Esther Vivas | El Periódico
Los más jóvenes se están alzando en defensa de su futuro, y el nuestro. Gracias. Nadie sino ellos parece darse cuenta de que o cambiamos el rumbo de las actuales políticas económicas, energéticas y de consumo o mañana no habrá planeta que nos acoja.
Nuestra precaria vida laboral y social apenas nos permite ver más allá de las facturas por pagar, las tareas domésticas pendientes o todo el trabajo que no llegamos a realizar. Los políticos, por su parte, más interesados en el rédito electoral inmediato, siguen regalando, por un lado, cuantiosas subvenciones a empresas que contaminan, mientras, por el otro, se visten de “sostenibles”. Son los jóvenes, conscientes de que su presente y futuro está en juego, quienes vienen a sacudir nuestras consciencias.
Muchos en su momento salimos a la calle, tras la crisis financiera, para gritar que “no somos mercancías en manos de políticos y banqueros”. La especulación urbanística, la connivencia público-privada, el desmantelamiento de los servicios públicos, la corrupción sacudieron el tablero político. Sin embargo la crisis económica tiene una vertiente no solo social sino medioambiental, la cual ha quedado parcialmente invisibilizada, pues sus efectos no son inmediatos. Ahora empezamos a darnos cuenta que nos quedamos sin otoños ni primaveras, que la temperatura sube año tras año, que desaparecen variedades agrícolas y ganaderas. Comenzamos a ver un impacto que se acelerará en un futuro inmediato.
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