Ana Requena Aguilar | Eldiario.es
El Día de la Madre es esa efeméride en la que se mezclan las frases emocionantes y agradecidas hacia las progenitoras con todos los tópicos y prejuicios acerca de la maternidad. Madres que lo dan todo por sus hijos. Madres sacrificadas. Madres que saben sin necesidad de que nadie les diga nada lo que necesita cada miembro de la familia. Madres que son capaces de renunciar a sus propios asuntos, a su espacio y tiempo propios, para atender siempre a sus vástagos. Madres que quieren conciliar, pero para poder dedicarse a su empleo. En esa idea de la maternidad que aún permanece y nos aprieta, no parece haber espacio para reconocer y vivir el deseo, el placer y, mucho menos, el sexo.
Así lo sintió Silvia Allende, que a finales del año pasado se puso manos a la obra para crear un fanzine, Mamá folla, que va camino de su tercer número y con el que desbarata por completo ese imaginario de las madres asexuadas. “Lo creé por una necesidad propia de combatir un montón de ideas preconcebidas que tenía en torno al significado de ser madre, esa idea de madres que están siempre en segundo o último plano, que se sacrifican, que se entregan… Yo trataba de desmontar esas ideas y era difícil encontrar referentes de madres gozosas, deseantes, madres que buscan sexo, que quieren sexo, que se masturban, que disfrutan de la vida”, explica Allende. En ese conflicto de identidad que suele suponer la maternidad, y en el que pueden aparecer la tristeza o la frustración, también hay espacio, reivindica, para el goce y para la parte erótica y sexual.
“El mayor prejuicio que me he propuesto tirar por tierra es este de que las madres no follan, que no tienen deseos sexuales. Al habernos convertido en madres parece que ya hemos cumplido con nuestros deseos. Pero es que nuestra vida sexual y nuestros orgasmos no paran de ir a mejor, nos conocemos mejor, y queremos seguir corriéndonos. También me encuentro con quien dice ‘vale, las madres follamos, pero ¿por qué hay que decirlo?’ Y, ¿por qué no? Parece que una mujer que reconoce su energía sexual es sospechosa”, relata la creadora del fanzine.
“El mayor prejuicio que quiero tirar por tierra es que las madres no follan, no tienen deseos sexuales. Parece que ya hubiéramos cumplido. También me encuentro con quien dice ‘las madres follamos, pero ¿por qué hay que decirlo?’ Y, ¿por qué no?
La activista Esther Vivas, autora de Mamá desobediente (Capitán Swing), constata esa dicotomía que históricamente se ha establecido entre maternidad y sexualidad. “Se ven como dos experiencias contrapuestas porque la maternidad está sometida a un imaginario patriarcal que asocia la figura de la madre a alguien abnegado, sacrificado. Es un imaginario que no reconoce a las madres como sujetos de derechos, como sujetos políticos, y aún menos se nos reconoce nuestro derecho a sentir, a desear, a gozar de nuestro cuerpo”, razona Vivas, que cree que de esa manera la imagen de la madre se crea al margen del placer sexual, de manera que las madres parecen casi “cuerpos asexuados”.
No es casualidad. Si hay un arquetipo de madre por excelencia es el de la Virgen María. “La iglesia católica romana nos ha vendido ese arquetipo de madre asexuada, ignorante, que no tiene agencia sobre sus decisiones, su maternidad, su cuerpo… ese modelo de madre vasija que ni conoce varón ni se entera de nada”, apunta la escritora, artista y activista sobre feminismo y sexualidad María Llopis, que precisamente prepara una serie documental que revisa la figura de la virgen. Las vírgenes, del griego pártenos, eran, por contra, mujeres asociadas a grandes poderes, que viajaban para compartir y entrenar sus prácticas, “y de sexualidad avanzada”, explica Llopis. Sin embargo, la iglesia borró todo rastro de vida propia para dejar a una virgen María casta y asexual y la contrapuso a Magdalena, “la buscona”.
“Maternidad y sexualidad se ven como dos experiencias contrapuestas porque la maternidad está sometida a un imaginario patriarcal que asocia la figura de la madre a alguien abnegado, sacrificado
“Somos completamente herederas de ese mito; a pesar de que lo neguemos, lo tenemos metido a fuego. Por eso debemos revisitar y trabajar esos mitos, porque necesitamos una construcción feminista del papel de las mujeres en la historia”, dice María Llopis, cuyo proyecto 30 años follando, una novela por fascículos en Instagram, acaba de ser seleccionado por la iniciativa Cultura online de la Comunidad Valenciana. La activista explica que las madres son encasilladas en el arquetipo de la virgen, “ya eres la mami dulce, no puedes cambiar de casilla”.
Mamá folla parte del proceso de empoderamiento sexual de su autora y aborda las ganas de follar “o no follar, porque a lo mejor quieres y no puedes, tienes que cuidar, o estás agotada, o porque parece que estás obligada”, apunta ella misma. Y esa es otra de las claves del asunto: el sexo de las madres no es visible, salvo que se trate de complacer la mirada o las necesidades de los otros.
“El cuerpo de la madre está al servicio ‘de’: de amamantar a la criatura o de dar placer al marido. Tiene que ver con un capitalismo flagrante que sexualiza por contra el cuerpo de las mujeres, también de las madres, y esto lo vemos con comentarios sobre el cuerpo de las mujeres embarazadas, la cosificación de los pechos que amamantan, o con categorías como MILF [mother I’d like to fuck, madre que me follaría, una categoría asociada al porno]. Todo siempre desde la visión de que es un cuerpo al servicio ‘de’ sin tener en cuenta nuestro deseo”, asegura Esther Vivas.
“Vivimos al mismo tiempo el tabú de la sexualidad y su banalización. Tenemos que saber que puede ser normal no tener ganas de sexo después de parir y poder respetárnoslo. Ahí hay una presión social para sentir deseo, vuelve el estereotipo de la entrega
La sexóloga Sonia Encinas, que acaba de publicar Sexo afectivo (Montena), reconoce también que somos herederas de un imaginario cultural que sigue disociando la erótica de la maternidad. Pero cuenta que a su consulta llegan mujeres porque no recuperan del todo su deseo y les preocupa no tener sexo con su pareja hombre. “La preocupación llega más como un servicio que tengo que hacer, algo que le debo a mi pareja, algo con lo que no estoy cumpliendo, pero no como algo que tiene que ver con una. Desde mi trabajo tiene mucho valor ese mantra de ‘las madres también follamos’, pero como una reivindicación de la erótica y el deseo propios, no respecto a otros”, agrega. Por eso, Encinas reclama el derecho a no tener ganas y apuesta por hacer entender que el deseo es cambiante y que la etapa del puerperio puede ser un momento con menos deseo debido a las transformaciones emocionales y físicas, y a los cambios en la pareja y la familia.
También María Llopis critica la construcción machista del sexo, “siempre al servicio del otro”. “Vivimos al mismo tiempo el tabú de la sexualidad y su banalización. Tenemos que saber que puede ser normal no tener ganas de sexo después de parir, y poder respetárnoslo. Ahí hay una presión social para sentir deseo, ahí vuelve el estereotipo de la entrega”, afirma. Llopis cree el sexo sigue entendiéndose como algo turbio, malo incluso, que puedes tener si estás ‘soltera’, “¿pero cómo vas a dedicarte a eso si tienes hijos?”.
A Silvia Allende no paran de llegarle peticiones para reimprimir su fanzine. Tiene claro que quiere seguir sacando a “madres folladoras del armario” y que esa labor colectiva ayudará a modelar estereotipos y quitar culpas. De la culpa habla también Esther Vivas: “Al final cuando como madres nos erigimos como sujetos desafiamos ese imaginario de maternidad sacrificada y abnegada. Tenemos que seguir erigiéndonos como sujetos sin culpas”.