Un libro para cambiar el mundo

Una reseña del libro ‘Sin miedo. Conversación entre Teresa Forcades y Esther Vivas’

Jimena Castro | Witty.la

Cuando acecha el peligro, nace el miedo. Aparece como una sensación que ayuda a prevenir un eventual daño, pues es capaz de paralizarnos y así evitar que actuemos de manera irresponsable. El miedo en cierta medida nos cuida, pero también el miedo evita el riesgo. Y por supuesto, un montón de avances en la humanidad no habrían sido posibles sin riesgos. Es decir, sin enfrentar el miedo.

Sin miedo es el título que tiene este libro, una conversación entre la monja benedictina Teresa Forcades y la activista e investigadora en movimientos sociales Esther Vivas. Desde el monasterio de Forcades, San Benet de Montserrat, ambas mujeres conversan y reflexionan en torno a temas como la crisis económica, la corrupción de los partidos políticos, la democracia, la independencia de Cataluña y el protagonismo de la ciudadanía en los procesos de liberación.

La dinámica de la conversación está gradualmente establecida por un diagnóstico de la situación actual de la sociedad, sobre todo europea, para luego ir presentando lo que las autoras creen que son las posibles curas. ¿Cuáles son los males que producen la escandalosa desigualdad actual? Pues nada muy nuevo: la excesiva codicia del hombre, que utiliza al capitalismo como arma para guardar los intereses de unos pocos. Sin embargo, lo fresco de este libro no está en el diagnóstico, sino que en la reflexión que este acarrea. Las propuestas de Forcades y Vivas son flexibles, son nuevas, son vitales, son posibles y son coherentes. Estemos de acuerdo o no con lo que ambas proponen (incluso ellas no siempre lo están), este libro nos muestra que pensar es definitivamente un acto liberador. Nos enseña que la reflexión y el diálogo no han muerto, y que sus voces femeninas y fuertes los tienen más presentes que nunca.

Para motivarlas a leerlo y que se hagan alguna idea de los temas que tratan, copio algunos fragmentos del libro.

Representatividad política: “Es interesante debatir la posibilidad de suprimir los partidos políticos y abrir la posibilidad de una organización política diferente, una organización política en la que las personas, por ejemplo, fueran escogidas directamente por la población, o que se reunieran en grupos de interés que no correspondieran a instituciones fijadas con una financiación y con una necesidad de defender unos intereses, sino que pudieran aparecer como defensoras de intereses particulares, que debaten en un foro plural, y que sin embargo después se deshacen y se articulan de otra forma en un próximo debate. Yo creo que aquí existe una posibilidad y que algunas iniciativas que ahora se originan desde abajo ya se están ensayando en las asambleas” (47).

“Respecto a las necesidades de reformar la representatividad política, como lo estamos entendiendo y viviendo, otro punto importante sería la vinculación de los cargos electos al territorio. Y esta vinculación hace que tú conozcas al cargo político y el cargo político te conozca. Esta relación no supone una garantía absoluta de que no intente poner la mano en el bolsillo, pero proporciona una serie de ventajas que aquella persona puede valorar por encima de la de enriquecerse económicamente, como el reconocimiento de sus conciudadanos, el respeto por las personas, pasear por el pueblo sin que la gente lo mire mal” (50).

Los sujetos del cambio: “Yo parto de la base de una antropología positiva, creo que las personas hemos sido creadas con la capacidad de hacer el bien, creo que el mundo está bien hecho y que es posible organizarnos colectivamente de forma que hagamos de él un espacio para vivir de manera digna para todos. Pero si esta antropología positiva fuera cierta, ¿cómo es que las cosas están tan mal? ¿Cómo es que hay tanta injusticia?” (56).

Desobediencia civil: “Todas estas acciones de desobediencia civil, a pesar de la criminalización que han sufrido desde el poder, han sabido conectar con el malestar de la gente, con la opinión pública, que ha entendido que ante leyes y políticas injustas no queda otra opción que desobedecer. Y este es, en mi opinión, el gran salto hacia adelante. De hecho, a lo largo de la historia, la desobediencia civil es la que nos ha hecho avanzar y conseguir derechos que en su momento parecían inimaginables” (63).

La revolución: Weil [Simone Weil, filósofa y mística francesa] parafraseó la crítica marxista de la religión como el opio del pueblo, en el sentido en que la religión a veces ha actuado como aquella utopía futura en función de la cual tú tienes que sacrificar tus necesidades actuales, `como después vendrá el cielo, ahora aguanta´. Weil decía: en el ámbito revolucionario esta lógica también puede operar, y la revolución puede convertirse en el verdadero opio del pueblo; `como que después llegaremos a este mundo de plenitud para todos, que haremos con la revolución´, hay un momento de `tú a callar, que el líder te diga lo que tienes que hacer, o que las mujeres se esperen´. El tema de las mujeres siempre queda en un segundo término, de esto se han quejado las revolucionarias de todas las épocas, también en la teología de la liberación latinoamericana y en todos los procesos de cambio” (83).

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