Esther Vivas | El Periódico
¿Por qué en estas fechas navideñas no tenemos unas Reinas Magas, una Mamá Noel o una ‘tiona’? ¿Por qué los referentes imaginarios de Navidad de las criaturas tienen que ser siempre de género masculino?
Las tradiciones, también las navideñas, son un reflejo de nuestra sociedad, una sociedad machista que ha dado a las mujeres un rol secundario, pasivo e invisible. De hecho, prácticamente el único personaje femenino de estas fiestas es María, la virgen María, con todas las connotaciones que tiene su figura, casta, callada y sumisa.
Y estos referentes e imaginarios son los que trasladamos a las criaturas, ya sea en Navidad o en otras fiestas a lo largo del año. ¿Qué dicen los cuentos tradicionales que les narramos o las canciones de siempre, que nosotros ya tarareamos, que ahora les cantamos? ¿Qué rol juegan los personajes masculinos? ¿Y los femeninos? Las tradiciones, los cuentos y las canciones no son neutrales desde el punto de vista del género, y reflejan las desigualdades existentes entre mujeres y hombres que emanan de nuestra sociedad. Tenemos cuentos y canciones que justifican la violencia de género, que normalizan las relaciones sin consentimiento y que presentan a mujeres sin poder ni capacidad de decisión.
Ser consciente de todo ello es un primer paso para empezar a cambiarlo. No podemos mirar para otro lado, hacer como si todo esto no existiera. Sin embargo, plantear un cambio en las tradiciones, por más machistas que sean, genera enormes resistencias. Lo hemos visto en distintas ocasiones, en desfiles tradicionales donde solo pueden marchar hombres, representaciones litúrgicas sin presencia femenina o comparsas de Carnaval integradas únicamente por varones. En nombre de la tradición todo se permite.
Volviendo a la noche mágica que se acerca, cuando ha habido municipios que han organizado una cabalgata de Reinas Magas, sin ni siquiera sustituir la oficial, la polémica se ha desatado. “Se está acabando con la tradición”, “se empobrecen las fiestas”, “se rompe la ilusión de las criaturas” son algunas de las críticas que se han lanzado. Porque para algunos las fiestas, la tradición y “lo de siempre” no se toca. Todo un síntoma de la sociedad machista que aún perdura.
Las discriminaciones que plantean algunas fiestas tradicionales no se dan solo en clave de género, sino también de raza. Y en Navidad encontramos algunos ejemplos. ¿Qué pasa cuando el rey negro y su séquito son personas blancas con caras pintadas de negro? ¿Qué sucede con la tradicional cabalgata de reyes de Alcoi con 200 pajes con la cara embadurnada de pintura negra y los labios bien rojos, llamados coloquialmente “los negritos”, que reparten regalos en las casas del vecindario? Como denuncian varios colectivos antirracistas, dicha práctica, conocida como ‘black face’, es una muestra de humillación, racismo y despersonalización hacia las personas negras con un trasfondo colonial. Por suerte las cosas están cambiando, y cada vez vemos en más municipios a personas negras representando el papel del rey Baltasar y su cortejo. Pero no siempre es así.
En otras tradiciones vemos la normalización del maltrato animal. Un ejemplo son los ‘correbous’ en Catalunya o aquellas celebraciones populares donde se apalea animales, se prende fuego a partes de su cuerpo o se les lanza desde las alturas. Todo en nombre de la fiesta y la cultura.
Sin embargo, con la excusa de las tradiciones, no podemos permitir unas prácticas machistas, racistas y especistas. Las fiestas populares deben estar a la altura de los avances de la sociedad, no para mantenernos anclados en las desigualdades del pasado. Una sociedad que aspire al feminismo, al antirracismo y luche contra el maltrato animal está obligada a revisar sus tradiciones y modificarlas si lo considera necesario. Ya va siendo hora que nadie se escandalice ante unas Reinas magas, una Mamá Noel o una ‘tiona’. Mientras nuestras celebraciones no estén libres de machismo, racismo y violencia contra los animales, aún estaremos lejos de alcanzar esa sociedad que tanto necesitamos.