Brais Benítez | MásPúblico
Esther Vivas y Josep Maria Antentas, autores de Planeta indignado. Ocupando el futuro creen que para “provocar una crisis política es central hacer que el capital pierda el control de los centros de trabajo”.
BARCELONA // El 2011 quedará en la memoria como el año de las revueltas. Las protestas de la primavera árabe prendieron la chispa del 15-M. La ola de movilizaciones fue de Madrid a Barcelona, y de Atenas a Nueva York bajo un sentimiento común: la indignación. Pero, ¿en qué medida podemos relacionar las revueltas árabes con los movimientos indignados? ¿Responden a causas comunes? ¿Estas nuevas formas de movilización han sustituido ya a las protestas sindicales tradicionales? ¿Hasta dónde llega la crisis de la democracia?
Estas y otras cuestiones son las que han abordado Esther Vivas y Josep Maria Antentas, expertos en movimientos sociales, en su libro Planeta Indignado. Ocupando el futuro. Publicado a principios de este año, el ensayo va ya por la segunda edición. En un encuentro con MásPúblico, los autores repasan los temas más destacados del libro, y exponen sus razones por las cuales la sociedad debe avanzar hacia un cambio de sistema.
¿Qué ha supuesto el 15-M?
Vivas: El 15-M fue el inicio de un nuevo ciclo de movilizaciones, en el cual aún nos encontramos. Lo que emergió en el 15-M fue todo el malestar, la indignación acumulada, fruto de una situación de crisis y de las políticas para salir de ella que se estaban aplicando. Las causas que dieron lugar a la emergencia del movimiento no han hecho más que aumentar. Las razones de la crisis continúan, y por tanto hay espacio para que esta indignación continúe en aumento.
La crisis hizo eclosionar el movimiento pero las causas ya eran latentes…
Antentas: La crisis que comienza en 2008 acentúa toda una dinámica que ya habíamos tenido los últimos 30 años: desgaste del Estado del Bienestar, políticas neoliberales que habían reducido derechos y habían precarizado el mercado laboral… El capital financiero está aprovechando la crisis para cambiar de modelo social. Detrás de los recortes, del número de profesores que se van a la calle, del número de quirófanos que se cierran, lo que hay es un intento de cambiar de modelo social para ir hacia un modelo de sociedad en el cual el capital financiero gobierne sin ningún tipo de restricción.
Durante dos o tres años el debate que teníamos es “¿cómo puede ser que con todo lo que está pasando la gente no se mueva?”. La gente estaba un poco paralizada por el shock inicial. Lo que provocó el cambio de contexto fueron las revoluciones en el mundo árabe, que de alguna manera transmitieron el mensaje de que es posible luchar y ganar.
Así que las revueltas árabes ejercen de palanca…
Vivas: La primavera árabe nos devuelve la confianza en que la acción colectiva puede cambiar las cosas. Que si nos organizamos, si salimos a la calle, si luchamos, se pueden conseguir cosas. Antes de que estallase el movimiento pesaba mucho el miedo, la resignación, el escepticismo, y las revueltas en el mundo árabe nos devuelven la confianza. Eso, que parece poco, es extremadamente importante, porque pensar en que podemos cambiar las cosas es el primer paso para conseguir llevar a cabo estos cambios. Desde mi punto de vista, el elemento importante que tienen estas revueltas es que nos retornan esta confianza en el “nosotros”.
Los movimientos indignados se han desarrollado en varios países… ¿el conflicto que los genera es global?
Antentas: La crisis es internacional, y las políticas que se están aplicando en toda la Unión Europea son las mismas. Todos los movimientos de lucha que han surgido contra la crisis nacen en un contexto nacional y estatal concreto, y por lo tanto reaccionan a causas concretas y son diferentes unos de otros (lo que pasa en el caso español no es lo mismo que sucede en Grecia o en Portugal, o en los Estados Unidos), pero simultáneamente se insertan en un contexto general. Son movimientos específicos que forman parte de la misma dinámica general. Al mismo tiempo, los movimientos se han influenciado unos a otros.
Se retroalimentan.
Antentas: Hay una influencia recíproca: se copian eslóganes, conceptos, prácticas como el tema de la ocupación de plazas. Por otro lado, es una cosa muy típica de los movimientos sociales: el efecto imitación, emulación, difusión…
En el libro habláis de una “democracia oligarca”, ¿hasta dónde alcanza la “crisis de la política?
Vivas: Justamente unos de los elementos en común de todos estos movimientos es la reivindicación de más democracia. Está claro que no se puede comparar la situación en el mundo árabe con la de aquí, pero las ansias de más democracia y de tener la capacidad de decidir sobre las políticas públicas es un elemento unificador.
En el Estado español hay una crisis del régimen salido de la transición, de la monarquía, del sistema democrático actual. Se han visto sus límites: una democracia supeditada a los intereses del mercado, del capital, y que no tiene en cuenta las necesidades colectivas de la mayor parte de la población. La crisis ha hecho caer la careta al sistema, pero a la vez la emergencia del movimiento aún ha acentuado más las propias contradicciones del sistema.
En los últimos años hemos visto como la Troika investía a presidentes a dedo en Grecia y en Italia…
Antentas: Estos golpes de estado financieros son el máximo exponente del secuestro de la política por parte del poder financiero, y de cómo en el marco actual las propias instituciones democrático-parlamentarias tradicionales se vacían de contenido. Se produce una cierta implosión de los mecanismos democráticos tradicionales, que por otro lado ya eran bastante limitados.
También observamos como se acerba mucho la lógica neocolonial del proyecto europeo. Aparece muy claramente que en la UE hay un centro y una periferia, y la lógica que se establece entre un lado y otro es el del imperio y la colonia. Con la crisis se difuminan todas las cortinas de humo y el mundo aparece de forma brutal, tal y como es.
¿Puede suceder algo parecido en España?
Antentas: Es una hipótesis que no debemos descartar. El Gobierno de Rajoy se está quemando muy rápido y cuando se queme, seguramente, el recurso del sistema será un gobierno de concentración nacional PP-PSOE con algún tipo de técnico a la cabeza. Es el mecanismo que evitaría concurrir a unas elecciones, que es lo que el sistema no puede permitirse para que no se genere más inestabilidad.
Vivas: Aquí aún no se ha dado esta situación, pero el ministro de Economía, el señor Luís de Guindos, antes de ocupar este cargo había sido presidente de Lehman Brothers en España y Portugal. Vemos también la influencia del poder financiero en las políticas económicas que se están llevando a cabo. Y se ha puesto claramente de manifiesto los vínculos estrechos entre la clase política actual y las élites económicas y financieras del país. La dinámica de puertas giratorias es una constante: hoy muchos de los que estuvieron en el Gobierno han pasado a formar parte de los consejos asesores de las principales empresas del país y viceversa.
Después de un año de protestas masivas como fue el 2011 llegaron las elecciones y lo que sucedió es la victoria clara de la derecha…
Vivas: Hay que tener en cuenta que las elecciones no son un reflejo del malestar social en las calles ni de la indignación. Vienen muy determinadas por la capacidad de los partidos políticos mayoritarios para salir en los medios, en parte gracias a la financiación que tienen de la banca. Unas elecciones no son neutrales, son unos de los terrenos más desfavorables para los movimientos sociales. Para ver un traslado de esta indignación a las urnas hace falta que pase más tiempo.
En este sentido, creo que Grecia es el gran ejemplo. Después de una crisis económica extremadamente profunda, que ha desembocado en una crisis social dramática, los dos grandes partidos mayoritarios se han hundido y han surgido alternativas políticas como Syriza. También hemos visto cómo la extrema derecha ha capitalizado este malestar con un populismo xenófobo y racista. En cierta medida, Grecia es un espejo de lo que puede pasar. Muchas de las cosas que allá han pasado estos últimos años están comenzando a suceder aquí.
Antentas: Cuando gana la derecha siempre hay que recordar que puede ganar unas elecciones pero que su voto nunca es mayoritario. El PSOE se ha quemado y ha ganado el PP, pero ahora también el PP se está quemando. Ya no estamos en la lógica de la alternancia. Es interesante ver cómo la profundidad de la crisis golpea al sistema de partidos, desgasta a los partidos tradicionales, que entran en contradicción con su base social.
Eso ha sucedido en mayor medida con las opciones socialdemócratas…
Antentas: La socialdemocracia choca directamente con su base social y su entorno, porque tiene que hacer una política neoliberal extrema. Eso lo que provoca es que se descomponga. Es el elemento central, porque la socialdemocracia ha sido una corriente política central en el mantenimiento de los régimenes de la Europa mediterránea que se establecieron después de las dictaduras militares de los setenta. El edificio que se construyó en Grecia, España y Portugal comienza a tener muchas grietas en la pared.
¿Qué papel juega en todo esto la deuda?
Vivas: La deuda se utiliza como una excusa para llevar a cabo recortes en derechos sociales, laborales e incluso democráticos. Vemos cómo desde el establishment se nos dice que hace falta aplicar estas medidas de austeridad porque aumenta la deuda, pero la mayor parte de ésta es privada, principalmente de las empresas y de la banca, y en menor medida de las familias.
El problema añadido es que, cada vez más, esta deuda privada se está convirtiendo en deuda pública. Sobre todo porque en la medida en que se rescatan con fondos públicos a bancos como Catalunya Caixa, Banco de Valencia, Nova Caixa Galicia o Bankia, la deuda privada que tienen pasa a ser deuda pública: se socializan las pérdidas de la banca mientras que los beneficios continúan siendo privados. El problema de la deuda soberana es un tema central en la agenda de los movimientos sociales indignados en el conjunto de la UE. Se está cuestionando la legitimidad de esta deuda y lo que se está promoviendo es que se audite.
¿Qué posibilidades existen de auditar la deuda?
Vivas: Depende de la capacidad que haya desde abajo para imponer estas prácticas. Las experiencias de reivindicación de una auditoria de la deuda se basan en trabajos previos que se han venido haciendo en países de América Latina. En su momento, el gobierno de Correa en Ecuador impulsó un proceso de auditoría y finalmente se decidió que una parte de la euda no se pagaba porque era ilegítima.
La auditoría de la deuda se entiende también como un elemento pedagógico, no es tan solo importante la auditoria en sí misma como el proceso hasta llegar a ella. Incluye hacer pedagogía sobre lo que implica la deuda, cuestionarnos a quién ha beneficiado, si ha ido a parar a la banca por qué hay que pagarla, si es legítima o no.
¿Cómo influye la Red en las protestas?
Vivas: Las redes sociales han servido para dar mucho más eco y proyección a las movilizaciones. Han permitido hacer llegar estas protestas a muchos más sectores, y a la vez que los propios activistas se conviertan en periodistas que puedan explicar su propia parte de la historia, lo que en el mundo árabe se ha denominado el citizen journalist.
Hoy en día no puede entenderse la movilización social que tenemos sin tener en cuenta el papel de las redes, pero a la vez se debe tener en cuenta que para que haya un impacto social y político hay que ir mucho más allá de la Red. Eso lo hemos visto claramente en las protestas en Egipto: los blogueros y las redes sociales jugaron un papel muy importante, pero un punto de inflexión fue cuando los trabajadores de sectores claves como el canal de Suez entraron en huelga. Estas alianzas entre movimientos sociales urbanos, redes sociales y sindicalistas es lo que marca un antes y un después en la nueva manera de entender la movilización social hoy en día.
¿Qué dificultades existen para canalizar la protesta en los puestos de trabajo?
Antentas: Esta es una de las grandes debilidades del periodo. El ascenso del paro de masas, la precarización del mercado de trabajo y los cambios en la forma en la que están coordinadas las empresas (procesos de externalización, subcontratación, etc.) ha provocado que en los últimos años se haya debilitado mucho el poder de los trabajadores y de los sindicatos, y que cada vez más los trabajadores tengan menos capacidad de negociación y de movilización.
La gran contradicción es que en tanto que ciudadanos hay una gran capacidad de lucha en la calle pero en tanto que trabajadores es una cosa muy débil. Quizás hemos perdido el miedo como ciudadanos, pero como trabajadores predomina el miedo y la resignación.
Para provocar una crisis política que haga temblar un edificio es central hacer que el capital pierda el control de los centros de trabajo. Y aún estamos muy lejos de esto. Nos cuesta mucho.
Un buen momento para calibrarlo será la huelga general del 14-N…
Antentas: La clave para que funcione la huelga general está en que paren los grandes polígonos industriales, el sector público y el transporte, que son los bastiones sindicales. Pero solo con eso la huelga se queda limitada. Si queremos que vaya más allá hay que ver cómo vinculamos a los trabajadores de las pequeñas empresas y de los servicios, los precarios, los inmigrantes, los jubilados, estudiantes, parados, amas de casa… Es decir, cómo somos capaces de que la gente que no tiene posibilidad de expresarse como trabajadores también puedan hacerse oír. Aquí la clave son las manifestaciones que pueda haber el día de la huelga.
Dedicáis un capítulo a la importancia de ligar el movimiento indignado a la lucha contra el cambio climático…
Vivas: La crisis climática, medioambiental y ecológica es otra de las caras de esta crisis múltiple que nos afecta. Desde mi punto de vista, el reto es vincular la lucha del movimiento social indignado, que en Europa está muy centrado en las políticas económicas y sociales -porque nos afectan de pleno-, con la lucha del movimiento por la justicia climática. Las dos cuestiones están íntimamente relacionadas, y son fruto de la lógica del sistema capitalista que antepone los intereses particulares y privados a las necesidades colectivas.
¿El anticapitalismo es la solución?
Antentas: Ahora mismo es la respuesta más consecuente. Lo que muestra la crisis es la cara más brutal del capitalismo. Es un sistema incapaz de satisfacer las necesidades básicas de la mayoría de la población y amenaza a la propia supervivencia de la humanidad y del ecosistema. Además, es un sistema en el que periódicamente hay crisis como la actual que, pese a ser una de las más grandes de la historia, forma parte del funcionamiento habitual del capitalismo. Los problemas que tenemos hoy en día no se pueden arreglar con cambios superficiales, con un poco de maquillaje, se necesita un cambio en profundidad.
¿Esa es la propuesta del anticapitalismo?
Antentas: Lo que expresa es esta voluntad de cambiar el mundo desde la base. En otros momentos de la historia, para expresarla ha habido otros conceptos, como socialismo, comunismo, etc., que a nivel de masas significaban una esperanza de construir otro mundo. Estos conceptos, debido a todo lo que ha pasado en el siglo XX, se asocian a cosas que no tienen que ver con la idea original. Seguramente, el propio movimiento y las propias luchas rescatarán los antiguos conceptos o bien inventarán otros nuevos para ir expresando este horizonte alternativo de sociedad.
El sistema actual no tiene solución y necesita un cambio completo: de un sistema que se basa en la propiedad privada y la riqueza, a uno que se base en los bienes comunes; de un sistema que se basa en la competencia y el egoísmo, a uno que se base en la defensa de aquello que es de todos y en la solidaridad. El sistema va hacia un lado y el anticapitalismo dice: hacia la otra dirección.