Atrapados en el estereotipo

Esther Vivas | El Periódico

Un hombre blanco con traje y corbata es entrevistado por skype por el canal de televisión BBC, desde una habitación que parece su despacho. De repente, una niña entra bailando en la sala y se sienta a su lado. El hombre intentando no perder la compostura la aparta. Entonces, un bebé con un andador aparece también raudo y veloz. Segundos después una mujer joven con rasgos asiáticos entra corriendo desesperada y se lleva como puede a las criaturas. Pregunta: ¿Qué relación tienen el hombre, la niña, el bebé y la mujer?

Este es el contenido de un vídeo que se ha hecho viral, y que de verlo no podrá contener la risa. Sin embargo, la polémica se ha desatado en las redes sociales británicas, ya que una parte de quienes lo vieron, e incluso algunos medios de comunicación, consideraron que la mujer era la niñera del académico, cuando en realidad era su esposa. ¿Somos libres de juzgar a los otros al margen de estereotipos varios?

Vivimos en sociedad y acostumbramos a formarnos una imagen predeterminada de nosotros y los demás en función de su género, clase social, origen étnico, edad… Algunos creen que las mujeres limpian y cuidan mejor que los hombres, que los pobres son vagos y viven de las ayudas, que los asiáticos son sucios, que los jóvenes “ni estudian ni trabajan”. Se trata de un conjunto de creencias fijas, aceptadas y compartidas socialmente, que simplifican la realidad y se erigen sobre prejuicios respecto a otros grupos, es decir, sobre ideas preconcebidas de alguien sin tener conocimiento suficiente de ello.

De este modo, y volviendo al vídeo viral, la mujer que entra corriendo en la habitación para llevarse las criaturas solo podía ser, a ojos de muchos, la niñera o la sirvienta, ya que es mujer –otro gallo cantaría si fuese hombre– y de origen asiático. Los estereotipos encasillan y nos restan libertad. Hay algunos que pueden quedarse en anécdota. Una vez fui a dar una conferencia con una amiga treinta años mayor que yo y, al llegar, los organizadores la saludaron a ella como si fuese la ponente y yo la acompañante; demasiado joven –supongo que pensaron de mí– para impartir una ponencia ante un auditorio. Otros son la base del machismo, el racismo, el clasismo y la xenofobia.

El estereotipo puede derivar entonces en un proceso de estigmatización social que, como analizó clásicamente el sociólogo Erving Goffman, sirve para devaluar y menospreciar a determinados colectivos.

Que las mujeres tienden a escoger estudios sociales y en cambio son minoría en los técnicos no es casualidad. Un reciente vídeo de la Universitat Oberta de Catalunya así lo denuncia. Nos dicen, relata el vídeo, que “los chicos son buenos para la informática y las chicas para las humanidades (…) Que ellas no sirven para estas cosas (…) Muchas al final se lo creen”. Hoy, por cada nueve chicos en carreras como Ingeniería informática o telecomunicaciones hay solo una chica. Los estereotipos hipotecan nuestro futuro individual y colectivo.

Solo la educación así como la experiencia y el trabajo cotidiano con el otro nos permitirán desmontar estos estereotipos.

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