo y resignificando los distintos conceptos y paradigmas que el modelo patriarcal y capitalista le ha impuesto a la maternidad en nuestra sociedad, la autora en el fondo arma el mapa del campo de batalla que ha significado históricamente el convertirse en madre. Una realidad donde este sistema desigual impacta al concepto hegemónico de maternidad y relega a la madre al plano privado, a una responsabilidad exclusiva de la mujer. Para Vivas, sin embargo, es todo lo contrario: la maternidad es un tema público y de todos.
“La maternidad siempre se reduce a la responsabilidad de la madre y va mucho más allá, y evidentemente, para que otra maternidad sea posible, necesitamos otras paternidades y otros modelos de ser padres y de acompañar, de entender y de implicarse en la crianza y lo que significa maternar”.
– ¿Cómo surge el impulso para escribir sobre la mirada feminista de la maternidad que propones?
– Esta necesidad, este sentimiento surge desde mi propia experiencia personal. Una vez quedo embarazada y tengo a mi hijo, tomo conciencia de cómo es de invisible la maternidad real. Y no solo en el conjunto de la sociedad sino, en particular, en el seno de los movimientos sociales que aspiran a transformar esta sociedad y también en el seno del movimiento feminista. En parte, como mujer feminista me sentí huérfana de referentes. Como que te conviertes en madre y tu agenda ya no forma parte de la agenda feminista; tus intereses y tus necesidades quedan al margen del programa feminista y, desde mi punto de vista, esto no debería ser así sino todo lo contrario, porque la maternidad implica a millones de mujeres.
– ¿Ha sido complejo instalar este tema dentro de un movimiento que cada día toma más fuerza y que una de sus luchas más potentes tiene que ver con el legítimo derecho al aborto libre y, por ende, manejar de otro modo la maternidad?
– Hay una vulneración de derechos, una discriminación y una desigualdad sistemática en relación a las mujeres que somos madres. Solo por estos motivos la maternidad debería ser una cuestión que el feminismo incorporara en su agenda. Desde ahí es que empecé a escribir sobre esto, bebiendo del trabajo que han hecho muchísimas otras feministas antes que yo en otros países, pero yendo un poco más allá y señalando la importancia de abrazar la maternidad desde el feminismo y también de mirar no solo el hecho de ser madre sino lo que implica el embarazo, el parto y la lactancia desde esta óptica feminista y de derechos, sin idealizar la maternidad, pero sí señalando el valor social que tiene y que históricamente le ha sido negado.
– En nuestra idiosincrasia, está muy naturalizado el hecho que cualquiera pueda opinar y meterse en el tema de la maternidad. Una de las intromisiones clásicas de nuestra sociedad es la pregunta a mujeres jóvenes de “cuándo van a tener hijos”. ¿Crees que desde ahí parte la violencia de la maternidad patriarcal de la que hablas en tu libro?
– Justamente desde la maternidad patriarcal que es la que se ha impuesto a las mujeres a lo largo de la historia, sin duda es violento. Es un modelo de maternidad reaccionario que vulnera derechos en relación a las mujeres que somos madres y que impone cierto tipo de violencia porque se asocia maternidad, desde este punto de vista, a dejar de tener vida propia, a dejar de tener otros intereses más allá del hecho de ser madre y de criar. Como que tienes que desaparecer como mujer tras la figura de la madre y al mismo tiempo tienes que responder a un determinado ideal de buena madre. Esa madre sacrificada y abnegada de toda la vida y al mismo tiempo, ser lo que hoy en día conocemos como la superwoman que da todo con un cuerpo normativamente perfecto y que siempre da todo de trabajo y claro, esto genera violencia. Por un lado, a nivel sicológico porque esto hace que las madres vivamos la maternidad con mucha culpa y malestar porque nunca llegamos a ser esa madre perfecta que nos dice el patriarcado y el capital que tenemos que ser, generando mucho malestar e infelicidad con la experiencia materna, y al mismo tiempo, tenemos una idea de la maternidad que no se corresponde con la realidad. Tenemos una idea de la maternidad romántica, de color de rosa en donde todo es bonito y fácil. Y eso es falso, la maternidad no tiene nada o muy poco que ver con lo que nos han contado, por eso es tan importante hablar de lo que significa ser madre, de las contradicciones, que ser madre quiere decir equivocarse, no llegar a todo, no poder más, quejarse y al mismo tiempo sacar una serie de temas que son silenciados del closet y hablar del dolor tras una pérdida gestacional, hablar de la violencia obstétrica, hablar de la depresión post parto. Esto es ser madre, esto de lo que no se habla es ser madre y es fundamental nombrarlo para que las mujeres podamos reconocernos en esta experiencia.
– Justamente, estos patrones binominales que mencionas de la madre abnegada y la superwoman, se repiten en la percepción que se ha tenido históricamente de la mujer, en las figuras de la femme fatale y la femme fragile, como si predeterminadamente las mujeres tuvieran que cumplir con estos roles que surgen desde la óptica del patriarcado. En el caso de la hostilidad de la maternidad patriarcal, capitalista y neoliberal, propones en el libro un tema súper interesante: la maternidad como un tema público y no privado.
– Sí. Por un lado, la maternidad responde a una construcción social y cultural que se ha hecho. Entonces, tenemos una idea de ser madre que viene muy determinado por un sistema patriarcal, que considera que criar y cuidar es una tarea meramente femenina o prácticamente femenina y considera que ser madre y la responsabilidad de tirar adelante esa crianza es la mujer que ha tenido hijos. Entonces, la maternidad viene supeditada por esta idea que tenemos que ser madres abnegadas y sacrificadas. Esto que ya impactó en la experiencia de nuestras abuelas y madres sigue presente hoy, pero al mismo tiempo, en este sistema económico neoliberal, las madres también tenemos que ser superwoman. Tenemos que llegar a todo, tenemos que estar siempre disponibles para el área de trabajo, como si la maternidad no dejara una cicatriz en nuestro cuerpo, como si tuviésemos maternidades sin cuerpo porque al poco tiempo de dar a luz quieren que vuelvas a estar trabajando como si nada hubiese pasado. Y la maternidad impacta en tu cuerpo y en tu mente también. Por lo tanto, necesita un tiempo la maternidad, pero el maternar es antagónico a las necesidades del capital y por eso nos lo niega este sistema neoliberal.
– Y al dejar de ser útiles para la cadena de producción, son maltratadas y castigadas.
– Y sí. La idea de ser madre viene determinada por este sistema económico que pone el foco y valora todo lo que significa el ámbito reproductivo. Y el ámbito reproductivo es algo de lo que se encargan las mujeres en el hogar y que además hacen de manera gratuita. Y esto también determina esta experiencia materna, le resta valor y hace que sea muy difícil también la implicación de nuestras parejas, si son hombres, en esta crianza. El propio hombre no considera tal vez que esa maternidad y ese maternar sea también su responsabilidad. La sociedad tampoco considera que sea su responsabilidad y esto es también lo que hay que cambiar.
– Durante la pandemia, con las cuarentenas, el tema de la crianza tomó cierta relevancia en la agenda feminista. Desde que al fin los padres pudieron compatibilizar trabajo y paternidad, hasta revisar ciertas leyes que permitan que justamente lo laboral no se interponga en los tiempos de crianza necesaria para los recién nacidos, por ejemplo. Sin embargo, como me lo mencionabas anteriormente, la maternidad, como lucha social, ha chocado con la agenda feminista. ¿Crees que es un tema tabú o menor dentro del movimiento?
– La maternidad y el feminismo han tenido una relación tradicionalmente incómoda y esto se entiende porque el patriarcado ha utilizado la maternidad como instrumento para controlar el cuerpo y el deseo de las mujeres. Y contra este mandato se revelaron las feministas de la segunda ola, en los años 60-70, reivindicando el derecho de decidir sobre nuestro cuerpo, con el derecho al aborto, por ejemplo. Pero en este revelarse contra el mandato patriarcal de la maternidad, se cayó en un cierto discurso antimaternalista y reproductivo y aún somos herederas de este discurso. Creo que es importante diferenciar entre el mandato de la maternidad y lo que es la maternidad patriarcal, de lo que es la experiencia materna elegida libremente y cómo esta experiencia tiene que estar dotada de derechos, que no puede haber violencia ni abuso en esta experiencia materna. Por lo tanto, defender los derechos de las madres y también defender los derechos de la infancia debe formar parte de la agenda feminista.
– ¿Cómo se propone entonces, desde los movimientos, una maternidad feminista?
– Creo que hoy, en esta nueva ola feminista, hay una nueva ola de mujeres que somos madres y que como en buena medida sí hemos podido decidir serlo o no, a diferencia de nuestras antecesoras, nos permite mirar la maternidad con menos prejuicios y tener una mirada más reconciliadora con ello. Tenemos que reivindicar esta maternidad feminista, una maternidad en clave de derechos y, para mí, una maternidad donde las mujeres podemos y debemos decidir sobre nuestro cuerpo. Que hay de más importante cuando te conviertes en madre que decidir sobre tu embarazo, sobre tu parto, tu lactancia, en definitiva, tu cuerpo. Tan importante es tener derecho al aborto como tener derecho a tener una criatura si así tú lo deseas. Entonces, creo que desde esta perspectiva tenemos que reivindicar la maternidad, no se trata de idealizarla, porque cada mujer tendrá una experiencia de parto y de lactancia propia, y tan buena madre es la que da el pecho como la que da el biberón. La que da a luz por vía natural a la que da por cesárea. Se trata de esto, de defender los derechos de las madres y reivindicar y dar valor a esta experiencia. Sacar del armario esta experiencia y valorarla y, sobre todo, señalar que es responsabilidad de todos, de mujeres y hombres, de la sociedad, porque estamos hablando de cuidar y criar a quienes van a ser los adultos de mañana.
– ¿Crees que por el hecho de que la maternidad haya sido un tema incómodo como dices para el feminismo, aparecieron algunos hombres heterosexuales a escribir sobre nuevas formas de crianza? Pienso, por ejemplo, en Carlos González que es un best seller. ¿Se le puede considerar mansplaining? ¿Qué piensas de eso?
– Creo que, durante mucho tiempo, quienes han hablado de la maternidad, tanto en ensayos y en ficción han sido los hombres. Pero también, en los años 60-70 hubo un incremento significativo de obras para acompañar la maternidad hechas desde distintas miradas, enfocadas en la crianza respetuosa, otras más ligadas a la lógica mercantil y del capital y muchas de estas obras como tú apuntas han sido escritas por hombres. Esto ha sido así por la misma lógica de un sistema patriarcal que a menudo invisibiliza la mirada femenina y para que las mujeres tengamos altavoz, tengamos voz propia y se nos escuche, tenemos que romper y superar muchas más barreras. Creo que hoy en día tenemos tanto a escala global, como en Chile en particular también, mujeres que cada vez hablan más, escriben más, dan conferencias sobre temas vinculados a la maternidad, a una crianza más respetuosa, al parto natural, etc. Si antes no ha sido así es porque las mujeres hemos tenido más dificultades para ocupar el espacio público al igual que sucede en otros ámbitos, también sucede con relación a la maternidad. Lo paradójico, como tú apuntabas, es que la maternidad es algo que, como he dicho, es responsabilidad de todos, pero atraviesa el cuerpo de las mujeres. Y sí que choca que sean a veces los hombres que apunten cómo hay que amamantar o atender al parto. Igual, no quiero restar valor a ello, porque hay autores muy significativos y que han hecho un trabajo muy importante desde el punto de respetar el cuerpo de la mujer y su derecho a decidir, pero creo que es importante que las mujeres tengamos voz propia, que tengamos ginecólogas, obstetras, comadronas (matronas), sociólogas, mujeres que hablen de estos temas sin restar valor a lo que han hecho los hombres.
– Luego de leer tu libro, el título “Mamá desobediente” lo considero una declaración de principios, como una arenga política muy fuerte, resignificando el concepto anarquista de la desobediencia civil. En este caso, declararse públicamente en desacato contra el sistema patriarcal y capitalista. Pero esa es mi interpretación. ¿Cómo defines qué es ser una madre desobediente?
– Bueno, es ser una madre que desobedece “al mandato de ser madre”. Esto tal vez puede ser contradictorio. ¿Cómo alguien que se dedica a escribir de maternidad cuestiona el mandato de ser madre? Para mí es esencial. Si hablamos de maternidad feminista, lo primero que tenemos que hacer es cuestionar el mandato, porque la maternidad será elegida o no será. Entonces el derecho al aborto es una premisa imprescindible para tener derecho a ser madre desde una perspectiva de libertad de elección. Por lo tanto, el derecho al aborto es una premisa esencial para haya una maternidad libre y deseada. Y ser una madre desobediente implica desobedecer a este mandato de la maternidad, y si ya eres madre, desobedecer a lo que antes comentábamos: desobedecer al mandato de la madre sacrificada, de la maternidad patriarcal y al mismo tiempo a ese mandato capitalista de la superwoman que llega a todo.
– Finalmente hablar de la maternidad real, con todas sus luces, sus sombras y contradicciones, como bien explicas en el texto.
– Ser madre desobediente, feminista, insumisa, rebelde o como la queramos llamar, implica el decidir sobre mi cuerpo, mi parto, mi lactancia y al mismo tiempo, creo que también implica reconciliarnos con nuestro propio cuerpo como mujeres. Esto, a veces, también chirria en el movimiento feminista, porque cuando hablamos de reconciliarnos con nuestro cuerpo, con nuestra capacidad de parir, de lactar, parece que estamos dando la razón a ese discurso patriarcal que dice que por ser mujeres tienes que ser madre. Hay que romper este determinismo y este mandato, pero esto no quita restar valor a nuestras capacidades biológicas. Nosotras como mujeres podemos parir, podemos amamantar y es importante ser conscientes de ello porque sino, pensamos que no sabemos, que no podemos, delegamos este proceso en terceros y esto a menudo lleva a que se genere violencia en medio de todo. Por eso creo que también es muy importante desde una perspectiva feminista, desobediente, insumisa, de la maternidad reconciliarnos con nuestras propias capacidades que luego podemos decidir, parir o no parir, tener hijos o no tenerlos, amamantar o dar el biberón, eso da igual, pero saber que lo podemos hacer y que tiene un valor.
– Y que nosotros los hombres también jugamos un rol en el proceso y no tan solo como espectadores. Para que otra maternidad sea posible, otra paternidad es necesaria.
– Por el lado de la paternidad es una guía también. Tienen que haber papás desobedientes.