Esther Vivas | El Periódico
¿Alimentos para llenar barrigas o contenedores de basura? He aquí la cuestión cuando miramos de cerca el modelo agroalimentario. Hoy, un tercio de los alimentos que se producen cada año en el mundo para consumo humano acaban desperdiciándose, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), al mismo tiempo una de cada siete personas en el planeta pasa hambre, según la misma institución. Entonces, ¿para qué sirve la comida?
A lo largo de toda la cadena agroalimentaria, de origen a fin, encontramos una serie de agujeros negros por donde se despilfarran alimentos. Si empezamos por el primer eslabón, el campo, vemos como mucha fruta, verdura… ni siquiera llega a recogerse, ya sea porqué su precio ha caído por debajo del coste de producción y al campesino le sale más caro recolectarla y venderla que dejarla donde está, o debido a fenómenos meteorológicos o plagas que dañan la cosecha e impiden que ésta se comercialice según los criterios, “estéticos”, impuestos. En los mercados mayoristas y en las centrales de compra, muchos son los alimentos que quedan descartados de entrada al no ser suficientemente grandes y bonitos, por no encajar en “los cánones de belleza” establecidos, no sólo por los consumidores sino por un modelo de distribución fuertemente controlado por los supermercados.
Al llegar a la gran distribución (los súpers, las cadenas de descuento, los hipermercados…), vemos cantidades ingentes de comida llenando estantes o frigoríficos, siempre a rebosar, para instar a un mayor consumo, lo que genera una gran cantidad de alimentos caducados, especialmente de producto fresco. A parte, hay problemas de envasado o errores en la confección de los pedidos que contribuyen también al despilfarro. Capítulo a parte merecen los mercados, las tiendas, el pequeño comercio, con lo que no vende y se acaba tirando.
¿Y en restaurantes y bares? Un 60% de la comida se desperdicia por una mala previsión, un 30% en la preparación y un 10% responde a las sobras de los comensales, según un estudio avalado por la Federación Española de Hostelería y Restauración. Al entrar en casa, muchos son los productos que acaban estropeándose o bien porqué compramos más de los que necesitamos, dejándonos llevar por ofertas de última hora o reclamos 2×1, o por no saber interpretar el etiquetaje y las fechas de caducidad.
Visto lo visto, los alimentos han perdido su razón de ser: darnos de comer. La globalización alimentaria, al servicio de los intereses de las grandes empresas del sector, ha convertido la comida en una mera mercancía, y quien no tiene dinero suficiente para adquirirla no come, y el producto, al no venderse, acaba en la basura. O si un alimento es considerado “feo”, según los criterios del mercado, se desecha, obviando que igualmente nos puede nutrir. El despilfarro alimentario es la cara más cruel de un sistema agrario que genera hambre en un mundo donde abunda, y mucho, la comida.