Verónica Santamaría y Alejandra Flores | Animal Político
La maternidad no significa criar en soledad, es también un acto de sororidad cuando la sociedad acompaña a las maternidades diversas. Maternar es una decisión que se puede acompañar en colectividad desde el núcleo familiar, amistades, trabajo y sociedad.
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Maternidades gozosas y en colectividad
Esther Vivas, autora de Mamá desobediente, explica a Animal MX que tener una maternidad gozosa parte de reivindicar el goce de maternar en clave política.
Es decir, hoy en día, las personas que deciden ser madres viven aún una maternidad en la que se ha normalizado el sacrificio, el no tener vida propia, el dolor, la violencia, el abuso.
“Hay que reivindicar es que tenemos derecho a disfrutar de la maternidad y que todo esto que hemos normalizado es fruto de la falta de derechos que tenemos en nuestra experiencia materna. Para gozar de la maternidad, lo que necesitamos son derechos y políticas públicas que nos apoyen como madres y que apuesten por un parto respetado”, señala Esther Vivas.
Es importante acompañar a las madres, apostar por licencias de maternidad mucho más extensas de las que se tienen ahora, defender el parto respetado y combatir la violencia obstétrica, incluso acuerpar a las madres que quieren amamantar.
Sobre la maternidad colectiva, Esther señala que la solidaridad es fundamental entre mujeres madres ante un sistema que a menudo las ha confrontado. Ante esto, es importante entender que cada madre y sus diversidades, “cría como puede”.
“En ese sentido, la sororidad se convierte en una aliada entre mujeres madres y no madres porque al final, tan difícil es ser madre cómo no serlo porque esta sociedad nos juzga por el hecho de ser mujeres. Si no eres madre lo tienes muy difícil, pero si no lo eres también constantemente se va a poner en cuestión tu decisión”, reflexionó Vivas.
Criar en colectividad
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En su libro, Esther Vivas habla de “los malabarismo de la maternidad”, una importante reflexión sobre lo que sucede alrededor de la madre tras parir ante la serie de cambios que le esperan en las actividades que realiza en el día a día.
“Es un ejercicio casi imposible de malabarismos cotidianos para compatibilizar la crianza, la vida personal y el empleo. La conciliación ha demostrado ser una farsa, que obliga a subordinar el cuidado de las criaturas a un mercado de trabajo precario, con horarios variables, salarios bajos y jornadas interminables donde las mujeres, además, nos encontramos en inferioridad de condiciones respecto a los hombres”, escribe Esther.
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