Ruth Muñiz | La Lista
Cuando una mujer que desea ser madre se entera del embarazo y lo comparte con otros se crea sobre ella una expectativa que no siempre se cumple: que dé vida. ¿Qué pasa cuando un bebé muere antes de nacer? ¿Hay un nombre para aquel ser que perdió la vida antes de llegar a ella? ¿Cómo se comporta la sociedad con una mujer que está en un duelo que incomoda y del que se le exige silencio y olvido?
Y hagamos acá un disclaimer: en este texto nos referiremos a aquellas pérdidas gestacionales no intencionales, no al aborto que una mujer en pleno derecho decide practicarse. Hablamos de esas maternidades que querían ser y que no fueron. ¿O sí son y les debemos el nombrarlas aun sin un bebé nato?
Esther Vivas es una periodista, socióloga y escritora española que ha puesto sobre la agenda mediática de Iberoamérica un tema que siempre se percibe ‘demasiado personal’: las maternidades. Y no desde una óptica romántica, sino desde la crítica de haber dejado fuera un tema pilar en la construcción social fuera de la agenda feminista y del debate público sobre los espacios que las mujeres –madres– también tenemos derecho a exigir y a recuperar.
En su reciente visita a México, Vivas concedió una entrevista a La-Lista, donde tuvimos la oportunidad de profundizar en un tema que incluso en su libro Mamá desobediente. Una mirada feminista a la maternidad –que suma ya cuatro ediciones y que se ha convertido en éxito editorial de Ediciones Godot– queda escondido entre las otras muy pertinentes hipótesis de Esther: ¿cuál es la deuda que tenemos desde el periodismo y la sociología para hablar de la muerte antes de la vida?
Pero antes: ¿cómo define Esther lo que significa ser mamá? “Ser mamá depende de cada mujer, para cada una es una experiencia distinta, pero hay una serie de elementos comunes en todas: ser madre, en la medida que implica tener a cargo a una criatura dependiente, significa luchar contra corriente en un sistema patriarcal que no nos toma en cuenta para vivir esta experiencia“, respondió Vivas.
Partiendo de aquí, ¿cómo nos atraviesa el que la maternidad esté sujeta a un sistema que no nos genera las condiciones para vivirla en libertad, ni siquiera cuando hay un luto como la muerte gestacional. Es una condena al silencio del dolor.
“La muerte gestacional es uno de los grandes tabús que rodean la experiencia materna porque choca con lo que la sociedad espera de ti, que es que tenga un hijo, si tú pierdes un hijo mientras estás embarazada es un tema que incomoda a la sociedad. Es hablar la muerte cuando se espera la vida. En la medida en que no se habla, se forza a la mujer a vivir estos procesos que son tan dolorosos en silencio, en soledad’, detalla la autora española.
Según el Inegi, sólo durante en 2022, por cada 100 mil embarazos se perdieron 72.2. En los últimos cinco años han sido 115 mil 731 hogares que no recibieron al bebé que esperaban. Pongámoslo en otros términos: en promedio, desde 2018, cada día hay 63 mujeres que en distintas etapas de su embarazo sufrieron la pérdida de un bebé.
Social y médicamente es “normal” aconsejarle a una mujer gestante que “no cuente de su embarazo antes de las 12 semanas” pues hay un alto índice de probabilidad de que sufra un aborto espontáneo. Aunque no hay cifras oficiales, se tiene una cifra negra que revela que a tres de cada 10 madres primerizas, su bebé se les muere antes de estas 12 semanas. (De nuevo, hablamos de bebé en este contexto primario del embarazo, porque al ser una maternidad deseada ese ser en desarrollo ya es considerado por la familia como un bebé).
Hoy entendemos la importancia de la salud mental dentro como un factor determinante en el desarrollo social. Y somos una sociedad que habla de la muerte como parte de su cultura y su ADN. Entonces ¿por qué no hemos atendido el duelo de esas decenas de mujeres que cada año han vivido una maternidad sin bebé? ¿Hemos puesto sobre la mesa la atención que requiere el luto de una persona que no llegamos a conocer?
El acompañamiento posterior al proceso médico por el que una mujer debe pasar cuando pierde a su bebé es fundamental para sanar la herida de la muerte en el vientre. ¿Estamos ofreciendo desde el sector salud las herramientas suficientes para que las familias que atraviesan esto tengan cómo incorporar esa ausencia y no derive en otras complicaciones de salud mental? ¿Qué protocolos hay en los hospitales para el post-aborto?
“No estamos preparados como madres y padres para afrontar una muerte gestacional o perinatal. Esperamos la vida, no la muerte. Tener toda la información, un acompañamiento profesional, poder decidir sobre cómo queremos vivir ese momento y tener acceso al cuerpo de nuestro bebé es clave para no ahogarnos en el dolor, sino superar la pérdida”, señala Vivas en su texto, que este año también tendrá su versión para Estados Unidos y Canadá.
Científicamente, sin embargo, la muerte antes del nacimiento sí tiene nombre y de hecho se distingue por etapas según la semana en la que ocurra la muerte: antes de las 22 semanas de gestación se habla de un aborto espontáneo, la mayoría de ellos ocurren en las 12 primeras semanas; entre las 22 semanas de embarazo y los 27 días posparto, si el bebé muere los médicos lo llaman muerte perinatal. Porque sí, esa pérdida puede ocurrir también durante el momento del nacimiento y algunos días posteriores.
Y es que se habla de ‘pérdida gestacional’, cuando no es una pérdida, es que tu bebé se muere, hay que nombrarlo así para no invisibilizarlo. En la medida en que no se reconoce esto como muerte gestacional, no se reconoce el duelo y no se le reconoce a esa mujer como una madre.
Tenemos una deuda con el tema de la muerte gestacional, reconocer los duelos antes del nacimiento, tanto como la maternidad misma, es una postura política.