Una reseña del libro ‘Supermercados, no gracias’
Gerardo Pisarello | Mientras tanto
Una nota recurrente del 1 de mayo en Europa es la constatación del progresivo descenso del número de trabajadores y trabajadoras del campo. En poco más de 50 años se ha pasado de 27 millones de campesinos a poco menos de 8 millones. Como es obvio, sin embargo, el consumo de alimentos no ha desaparecido. Pero la producción y la distribución de los mismos se ha modificado de manera radical, pasando a manos de las grandes explotaciones y de las industrias agroalimentarias.
Xavier Montagut y Esther Vivas habían coordinado ya un interesante libro sobre el comercio justo en el que desvelaban, entre otros aspectos, la manera en que ciertas empresas multinacionales operan en el intercambio de productos alimenticios entre el Sur y el Norte (¿Adónde va el comercio justo?, Icaria, 2006). Ahora complementan ese análisis con otro volumen colectivo, Supermercados, no gracias, también publicado en Icaria.
El objetivo de los ensayos reunidos en el libro es mostrar cómo la globalización neoliberal ha propiciado el desplazamiento de un modelo de consumo basado en la compra de alimentos y productos locales y de temporada por otro sostenido en el consumo de bienes “deslocalizados”, tecnificados e industrializados, que se colocan a bajo precio en el mercado, pero con unos costes sociales y ecológicos enormes. La desaparición del pequeño comercio y de las tiendas de barrio a manos de los supermercados, hipermercados y autoservicios sería sólo una de las manifestaciones más visibles de ese proceso.
Por lo demás, Supermercados, no gracias, gira fundamentalmente en torno a dos tipos de reflexiones. Una primera, que alterna el análisis teórico con sugerentes estudios de campo, procura demostrar las nuevas formas de alienación y explotación imbricadas en la “lógica de la gran distribución” y en la irrupción de las grandes cadenas comerciales. Una segunda, se ocupa de las resistencias y alternativas a un proceso que está en la base de la “mutación antropológica” padecida por millones de consumidores –la mayoría de ellos trabajadoras y trabajadores en abiertas condiciones de precariedad– y en el que se juega el futuro de la humanidad.
Como bien intentan mostrar los autores del trabajo, la construcción de otro mundo será imposible sin nuevas formas, más solidarias y sostenibles, de producción, pero también de distribución y de consumo. Esas transformaciones requieren cambios institucionales profundos e intervenciones económicas a diversas escalas. Pero también exigentes combates cotidianos contra modos de vida que se han instaurados de manera férrea y a veces inconsciente en los hábitos de millones personas en los países ricos y que constituyen uno de los obstáculos más serios para una transformación igualitaria de la realidad.
Reseña publicado en el boletín digital de Mientras tanto nº 47.