Una reseña del libro ‘Del campo al plato’
Gerardo Pisarello | Mientras tanto
Uno de los rostros más dramáticos de la crisis en curso es la extensión del hambre y, en general, de las malas condiciones de alimentación. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) el número de hambrientos en 2008 ascendió a los 925 millones de personas. Todo ello en un contexto en el que se producen más alimentos que nunca y en el que las principales víctimas de la situación son los campesinos y campesinas que trabajan la tierra, sobre todo en los países periféricos.
Tras coordinar los libros ¿A dónde va el comercio justo? (Icaria, 2006) y Supermecados, no gracias (Icaria, 2007), Montagut y Vivas, miembros de la Xarxa de Consum Solidari, vuelven a mostrar con rigor y sentido crítico los fenómenos de explotación, especulación y alienación que subyacen a este escenario y que están cambiando la vida tanto de productores como de consumidores.
‘Del campo al plato’ reúne trabajos de los propios editores y de activistas e investigadores vinculados a organizaciones campesinas y de defensa del derecho a la alimentación en países como Ecuador, Indonesia, Sudáfrica, México, India, Suiza, Japón, Brasil, Francia o la República Democrática del Congo. A través de cada uno de ellos, cobra visibilidad lo que la mirada dominante sobre el tema prefiere velar: el tremendo impacto de las políticas neoliberales sobre un modelo alimentario que, regido por la búsqueda del beneficio inmediato, ha entrado en una deriva productivista, insolidaria y claramente insostenible en términos energéticos y ambientales.
Los temas abordados y que componen el cuadro global son numerosos: el papel del agro-negocio y los nuevos “cercamientos” de tierras indígenas y campesinas; la sobre-explotación de los suelos, la erosión de la biodiversidad y el éxodo forzado del campo a la ciudad; el recorrido kilométrico de alimentos de exportación con calidad decreciente y devoradores de energía; la falsa alternativa de los llamados “agro-combustibles”; los ingentes beneficios obtenidos por las grandes cadenas de distribución, la desaparición de las pequeñas tiendas y la creación paulatina de una “dictadura de la oferta” que se impone a los consumidores; la complicidad de los gobiernos locales y de instituciones internacionales como la OMC, el Banco Mundial, el FMI o la propia UE.
Y junto a ello, un análisis comprometido, pero en ningún caso autocomplaciente, de las alternativas planteadas por diferentes movimientos sociales involucrados en la cuestión: desde las que tienen una mayor dimensión individual, como las vinculadas al consumo crítico, a las que requieren una acción política más global y cambios estructurales, como las relacionadas con el comercio justo, la transformación de las relaciones Norte-Sur, y la defensa de la soberanía alimentaria.
Reseña aparecida en mientrastanto.e, nº 72