El movimiento contra la guerra antes y después del 15 de febrero de 2003

Esther Vivas | Viento Sur

El Estado español vivió en el año 2003 las movilizaciones antiguerra más importantes de su historia. Unos 5 millones de personas salieron a la calle el 15 de febrero (15F) en 60 ciudades para decir “No a la guerra en Irak”. A nivel internacional, el 15F significó un paso adelante en la capacidad de coordinación y acción conjunta del movimiento con la celebración de manifestaciones en unas 800 ciudades de todo el mundo. Pero, ¿de dónde surgió el 15F?, ¿qué ha quedado de todo ello?, ¿qué retos tiene por delante el movimiento antiguerra en la coyuntura actual? El presente artículo intenta dar algunas respuestas a estas preguntas.

Del movimiento antiglobalización al movimiento antiguerra

Las movilizaciones contra la guerra del año 2003 no se pueden entender sin el creciente descontento social que había generado la gestión y el talante autoritario de Aznar después de siete años en el gobierno. Unas políticas marcadas, tanto a nivel interior como exterior, y especialmente en los últimos tres años de mayoría absoluta, por la prepotencia y el menosprecio hacia los movimientos sociales y hacia las distintas fuerzas políticas críticas con su gestión. Esta situación desembocó en un auge de luchas específicas contra las políticas reaccionarias impulsadas por el gobierno del Partido Popular (PP).

A principios del 2003, justo antes de las importantes movilizaciones contra la guerra, el mapa de la protesta contra las políticas antisociales impuestas por el gobierno del PP abarcaba un amplio abanico sectorial y geográfico. Este escenario fue determinante en la explosión del movimiento antiguerra. Las protestas contra la guerra en el Estado español no deben de ser entendidas sólo como el rechazo al conflicto bélico sino también y sobretodo como un rechazo popular a la política y al talante del gobierno de Aznar. Una prepotencia que tuvo su máxima expresión en el apoyo gubernamental a la guerra en Irak con un 90% de la opinión pública en contra/1.

Las protestas antiguerra no pueden explicarse sin el auge del movimiento antiglobalización. Desde principios del 2000, a raíz de Seattle, se llevaron a cabo distintas campañas que tuvieron en su punto de mira la lucha contra la globalización neoliberal y sus artífices: el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización Mundial del Comercio (OMC)… Estas protestas permitieron fortalecer el tejido social ya existente y constituir plataformas unitarias contra la globalización neoliberal en centenares de municipios que, posteriormente, fueron espacios de trabajo y coordinación claves para la organización de las marchas antiguerra. Un ciclo de protesta fortalecedor de las luchas tanto a nivel global como estatal y local que desembocó en una re-movilización social, en especial entre amplios sectores juveniles, y que sienta las claves para entender las importantes movilizaciones del 2003 y 2004 contra la guerra en Irak.

La constitución del movimiento antiguerra en el Estado español respondió principalmente a la confluencia de dos sectores: el movimiento pacifista histórico, artífice de las protestas contra la OTAN en los 80 y contra el servicio militar obligatorio y a favor de la insumisión en los 90/2; y el movimiento antiglobalización, que actuó de fuerza motriz. A finales del 2002 después de la celebración del 1r Foro Social Europeo (FSE) en Florencia, donde se aprobó el 15 de febrero como jornada de acción global contra la guerra, se produjo la confluencia entre ambos sectores.

La centralidad de la guerra

La incorporación de la lucha contra la guerra en la agenda del movimiento antiglobalización no estuvo exenta de debates sobre su centralidad en el sí del movimiento. Algunos sectores como Bernard Cassen, dirigente de ATTAC Francia, cuestionaban la vinculación de la guerra con las políticas neoliberales, afirmando, de forma absurda, la desconexión entre una y otra: “Con guerra o paz, los problemas de la globalización eran esencialmente los mismos el 10 de septiembre que el 12 (…) Porque estalle o no la guerra, los B-52 y las fuerzas especiales no cambiarán ni la pobreza de Brasil ni el hambre de Argentina” .

En el otro extremo, estuvieron quienes, como Alex Callinicos, dirigente del Socialist Workers Party británico, plantearon la centralidad casi exclusiva de la lucha contra la guerra, infravalorando otras cuestiones como la denuncia de la profundización de las políticas neoliberales en Europa y el Tratado de Constitución Europea. El grueso del movimiento, no obstante, acabó integrando la lucha contra la guerra imperialista como parte del combate contra la globalización neoliberal, dándole gran centralidad estratégica sin por ello reducir su amplia agenda temática a “un sólo asunto”. La manifestación final del 1er FSE en Florencia bajo el lema: “Contra la guerra y el neoliberalismo” resume bien este enfoque.

El 15F y el 11M Las protestas del 15F sacaron a la calle a entre ocho y trece millones de personas en unas 800 ciudades de todo el mundo para denunciar la inminente invasión de Irak. Las manifestaciones más importantes tuvieron lugar en los países con gobiernos favorables a la guerra. A destacar los tres millones de manifestantes en Roma, los dos de Londres o el millón y medio en Madrid y Barcelona respectivamente, así como las marchas en Chicago, Los Ángeles, Nueva York, entre otras 150 ciudades estadounidenses. El 15F fue la protesta antiguerra más grande de la historia y demostró la capacidad de los movimientos sociales para llevar a cabo acciones coordinadas en todo el planeta con un fuerte impacto mediático, político y social. Unas movilizaciones tan masivas que llevaron al periódico The New York Times (17/02/05) a afirmar que “existen dos superpotencias en el planeta, los Estados Unidos y la opinión pública mundial”. Una acción que sin el trabajo previo de coordinación de los movimientos sociales a partir de la organización y del encuentro en los foros sociales no hubiera sido posible.

En el Estado español, 5 millones de personas (más del 10% de la población) se manifestaron en 55 ciudades para expresar su rechazo al conflicto bélico. Acciones, manifestaciones, ocupaciones y centenares de miles de actividades se sucedieron de febrero a abril del 2003 en una protesta masiva contra la política del presidente José M. Aznar y su apoyo incondicional a la guerra en Irak impulsada por George W. Bush. En Cataluña, las movilizaciones llegaron a ser tan numerosas que incluso el ex-presidente George Bush padre afirmó que la política exterior de Estados Unidos (EEUU) no estaría dictada por las protestas en Barcelona.

¿Pero de que sirvieron estas movilizaciones?

A pesar del desencantó por la invasión de Irak, la movilización internacional contra la guerra forzó a EEUU a tener que dar más argumentos de lo habitual para justificar su voluntad de atacar a Irak y el precio político que el gobierno de George W. Bush y sus aliados tuvieron que pagar fue muy superior al previsto. A la vez, el conflicto generó brechas importantes en el consenso, que hasta el momento había existido, en la estrategia de guerra global contra el terrorismo, que había legitimado la intervención militar de los EEUU en Afganistán después de los atentados del 11 de septiembre (11S).

Pero las consecuencias de la movilización antiguerra en el Estado español fueron, especialmente, evidentes tras los atentados del 11 de marzo del 2004 (11M) en Madrid y la reacción popular a las mentiras del gobierno de Aznar. Las impresionantes movilizaciones que acabaron con la derrota del PP en las urnas no pueden explicarse sin el ciclo de movilizaciones previo que había fortalecido un importante tejido social crítico con la gestión del PP y, evidentemente, sin el papel de las plataformas antiguerra capaces de generar un consenso social muy ámplio contra la participación española en la guerra en Irak. Esta acumulación de elementos fue clave en el desenlace de la crisis de marzo del 2004 y en la capacidad de los movimientos sociales para presionar el gobierno del PP, poner de relieve sus mentiras y mostrar a la opinión pública la verdad de los hechos.

Tras la victoria del PSOE Después de la victoria del PSOE el 14 de marzo del 2004, Zapatero (ZP) llevó a cabo algunas reformas destinadas a contentar parte de su electorado y a marcar diferencias respecto al gobierno de Aznar. La retirada de las tropas de Irak aprobada, pocos días después de ganar las elecciones, fue buena prueba de ello y significó una victoria importante para el movimiento antiguerra. Pero en tan sólo unos meses Zapatero reforzó la presencia militar en Afganistán y defendió, en el marco del Tratado de Constitución Europea, la necesidad de un ejército europeo común, tan sólo por citar algunos ejemplos que ponen de relieve que la retirada de las tropas debe de ser entendida en clave partidista, de desmarque de las políticas del gobierno anterior y como un guiño a una opinión pública contraria a la ocupación en Irak. En definitiva, la política del gobierno de ZP se ha caracterizado por una orientación social liberal y su estrategia en materia de defensa, a pesar del maquillaje y los juegos tácticos, no dista respecto a la del Partido Popular, como afirmaba El País (30/05/05), en motivo de la reforma de las fuerzas armadas: “Se vislumbra un ejercito con más medios y más presupuesto, diferente al tono pacifista con el que arrancó el Gobierno“.

El cambio de coyuntura política, con la subida del PSOE al poder, afectó, enormemente, a la capacidad de movilización social generando un importante reflujo de la protesta. El movimiento antiguerra no quedó al margen de esta tendencia, especialmente, cuando su demanda central, la retirada inmediata de las tropas de Irak, fue cumplida pocos meses después de la victoria de Zapatero. Pero a pesar de las dificultades, el movimiento ha seguido trabajando para poner de relieve tanto las contradicciones del gobierno de ZP, en materia exterior y de defensa, como las gravísimas consecuencias de la ocupación en Irak y la crisis de supervivencia del pueblo palestino frente a los ataques sistemáticos del gobierno de Israel. Un conflicto que con su reciente propagación al Líbano/4, con los ataques israelíes sobre población libanesa y el consiguiente número de muertes, heridos y desplazados, ha visualizado de nuevo la capacidad de convocatoria del movimiento antiguerra que, aunque limitada, ha reunido a miles de personas en varias llamadas a la movilización, especialmente en Barcelona y Madrid. Aún y así debemos de señalar que la percepción pública de un gobierno español no alineado con George W. Bush dificulta la de ya por si difícil tarea de protesta en un contexto adverso de desmovilización.

Coordinación internacional

A nivel internacional, mantener el tempo de la movilización tampoco ha resultado fácil a pesar de los esfuerzos realizados para llevar a cabo una coordinación del movimiento antiguerra después del 15F. Una coordinación que se ha realizado a partir de reuniones específicas de los colectivos contra la guerra, entre las que debemos destacar la conferencia en Yakarta (Indonesia) en mayo del 2003 y la conferencia en Beirut (Líbano) en septiembre del 2004. En Yakarta, pocos meses después del inicio de la guerra, varias coaliciones y organizaciones de 26 países de Asia, Europa, Australia, África, América Latina y Norteamérica se reunieron con el fin de evaluar la conyuntura política y establecer un plan de acción. Un encuentro, especialmente, importante porqué estableció un amplio consenso en el movimiento de retirada inmediata de las fuerzas extranjeras de en Irak y el fin de la ocupación de Palestina.

Pero aún más numerosa resultó ser la conferencia en Beirut, del 17 al 19 de septiembre del 2004, con la participación de organizaciones, redes y coaliciones de 43 países de todo el mundo, con una importante presencia de organizaciones iraquíes y palestinas. El objetivo de la conferencia consistía en reforzar el movimiento antiguerra a través del debate y el desarrollo de estrategias y campañas comunes y, sobretodo, profundizar las relaciones con los movimientos del mundo árabe, de aquí la organización de la conferencia en el Líbano. Para Walden Bello, el significado del encuentro de Beirut era el “de pasar de la espontaneidad a unas acciones más coordinadas y organizadas“ como la única vía posible para hacer frente al poder militar de los EEUU/5.

Al margen de las conferencias de Yakarta y Beirut, el movimiento antiguerra aprovechó la celebración de los foros sociales mundiales y regionales, así como las movilizaciones contra el G8 y la OMC, para llevar a cabo reuniones de trabajo e ir avanzando en la definición de un plan de acción vinculado a la coyuntura internacional. Así y de un modo continuado las organizaciones antiguerra mantienen un espacio de encuentro permanente y de coordinación coincidiendo con estos eventos.

A parte, debemos de señalar la celebración de las conferencias antiguerra del Cairo, un encuentro anual, que se viene celebrando desde diciembre del 2002 en la capital de Egipto, y que tiene como objetivo fomentar el encuentro entre organizaciones de carácter islámico, socialista y nacionalista del mundo árabe con grupos antiguerra de otros países. Un encuentro con un peso muy importante de las organizaciones árabes y con un impacto relativo a nivel internacional.

Días de acción global y tribunal popular

Después de las multitudinarias movilizaciones del 15F, el calendario internacional de protesta antiguerra se ha centrado en la convocatoria de jornadas de acción global alrededor del 20 de marzo, coincidiendo con el aniversario del inicio de la guerra en Irak. Unas movilizaciones que, en la medida que el conflicto y la ocupación perduraba, han tenido cada vez más dificultades para mantener el tempo de la protesta y año tras año la capacidad de convocatoria se ha ido reduciendo. En el 2004, se estableció el día 20 de marzo como jornada de protesta a nivel internacional, en el primer aniversario del comienzo de la guerra. Más de 375 marchas se llevaron a cabo en todo el mundo, sumando un total de más de un millón de manifestantes (El Periódico, 21/03/04). En el Estado español se celebraron unas 21 manifestaciones en diversas ciudades, que estuvieron precedidas por actos de protesta coincidiendo con el 15F y las manifestaciones por los atentados del 11M/6.

Un año más tarde, en el 2005, se aprobaron los días 19 y 20 de marzo como jornadas de acción global, y unos cuarenta países en todo el mundo llamaron a la movilización en esta fecha. Las protestas más significativas tuvieron lugar en Estados Unidos, donde se llevaron a cabo 314 manifestaciones en distintas ciudades. En el Estado español, se celebraron manifestaciones y concentraciones en algunas ciudades, aunque con poca participación.

Otra de las acciones más importantes a escala global fue la organización del Tribunal Internacional sobre Irak, que tuvo lugar del 24 al 26 de junio del 2005 en Estambul, con el objetivo de denunciar los crímenes de guerra y exigir justicia para la población iraquí/7. El Tribunal contó con veinte sesiones previas en distintas ciudades como Bruselas, Hiroshima, Barcelona, Londres, Mumbai, Nueva York, Seul, Túnez, entre otras. La sesión en Barcelona tuvo lugar del 16 al 19 de mayo del 2005 y fue organizada por la Plataforma per l’Alliberament i la Sobirania de l’Iraq (PASI) y la Campaña Estatal contra la Ocupación y por la Soberanía de Irak (CEOSI), con el apoyo de la Plataforma Aturem la Guerra.

En el tercer aniversario del inicio de la guerra, en el 2006, las manifestaciones de protesta fueron convocadas para el 18 y 19 de marzo con la mirada puesta en la retirada de las tropas de Irak y Palestina, el cierre de la base-prisión de Guantánamo y las amenazas a Irán. Varias ciudades alrededor del mundo organizaron marchas de protesta, entre las que cabe destacar como las más numerosas las de Londres, con unos ochenta mil participantes, y las de Estados Unidos, con la organización de unos 600 eventos en cincuenta estados.

Los recientes ataques al Líbano por parte del gobierno israelí han generado nuevas convocatorias de movilización en apoyo al pueblo libanés y de rechazo al conflicto bélico, aunque con una débil coordinación entre sí. De este modo, de mediados a finales de julio varias manifestaciones fueron convocadas en capitales como Londres, París, Roma, Nueva York, México DF, Sydney, entre otras.

En el corazón de la bestia

Mención a parte recibe la situación del movimiento en los Estados Unidos, en el corazón de la bestia, donde las mentiras para justificar la guerra, las torturas en la prisión de Abu Ghraib, los casos de espionaje relacionados con el conflicto, los más de dos mil soldados muertos y los costos de la guerra han acabado por deteriorar la credibilidad del presidente George W. Bush, que en mayo del 2006, llegó a su índice más bajo de popularidad desde que entró en la Casa Blanca: un 31%, según los sondeos de The New York Times y de USA Today. Según estas fuentes, un 61% de los encuestados consideraba un error haberse embarcado en la guerra, frente al 53% que pensaba lo mismo tres meses antes.

En este contexto, y a parte de las múltiples manifestaciones contra la guerra que se han celebrado por todo el país, cabe destacar la protesta llevada a cabo por Cindy Sheenan, madre de un soldado muerto en Irak, que el 6 de agosto del 2005, acampó frente al rancho Crawford (Texas), donde George W. Bush pasaba sus vacaciones, decidida a que el presidente la recibiera y le respondiera al por qué de la guerra en Irak y para cuando el regreso de las tropas. La acampada tuvo un importante eco mediático y consiguió la solidaridad de otros familiares de soldados, de veteranos y de colectivos antiguerra. Una iniciativa que resultó ser un revulsivo para el movimiento antiguerra estadounidense, el cual parece ir adquiriendo más fuerza, aunque aún débil, a medida que perdura el conflicto y se agudizan las contradicciones en política interna a causa de la guerra y la ocupación.

Retos y perspectivas

Pero en el contexto actual y tras los recientes acontecimientos en Oriente Medio con la masacre del pueblo palestino y libanés por parte del gobierno israelí, ¿cuáles deben de ser los retos del movimiento antiguerra? En primer lugar, es fundamental denunciar la estrategia impulsada por el gobierno Olmert-Peretz-Peres, que bajo la bandera de la “guerra global contra el terrorismo” lleva a cabo el exterminio del pueblo de Palestina. Una estrategia que sólo en el transcurso del mes de julio ha provocado la muerte de más de 170 palestinos y miles de heridos bajo fuego israelí, un tercio del parlamento encarcelado, y el bombardeo sistemático de la franja de Gaza. Por no hablar de los sueldos de políticos y de funcionarios congelados desde el mes de enero y de tasas de paro que suman un 70% de la población activa/8. ¿Hasta cuando?

Una conflicto que ahora desplaza su centro de gravedad al Líbano, asesinando a centenares de civiles la mayoría mujeres, niñas y niños, provocando miles de desplazados y acabando con las infraestructuras del país. Unos ataques que están generando una catástrofe humanitaria y ecológica/9 de gran envergadura y que dibujan un escenario de guerra de larga duración y que extienden el conflicto a toda la región de Oriente Medio. Una masacre llevada a cabo en nombre de la “defensa preventiva”, bajo la bendición del gobierno estadounidense de George W. Bush y del británico Tony Blair y con el silencio de la Unión Europea y las Naciones Unidas. El movimiento antiguerra debe de exigir el ceso inmediato de los ataques y la investigación de responsabilidades por los crímenes de guerra cometidos.

En relación a Irak, las consignas del movimiento deben de ser claras y firmes: retirada inmediata de todas las tropas de ocupación de Irak y de la región. Como señala Gilbert Achcar y Stephen Shalom/10, el llamado de “tropas fuera ahora”, que en su momento fue el eslogan principal del movimiento contra la guerra en Vietnam, debe de ser recuperado por parte del movimiento antiguerra en EEUU. Esta estrategia es la que permitirá contrarrestar con más eficacia los intereses imperialista de Estados Unidos en Oriente Medio y aglutinar en su propio país, bajo una misma demanda, a sectores muy amplios del movimiento contra la guerra, desde aquellos que se preocupan por el futuro de los soldados norteamericanos hasta quienes exigen la soberanía del pueblo iraquí. Frente a llamadas, por parte de sectores demócratas en EEUU, a una “salida responsable” de Irak y, por lo tanto, a una “reorganización estratégica” en la región, que no renunciaría al control de los recursos petroleros y que en todo caso intentaría una reducción de las bajas de soldados sustituyendo las tropas terrestres por tropas de aviación, el movimiento antiguerra debe de mantenerse unido bajo la consigna “tropas fuera ahora”. La retirada de las tropas estadounidenses y de las fuerzas de la coalición debe de implicar también el fin del control económico, el pago de reparaciones y la apertura de investigaciones por los crímenes de guerra causados a la población iraquí.

El movimiento antiguerra debe dar su total apoyo al pueblo de Irak, quien está en su derecho legítimo para resistir a la ocupación. Frente a la dominación norteamericana no sólo encontramos una resistencia militar, televisada día a día por los grandes medios, sino que existe también una resistencia política, más amplia que la militar, e incluso encontramos a una resistencia mucho más extensa, la civil, integrada por ciudadanos de a pie que niegan, día a día, la legitimidad de la ocupación/11. Es en este contexto donde la solidaridad con el pueblo de Irak y el establecimiento de lazos y conexiones con los movimientos contra la ocupación estadounidense en Oriente Medio es hoy más necesaria que nunca.

Los medios de comunicación con su estrategia de mostrar una sola cara de la ocupación, con imágenes de actos de barbarie de la insurgencia y el silenciamiento de los crímenes de las fuerzas de ocupación, no han contribuido a la creación de un sentimiento antiguerra como durante la guerra de Vietnam. Entonces, los media, con la transmisión de imágenes del sufrimiento del pueblo vietnamita, contribuyeron al auge del movimiento contra la guerra. En esta ocasión, el propio gobierno estadounidense se ha encargado de censurar las imágenes que pudieran “herir la sensibilidad“ de sus conciudadanos, como las de los féretros y los funerales de los soldados caídos en combate. Estos elementos, junto con la dificultad por entender el laberinto de la resistencia iraquí y la situación en Oriente Medio, han dificultado una respuesta continuada en el tiempo contra la ocupación, al hilo de las manifestaciones del 15 de febrero del 2003.

A nivel internacional es imprescindible continuar con la coordinación del movimiento antiguerra y los llamados a la movilización. Pero más allá de los días de acción global contra la guerra, y como sugiere Walden Bello/12, es necesario avanzar hacia otras formas de protesta que presionen a los respectivos gobiernos implicados en la ocupación y en el conflicto en Oriente Medio. La estrategia de desobediencia civil, el boicot a productos israelíes y estadounidenses, la denuncia de las bases norteamericanas y la organización de acciones y marchas para exigir su cierre son otras formas de protesta que nos deben de permitir mantener un cierto nivel de movilización. Es aquí donde el movimiento antiguerra en Gran Bretaña tiene un papel fundamental, ya que su gobierno es el principal valedor de EEUU en la ocupación iraquí y la invasión del Líbano. Por ello, la movilización en este país es clave a la hora de presionar tanto a su propia administración, como indirectamente a la estadounidense, y exigir su retirada inmediata de Irak y el cese de hostilidades en la región.

Pero en los últimos meses otro escándalo se ha destapado en la guerra sucia contra el terrorismo de George W. Bush: los secuestros y los vuelos secretos de la CIA. Después de las denuncias de Amnistía Internacional sobre secuestros y entregas extrajudiciales de detenidos, ahora el informe de la comisión temporal del Parlamento Europeo que investiga el caso avala estas denuncias (El País, 16/06/06). Según las investigaciones, diez aeropuertos españoles recibieron 69 escalas de la CIA, la mayoría entre el 2003 y 2004, y cuatro de estos vuelos pasaron por la base-prisión de Guantánamo, a la vez que se registraron seis secuestros en suelo europeo de ciudadanos trasladados después en aviones a países terceros. El gobierno de Zapatero, que levantó la bandera “antiguerra“ en la contienda electoral del 2004 y que defiende la llamada “Alianza de civilizaciones“ como alternativa al unilateralismo estadounidense, no se pronunció frente a los primeros cuestionamientos de gobiernos europeos acerca de los vuelos secretos/13 y posteriormente restó valor al informe del Parlamento Europeo, aludiendo a una falta de información contrastada (El País, 16/06/06). Ante estas situaciones, la necesidad de un movimiento antiguerra con capacidad de reacción y denuncia es fundamental para hacer frente a las agresiones sistemáticas de la guerra global contra el terrorismo.

Del mismo modo, la base-prisión norteamericana de Guantánamo en Cuba, donde permanecen en el limbo legal desde hace cuatro años (sin juicio ni acusación formal en la mayoría de los casos) cerca de 460 hombres por ser sospechosos de tener lazos con Al Qaeda y los talibanes es otra de las vergüenzas de esta estrategia de guerra global. Las presiones de la opinión pública internacional, especialmente en EEUU, aunque débiles, parece que van haciendo mella: en la cumbre de la Unión Europea-Estados Unidos, en junio del 2006 en Viena, George W. Bush oficializó públicamente su propósito de clausurar el centro de detención de Guantánamo. Pero la más reciente sentencia del Tribunal Supremo de EEUU, del 29 de junio del 2006, declarando ilegales los tribunales militares especiales con los que se pretendía juzgar a los presos de Guantánamo, significa un nuevo varapalo judicial y político para el presidente estadounidense y un punto a favor en la lucha para conseguir el cierre de Guantánamo.

El cerco de Washington a Teherán para frenar la política nuclear iraní parece apuntar a un nuevo episodio de la guerra preventiva. Según informaciones de The Washington Post, de principios de abril del 2006, basándose en declaraciones de altos cargos de la administración, “se consideraba la posibilidad de lanzar ataques selectivos contra Irán, como parte de una estrategia de diplomacia coercitiva más amplia“ (El País, 29/04/06). Una amenaza que George W. Bush ha extendido a Siria, acusando a ambos gobiernos de apoyar a redes terroristas. El movimiento antiguerra deberá de estar alerta a la evolución de los acontecimientos.

A nivel del Estado español, la retirada de las tropas de Irak dejó al movimiento antiguerra sin un objetivo específico y la política de ZP le restó apoyo social y mediático. A pesar de la estrategia del gobierno de maquillar su política de defensa y de exterior, como alternativa al unilateralismo de Washington, la realidad nos muestra todo lo contrario. Sólo es necesario observar la postura del gobierno frente a los vuelos secretos de la CIA en territorio español: silencio; o el aumento de las tropas en Afganistán, Haití y el Congo; o la previsión de aumento del presupuesto de defensa y la revitalización del ejército y las fuerzas armadas; o a la aprobación del Proyecto de Ley Orgánica de la Defensa Nacional que legitima las funciones que la Constitución atribuye al ejército, y que incluye la “defensa de la integridad territorial y el orden constitucional”, por citar algunos ejemplos.

En este contexto, y a pesar de la dificultad por trascender el muro mediático, es fundamental para el movimiento antiguerra: en primer lugar, poner de relieve las contradicciones en política exterior y de defensa del gobierno ZP y ejercer un pacifismo crítico y combativo; en segundo lugar, reforzar las alianzas con otros actores sociales y hacer de la lucha contra la guerra y el militarismo un elemento clave en el combate contra la globalización neoliberal; en tercer lugar, mantener una actividad constante, en cuestiones como la denuncia de la ocupación de Irak, Palestina y la reciente guerra en el Líbano; y finalmente poner de relieve los objetivos ocultos de la estrategia de George W. Bush en Oriente Medio, con el silencio y la indiferencia de la comunidad internacional, y que está causando centenares de civiles muertos en nombre de la “guerra global contra el terrorismo”.

*Artículo publicado en la revista Viento Sur, nº88, pp. 43-52, septiembre 2006.

1/ El barómetro de febrero del 2003 del Centro de Informaciones Sociológicas (CIS) indicaba que un 90,8% de los encuestados estaba en contra de la guerra.

2/ Para una evolución más detallada del movimento pacifista, principalmente en Cataluña, ver: Prat, E. (2004) “Sorgiment i desenvolupament del moviment per la pau a Catalunya. 1981-1986” en Prat, E. (coord.) Els moviments socials a la Catalunya contemporània. Publicacions i edicions UB, Barcelona.

3/ Cassen, B. (2003) “ATTAC a l’ataque” en New Left Review, nº 19, 88-106.

4/ El cierre del presente artículo a 03/08/2006 dificulta la actualización de los datos referentes a la evolución de la guerra en el Líbano y la crisis en los territorios palestinos.

5/ Bello, W. (2004) Encuentro internacional del movimiento antiguerra en Beirut (entrevista realizada por Esther Vivas) en http://www.espacioalternativo.org

6/ Gordillo, J.L. (2005) “Movimiento pacifista y antimilitarista” en Grau, E. y Ibarra, P. La política en la red. Anuario de movimientos sociales. Icaria editorial, Barcelona

7/ Más información en http://www.worldtribunal.org

8/ Para más información sobre el conflicto en Palestina ver crónicas de Laura Camargo en http://www.espacioalternativo.org

9/ Los bombardeos israelíes sobre despósitos de combustible en la subestación de Yiyeh, al sur del Líbano, el 27 de julio, causaron un vertido de 15.000 toneladas de gasóleo al mar.

10/ Achcar, G. y Shalom, S.R. (2006) La posición de la “reorganización estratégica” frente a los partidarios del “out now” en http://www.vientosur.info

11/ Bello, W. (2005) Iraq, the US and the challenges to the global peace movement en http://www.tni.org

12/ Bello, W. (2005) Op. Cit.

13/ Montoya, R. (2006) “Los vuelos de la CIA y el gobierno Zapatero” en Viento Sur, nº 86, 13-20.

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