Ema Zelikovitch | Radio Pedal
Esther Vivas es periodista, socióloga y escritora catalana. A raíz de convertirse en madre, en 2015, empezó a escribir sobre maternidades, parto, violencia obstétrica y lactancia materna desde una perspectiva feminista y ecologista. Su último libro es Mamá desobediente. Una mirada feminista a la maternidad. Anteriormente había publicado más de una decena de libros sobre movimientos sociales y políticas agroalimentarias. También colabora con distintos medios de comunicación y posgrados universitarios en España y América Latina.
El libro Mamá desobediente. Una mirada feminista a la maternidad fue publicado por primera vez en España en 2019, donde tuvo una muy buena acogida entre la crítica y el público. Desde entonces han salido publicadas ediciones nacionales en Argentina, Chile, Colombia, Bolivia, México y Uruguay. En este país el libro lo ha publicado Ediciones Godot. En los próximos meses la obra saldrá también en Brasil y Puerto Rico.
¿Qué te llevó a escribir este libro?
Mamá desobediente. Una mirada feminista a la maternidad surge de una indignación, de una vez que me quedo embarazada y tengo a mi hijo, tomar conciencia de cómo de invisible es la maternidad real y todo lo que la rodea, no solo en la sociedad, sino en el seno de esos movimientos sociales que aspiran a transformar esta sociedad y al seno del movimiento feminista. Yo, en parte, como mujer madre feminista, me sentí huérfana de referentes cuando tuve a mi hijo y de aquí que pensé que era importante escribir sobre la maternidad desde esta mirada.
Hablas en el libro de “simbolismo patriarcal de la maternidad”. ¿Cómo crees que se puede combatir?
En el libro hablo de un mandato de maternidad patriarcal que nos imponen, porque hoy en día tenemos que ser la madre sacrificada y abnegada de toda la vida, esa mujer que desaparece tras la figura de la madre, que no tiene vida propia y que no tiene otros intereses, y al mismo tiempo tenemos que ser esa superwoman siempre disponible para el mercado de trabajo, que llega a todo y que nunca se equivoca. Este ideal de “buena madre” que viene determinado por un sistema patriarcal que nos quiere a las madres calladas y encerradas en casa pero también por un sistema capitalista que quiere a la maternidad, al cuidado y a la crianza supeditada al empleo, no nos representa como madres y este modelo de mamá perfecta nos genera mucho malestar como madres. Creo que es importante poner en cuestión este mandato y, por el contrario, hablar de la maternidad real, sacar la maternidad real del armario, nombrar las luces y las sombras de la experiencia materna para así podernos reconciliar con el hecho de ser madre y poder tener una vivencia materna mucho más plena y más satisfactoria.
En el libro hablas de muchas violencias que atraviesa una mujer en el largo camino de la maternidad: psicológica, emocional, física, y que esa violencia viene, en mayor medida, de una moral que instaló la Iglesia, la institución hospitalaria y la sociedad patriarcal y capitalista en su conjunto. ¿Crees que han disminuido los tabúes acerca de la maternidad?
Yo creo que a pesar del paso del tiempo aún hay mucho silencio, prejuicios y mitos que rodean la experiencia materna, y esta violencia que nombro en el libro y que atraviesa la experiencia materna, sigue vigente a día de hoy. Hoy en día vemos como la violencia obstétrica, esa violencia que se ejerce en la atención sanitaria al parto, continúa muy presente. Se trata de una violencia física y psicológica profundamente normalizada, porque nos han dicho que parir es esto, parir es que no nos podemos quejar, que no nos informen adecuadamente, que nos infantilicen, que nos falten el respeto, que nos obliguen a dar a luz solas, que nos hagan una cesárea innecesaria, una episiotomía por rutina, que te separen del bebé al nacer. Todo esto nos han dicho que es el parto pero, sin embargo, estas acciones son constitutivas de la violencia física y psíquica y es fundamental reconocer esta violencia obstétrica para poderla identificar, para poderla erradicar, para que las mujeres que las sufran puedan pasar de ser víctimas a ser supervivientes y sanar esas heridas.
Estas son solo algunos ejemplos de la violencia que se da en la experiencia materna. El solo hecho de existir tantas trabas al derecho al aborto también es un ejemplo de violencia hacia las mujeres y las madres, porque cuando el derecho al aborto no es permitido, se imponen maternidades no deseadas y esto también es constitutivo de violencia. Por todo esto es fundamental visibilizar todas estas violencias para erradicarlas y dotar a las mujeres y a las madres de derechos y de poder tener una experiencia de maternidad libre de abuso.
¿Por qué crees que al movimiento feminista le cuesta tanto incorporar las maternidades a su militancia?
La maternidad históricamente ha sido secuestrada por el patriarcado. El patriarcado se ha apropiado de ella y nos ha impuesto a las mujeres a lo largo de los siglos la maternidad como mandato, como destino único. Antes, de hecho, se revelaron las feministas de la segunda ola, de los años sesenta y setenta, cuando reivindicaron acceso a métodos anticonceptivos, a poder decidir sobre su propio cuerpo, y en este revelarse, en parte se cae en un cierto discurso antimaternalista y antirreproductivo que se entiende en ese momento, es decir: el patriarcado nos impone ser madres y decidimos no serlo.
Hoy en día hay una nueva generación de mujeres que somos madres que hemos podido decidir si tener hijos o no gracias a la lucha de nuestras antecesoras y eso nos permite mirar la maternidad con menos prejuicios y entender que hay que diferenciar entre el mandato de la maternidad, de esta maternidad patriarcal que no nos representa, y la experiencia materna, que cuando es libremente elegida, en la gran mayoría de los casos, es fuente de satisfacción para las mujeres, y que hay que dotar esta maternidad libremente elegida de derechos. Creo que es imprescindible que el feminismo abrace la maternidad y que entienda que la crianza y la maternidad son cuestiones feministas.
¿Cómo crees que las mujeres feministas, sean madres o no, pueden aportar en la lucha por la resignificación de la maternidad?
Yo creo que es muy importante la sororidad entre mujeres madres y también entre mujeres madres y mujeres que no lo son, porque la maternidad necesita mucho menos juicios y más sororidad y más apoyo mutuo. Tenemos que tener en cuenta, por un lado, que siempre como madres nos van a juzgar, optemos por el modelo de crianza que optemos: demos la teta, demos la mamadera, hagamos colecho, pongamos al bebé a dormir en su cuna, tengamos el bebé en casa o lo llevemos al jardín de infancia, siempre siempre siempre nos van a juzgar y nos van a culpabilizar y de aquí que sea tan importante, entre las mujeres que somos madres, generar estos espacios de apoyo mutuo, porque al fin y al cabo una cría a menudo no como quiere sino como puede.
Al mismo tiempo también son fundamentales espacio de sororidad entre mujeres madres y no madres, porque hoy en día tan difícil es ser madre como no serlo: si eres madre te juzgan constantemente pero si no eres madre también te van a cuestionar, porque no has tenido hijos: “cuándo los vas a tener”, “se te va a pasar el tren”. Y, en definitiva, tanto mujeres madres como no madres sufrimos las consecuencias de un sistema patriarcal que nos oprime y nos invisibiliza a todas.
El Estado está ausente en muchas de las facetas de la maternidad. ¿Cuáles crees que son las urgencias principales que las instituciones estatales tienen que atender?
Es fundamental que el Estado defienda los derechos de las madres, que defienda la maternidad, la crianza y la infancia. Estas cuestiones no son responsabilidad de la mujer que es madre, son responsabilidad de la madre, del padre si lo hay y de la sociedad en general, porque estamos hablando de cuidar la salud mental y física de quienes van a ser los adultos del día de mañana y esta cuestión evidentemente debería de ser un tema central para el Estado y el Estado debería garantizar los derechos que rodean la experiencia materna y la infancia, porque si el Estado no garantiza estos derechos, estos derechos se acaban convirtiendo en privilegios. El Estado debe garantizar el derecho a un parto respetado, a una licencia de maternidad mucho más amplia, a poder vivir la experiencia materna libre de violencia y abuso.
Un ejemplo: ¿qué mujer puede tener una lactancia materna satisfactoria, dar el pecho a su bebé hasta los seis meses en exclusiva como recomiendan todas las instancias de salud, si a las pocas semanas de dar a luz se tiene que reincorporar al trabajo?, ¿qué mujer se puede permitir hacerlo? Aquella mujer que puede tomarse una excedencia de su trabajo sin remunerar asumida por su cuenta, aquella mujer que tiene estabilidad laboral y económica. La lactancia materna se convierte en un privilegio de esa mujer que se lo puede permitir. Por lo tanto, para que la maternidad pueda ser vivida con plenitud de derechos, al margen de nuestra clase social como mujeres de nuestra raza, necesitamos que estos derechos sean defendidos por parte del Estado, porque si no acaban convirtiéndose en privilegios.
¿Qué sucede con las paternidades en las reivindicaciones feministas de maternidades libres y respetadas?
Es fundamental, como lo llamo en el libro, maternizar la paternidad, porque la maternidad, el cuidado y la crianza es también una responsabilidad de los hombres. Las mujeres no somos cuidadoras por naturaleza, no hay un instinto maternal que nos lleve sí o sí a tener hijos. La capacidad de cuidar y criar la tenemos tanto mujeres como hombres y creer lo contrario es resultado de un discurso patriarcal y hegemónico que nos hace creer que las madres somos cuidadoras innatas, y esto es falso. Es fundamental que el padre, si lo hay, desde el primer momento se involucre en el cuidado de la crianza de ese bebé, porque ese bebé es responsabilidad de ambos progenitores. La corresponsabilidad debe de ser una práctica que todo hombre debería de asumir si es padre.
Haces constante alusión a la organización de la sociedad como elemento que dificulta poder ejercer la maternidad por fuera de los intereses del patriarcado y del capital. ¿Qué cambios son necesarios para salir de esta dinámica social impuesta?
Creo que es muy importante tomar conciencia de que nuestra experiencia materna viene muy condicionada por la sociedad en la cual maternamos y esta sociedad es hostil al cuidado, a la crianza y a todo lo que significa maternar. Por eso creo y digo que para que otra maternidad sea posible otro modelo de sociedad es necesaria, otro sistema laboral y una sociedad y un sistema económico que acoja la maternidad, no que la dificulte y la expulse.
¿Qué ha supuesto este año de pandemia para las maternidades, con todo lo que eso implica: embarazo, parto, lactancia, cuidado, crianza y conciliación?
En este año de pandemia al sistema se le ha caído la careta en relación a la maternidad y a la infancia y se ha destapado el carácter maternofóbico y niñofóbico de esta sociedad. Lo hemos visto claramente durante la cuarentena cuando se encerró a las criaturas en casa sin poder salir, vulnerandose completamente sus derechos, sin poder relacionarse entre iguales. Esta situación se normalizó. Criaturas encerradas en casa y, básicamente, a cargo de madres en la mayoría de los casos que tenían que cuidar, al mismo tiempo que tenían que seguir trabajando, cosa que generó muchos problemas de estrés, de ansiedad, de no llegar a todo, de sentirse mala madre y mala profesional. Por lo tanto, las madres y las criaturas han sido las principales damnificadas en esta pandemia sanitaria.
Las mujeres embarazadas y que han dado a luz han visto vulnerados muchos de sus derechos. La violencia obstétrica ha aumentado a lo largo de este año. ¿A cuántas mujeres se les ha obligado a parir solas, a cuántas no se les ha permitido estar acompañadas durante el parto, se les ha separado del bebé nada más nacer, se les ha impedido amamantar a sus hijos tras dar a luz? Todo esto es constitutivo de la violencia física y psíquica y la pandemia sanitaria y el COVID -9 no pueden ser excusa para justificar la violencia contra mujeres, bebés y criaturas.