Esther Vivas | El Periódico
Nos han hecho creer que las mujeres no sabemos parir, que el parto es una enfermedad, algo muy complicado y peligroso, que tenemos que dejar en manos de otros. No podemos decidir ni opinar. ¿Cómo fue tu parto, el de tu pareja, tu hija, tu hermana, tu cuñada, tu amiga, tu vecina, tu compañera de trabajo? A menudo son historias llenas de sufrimiento, dolor y violencia, que acaban justificándose por el bien de la madre y la criatura.
A lo largo de las últimas décadas, el parto se ha industrializado y medicalizado. Etapas de la vida que siempre habían sido consideradas normales (menstruación, embarazo, parto, menopausia…), ahora son definidas como cuadros patológicos a los que la medicina, y la farmacología, tienen que dar respuesta, con el consiguiente beneficio para determinadas empresas. Se normativiza la reproducción de la vida, dando lugar al control del cuerpo de las mujeres.
¿Dónde queda nuestro derecho a decidir cuando parimos? En la puerta de hospitales y maternidades. En un momento tan importante de nuestras vidas, y el de las criaturas que traemos, pasamos a ser en el mejor de los casos meras espectadoras y en el peor víctimas de un sistema sanitario, que, como define la abogada de la asociación El Parto es Nuestro Francisca Fernández Guillén, nos trata como “un simple campo de trabajo quirúrgico”. ¿Las causas? “Nuestro sistema médico es heredero de un modelo profundamente misógino, autoritario y muy jerarquizado”, añade.
Violencia obstétrica
La violencia ejercida contra las mujeres durante el parto tiene desde hace años nombre, el de violencia obstétrica. Se trata de una serie de intervenciones médicas que denigran a las mujeres. A nivel físico, se ejerce a través de prácticas invasivas como el tacto vaginal realizado por múltiples personas, la episiotomía por rutina, el uso de “fórceps didácticos” utilizados solo para que los estudiantes practiquen, cesáreas innecesarias o la peligrosa maniobra de Kristeller o de Hamilton, entre otras.
Si das a luz en la sanidad privada del País Valencià difícilmente volverás a casa con el periné ileso
Una violencia que es también psicológica, cuando se menosprecia a la mujer a través de un lenguaje que humilla e infantiliza, en la medida en que no se le informa, se le miente, se le impide estar acompañada por quien ella desea o se le niega el contacto con el bebé al nacer. Nos encontramos ante una violencia silenciada, invisible e incluso aceptada tanto por la sociedad y los profesionales sanitarios, que la practican a menudo pensando que es la mejor opción fruto de la formación que han recibido, como por quienes la sufren. Estamos ante una de las últimas fronteras de la violencia de género. Obviamente los avances médicos (cesáreas, episiotomías…) han permitido salvar vidas, el problema es cuando se llevan a cabo de manera rutinaria y sin necesidad, como muchas veces sucede hoy en día.
Muchas cesareas
En España, el número de episiotomías, cesáreas, partos inducidos o aquellos que acaban con el uso de fórceps, ventosas o espátulas es superior al de otros países europeos, y no porque las mujeres de aquí seamos fisiológicamente distintas. Una de cada cuatro mujeres, un 25% del total, sufre una cesárea, según datos del Ministerio de Sanidad del año 2012. Las cifras varían en función de la titularidad del hospital: si es público hay menos, si es privado hay más. La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que una tasa de cesáreas razonable se situaría en torno al 10%, y nunca debería superar el 15%.
Tu código postal, más que tu expediente médico, acaba determinando el tipo de parto que tendrás, y si será más o menos intervenido. Si das a luz en el País Valencià, en concreto en la sanidad privada, difícilmente volverás casa con el periné ileso. Un 72% de las que allí parieron sufrieron una episiotomía, en los hospitales públicos la cifra fue del 58%. El número más alto de toda España, según el informe ‘La atención al parto en España’. La OMS considera que una tasa por encima del 20% no está justificada.
“Nosotras parimos, nosotras decidimos”, dice la consigna feminista, pero en realidad no es así. Como señalaba una víctima de violencia obstétrica, que sufrió una cesárea innecesaria: “Aún me resulta bastante duro rememorar el día en que ‘me nacieron’ a mi hija. Porque yo siempre digo que no di a luz”. Estos días, se celebra la Semana Mundial del Parto Respetado, y queda muchísimo trabajar por hacer. Que una mujer quiera decidir en su parto no es un capricho sino un derecho, que tiene que ser ejercido libre de violencia de género.