La maternidad desde el feminismo

Mariana Montiel | Los ojos del Tecolote

Una mamá carga a su hijo, lleva el puño en alto y pañuelito verde anudado en la muñeca, como las mujeres que, mundialmente, reivindican el derecho a la interrupción legal del embarazo. Así es la portada del libro Mamá desobediente, una mirada feminista a la maternidad, de la periodista española Esther Vivas, en su edición mexicana.

En cada país donde ha sido publicado -Cataluña, España, Argentina, Uruguay, Chile, Colombia, Bolivia, Puerto Rico y Brasil- Mamá desobediente tiene una portada especial, realizada por una ilustradora nacional; en el caso de México, Eréndira Derbez es quien se encarga de recordarnos que “la maternidad será deseada o no será”.

“Por el hecho de que las mujeres podamos tener criaturas, no implica que las tengamos que tener. La maternidad tiene que ser una elección, fruto del deseo. El derecho al aborto es la premisa imprescindible para tener derecho a una maternidad libremente elegida y no impuesta, y por lo tanto, si hablamos de una maternidad feminista, reivindicar y defender el derecho al aborto es una premisa imprescindible”, señaló Esther Vivas, en entrevista con El Tecolote.

Y, efectivamente, a menudo escuchamos como principal consigna feminista la exigencia al libre acceso a la interrupción legal del embarazo, pero pocas veces escuchamos una postura feminista sobre los derechos de la maternidad. Esta fue una de las razones que llevaron a Esther Vivas a escribir este libro:

“Una vez que quedé embarazada, empecé a informarme sobre dónde dar a luz. Tomé consciencia de la violencia obstétrica que, aún a día de hoy, en pleno siglo XXI, sufren las mujeres a la hora de ser atendidas en el parto. Esto me generó una gran indignación y me pregunté ¿cómo podía ser que el movimiento feminista no tenga entre sus objetivos centrales acabar con esta violencia obstétrica, que es una forma de violencia de género?”

De acuerdo con la Encuesta Nacional de las Relaciones en los Hogares 2016, 2017, del INEGI, un 33 por ciento de las mujeres que dieron a luz entre 2011 y 2016 aseguraron haber sufrido algún tipo de maltrato por parte del personal de salud que las atendió; encabezando la lista de entidades, el Estado de México y la Ciudad de México.

Un ejemplo de violencia obstétrica, señala Esther Vivas, es el alto número de cesáreas que se practican sin explicación ni autorización de las mujeres que van a dar a luz. Según cifras de la OCDE, México es uno de los países latinoamericanos con mayor número de cesáreas (49 por ciento).

“Esto es un porcentaje muy elevado, porque según la Organización Mundial de la Salud, una cifra razonable de cesáreas sería de una sobre cada 10 partos, pero en cambio, la media en México es cuatro de cada 10 partos”, alertó Esther Vivas

“En los hospitales privados, podemos encontrar que siete de cada 10 partos o más son atendidos vía cesárea, ¿por qué? Porque una cesárea se sabe cuándo empieza, cuándo acaba, vale más dinero que la vaginal, y, por lo tanto, la sanidad privada gana más, y de este modo se anteponen intereses económicos a necesidades de madre y criatura”, explicó al señalar que, tanto los partos como la maternidad en general están determinados por lo que los rodea: la sociedad patriarcal y el sistema económico neoliberal y productivista.

“De ahí que cuando damos a luz, muchas veces no se considera a la mujer que pare como un sujeto de derechos, como un sujeto con capacidad de decisión y hay un trato paternalista, de parte de los profesionales de salud a las parturientas, que es un trato de menosprecio y no se nos informa adecuadamente”, acusó la autora de Mamá Desobediente.

Ser madre en el sistema neoliberal

Sin embargo, los derechos de la maternidad no solamente incluyen los derechos obstétricos, en su obra, Esther Vivas nos recuerda que se trata también del derecho sobre nuestro cuerpo: al aborto, a quedarnos embarazadas, a decidir sobre nuestro embarazo, parto, lactancia, crianza y “vida propia más allá de la crianza”.

Pero incluso al haber leyes y normas que contemplen los derechos de la maternidad, queda la interrogante: ¿Cómo llevar a cabo una maternidad libre que no esté determinada por el sistema neoliberal? Es decir; ante las dificultades para encontrar una estabilidad económica, desarrollo profesional o alcanzar el bienestar deseado, muchas mujeres posponen la maternidad.

“Esas mujeres ya empiezan a tener dificultades para quedarse embarazadas, debido a problemas de infertilidad generados por la edad, entonces vemos cómo las dificultades por tener hijos e hijas no sólo parten del deseo materno, sino también por la capacidad socioeconómica de tener esos hijos y pensar que les puedes garantizar un futuro”, reflexionó Esther Vivas. Entonces, ¿tener hijos es un privilegio de ciertas clases sociales?

“Si tú eres una mujer de pocos recursos económicos, vas a tener muchísimas más dificultades en tu maternidad o incluso para ser madre y para tener una maternidad con plenos derechos, feliz y satisfactoria. La preocupación de una madre de clase media podría ser tal vez cómo concilia empleo con crianza, y las preocupaciones de una madre, con pocos recurso económicos será: ‘¿cómo garantizo un techo para mis hijos, cómo les garantizo comida, cómo evito que me quiten su custodia’

“Si eres una mujer racializada, una mujer negra, una mujer migrante, una mujer indígena… hay una cuestión racial que atraviesa tu experiencia materna, y como apuntan varios estudios: tienes más posibilidad de sufrir violencia obstétrica por ser una mujer racializada, que si eres una mujer blanca. Creo que hay que tener esta mirada a la maternidad, entendiendo que no solo viene condicionada por desigualdades de género, sino también por desigualdades de clase y de raza”, manifestó.

A lo largo de Mamá desobediente, Esther Vivas nos permite repensar estos y otros aspectos sobre la maternidad en clave feminista, un libro que, en palabras de su autora “es un grito a revelarse contra el mandato de la maternidad y contra el mandato patriarcal de la maternidad.

“Sin idealizar esta experiencia, pero sí reconociendo el valor que tiene la maternidad, el valor social, económico, y que históricamente le ha sido negado. Cuestiones que no nos deben interpelar solo a las mujeres o a las madres, sino a todo el mundo, porque la maternidad debería ser entendida como una tarea colectiva”.


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