No me gustan las princesas

Esther Vivas | El Periódico

Nunca me han gustado los cuentos de princesas, ni los disfraces ni los juguetes de este tipo. No me gustaban de pequeña, y aún me gustan menos ahora de mayor. Y no porque sea antimonárquica, que también, sino por los mensajes que transmiten, que si las niñas deben ser dulces, delicadas, que tienen que esperar a su príncipe azul, que son débiles, que necesitan ayuda. Todo ello contribuye a cómo las niñas se ven a sí mismas y cómo los demás las perciben, y establece las bases de las desigualdades de género y la violencia machista.

Estas historias de juegos de princesas, llenas de estereotipos y tópicos, que nos pueden parecer cosa de otra época, y más con el auge del movimiento feminista actual, en realidad forman parte de nuestra cotidianidad. Y estos días de Navidad, si prestamos atención, encontraremos numerosos ejemplos. Lo señalan los datos que recoge anualmente el Consell de l’Audiovisual de Catalunya tras analizar decenas de espots que se emiten durante las fiestas. Si tomamos las cifras de la campaña de Navidad del año pasado, 9 de cada 10 anuncios de juguetes contenían estereotipos femeninos. Y aunque ha disminuido la publicidad con tópicos que perpetúan roles masculinos, la que asigna estereotipos a las niñas ha aumentado el 20% respecto al año anterior. En concreto, aquellos anuncios donde aparecen niñas jugando solo con niñas o jugando con muñecas han subido.

Machismo en edades tempranas

El machismo, más o menos sutil, está siempre allí, y comienza a edades tempranas, incluso antes de nacer, cuando lo primero que te preguntan cuando estás embarazada es si esperas un niño o una niña. En función de la respuesta, se asocia toda una serie de expectativas a aquella personita, se le regalan ciertos juguetes o se le compra determinada ropa. De hecho, la mayoría de tiendas y centros comerciales clasifican las prendas de vestir de los pequeños, incluso la de los bebés, en función de su sexo, con un omnipresente azul para las criaturas con pene y rosa para las que tienen vulva. La imposición de ciertos roles de género dependiendo del sexo no hace sino comenzar a partir de ahí.

A las niñas se las considera cuidadoras, preocupadas por su imagen y forma de vestir. Los juguetes adecuados para ellas, según muchos catálogos, son las cocinitas, los utensilios de limpieza, los tocadores de belleza, el kit de peluquería o las muñecas a menudo vestidas de rosa y con un cuerpo perfectamente normativo. Los niños, en cambio, nos dicen que son movidos, atrevidos, inquietos. Por eso se les ofrecen juegos de coches, bricolaje, piratas, astronautas, policías o bomberos. Desde pequeños se nos educa en las funciones sociales que el sistema patriarcal nos asigna dependiendo de nuestro sexo, y se nos encorseta en un sistema de identidades binario. Claro que algo ha cambiado, y hoy podemos ver también a alguna niña vestida de bombero o un niño jugando a cocinar en determinados catálogos navideños de juguetes. Sin embargo, esta no es la norma. Gran parte de este tipo de anuncios, en plena época del #MeToo, sigue transmitiendo los estereotipos de género de siempre.

Cada vez, afortunadamente, más madres y padres se rebelan contra esta imposición. Un ejemplo lo tenemos en la Comisión de Género de la escuela Fructuós Gelabert en Barcelona que, desde que se creó hace dos años, coincidiendo con las fiestas de Navidad difunde material audiovisual para sensibilizar al respecto. Si el año pasado elaboraron un conjunto de tres vídeos, bajo el título ‘La revolució de les joguines’, en que dichos juguetes tenían vida propia, se organizaban en asamblea y se manifestaban para acabar con el uso que se hacía de ellos para imponer determinados roles de género, este año con el vídeovillancico ‘Atrapades en el gènere (fuig, fuig, fuig)’, versionan la canción clásica del ‘Fum fum fum’ con una letra que insta a las criaturas a rebelarse contra el sexismo. Un vídeo que ya se ha hecho viral.

El problema no es, en la mayoría de casos, el juguete, sino el carácter que se le da. Esto hace que el juego sea utilizado como un instrumento para promover y consolidar las desigualdades de género y el sexismo, así como actitudes violentas, competitivas e individualistas, en consonancia con los valores sociales que algunos quieren hegemónicos. Lo mismo ocurre con los dibujos animados. A veces, lo que queremos combatir en casa entra discretamente a través de las pantallas y los televisores. Ser conscientes de este hecho es el primer paso para cambiarlo. Aunque no siempre es fácil ir a contracorriente de la norma.

Email
Whatsapp
Telegram
Instagram
Facebook
Twitter
TikTok
LinkedIn
Cart Overview