Florence Thomas | El Tiempo
La maternidad es un asunto que ha atrapado a las mujeres durante siglos, a todas, incluso a las feministas. Siempre fue difícil de abordar y, la verdad, durante las primeras olas del feminismo colombiano no hizo parte de nuestras agendas ni de nuestras prioridades. Por cierto, habíamos leído ‘El segundo sexo’ (1949), de Simone de Beauvoir, que consagró un capítulo completo a la maternidad. Y aunque lo leímos, algo nos hacía eliminarlo de nuestros debates. Hablo de los años 80, es decir, de los inicios del grupo Mujer y Sociedad.
No obstante, y desde hace algunos años con las nuevas olas del feminismo, el capítulo de la maternidad y lo que rodea este destino ineludible como el parto, la violencia obstétrica, la lactancia, los hijos, está en plena renovación. Por fin se habla de lo que ha significado la maternidad para la vida de las mujeres. Por fin se habla de la maternidad y de su sacralización como un formidable pretexto para mantenernos en la casa, e incluso se ha iniciado un severo juicio a la cuestión de los hijos. Tener hijos o no tener hijos es una pregunta que desde algunos años se hacen las mujeres y que, por supuesto, no podía hacerse mi madre, y menos mi abuela.
Dos libros recientes evocan el asunto. El primero, de Esther Vivas, ‘Mamá desobediente’ (editorial Icono, 2019), y el segundo, de Lina Meruane, ‘Contra los hijos’, (editorial Random House Mondadori, 2018). Los dos son de lectura obligatoria por abordar desde una mirada feminista estos temas que aún suscitan posiciones encontradas por situarnos siempre en medio de un dilema no resuelto: naturaleza versus cultura. Y ese cuerpo femenino que nos recuerda sin cesar que, si bien ya se aceptó que somos seres culturales (reconocimiento relativamente reciente), estamos secularmente atadas a un orden biológico destinado a la reproducción, es decir, al instinto, a la naturaleza, casi al orden animal. Cosa que se transforma en un desmedido instrumento patriarcal para frenar cualquier conquista de las mujeres.
A esto se añadió que debíamos dar a luz con dolor, hecho también utilizado como instrumento de sometimiento y control. Mejor dicho, un panorama más que complejo y tan profundamente inscrito en los imaginarios culturales que, de alguna manera, fue solo hace unos años, quizás una década, cuando se logró enfrentar a la maternidad y a la recuperación de un cuerpo cultural, de un cuerpo político sin los eternos vínculos a lo biológico y al instinto.
Incluso, hoy surge una lucha frontal contra los hijos, contra ese amor materno que debía ser el eje de nuestras vidas. Valiente esta Lina Meruane que se pregunta si podemos seguir representándonos el cuerpo femenino con los mismos instrumentos de hace siglos. La imagen de la mujer angelical contra la mala mujer culpabilizada por renegar de su “naturaleza biológica”. Lo dice bien Meruane: hoy vivimos jalonadas entre la casa y el trabajo, la obligación de ser madres y la necesidad de libertad bajo un sistema de control constante.
Dos libros que, desde una perspectiva feminista, contribuyen a pensar en una maternidad desobediente que rompe con todos los viejos estereotipos patriarcales que nos atraparon durante siglos. Definitivamente, y lo he repetido a menudo, saber decir no –cuando es preciso– siempre nos ha permitido avanzar en la conquista de nuestra autonomía.