Maternidades desobedientes

María Jagoe | C5N

La ola feminista de los últimos años permitió revisar muchas ideas relacionadas con la maternidad, el deseo y la libertad. Sin embargo, todavía hay un mensaje que se repite cada Día de la Madre y que celebra a las mamás dedicadas, abnegadas, superheroínas, que trabajan fuera de casa, pero también se encargan de todo puertas adentro.

En un país en donde las mujeres dedican el doble de horas que los hombres a las tareas de cuidado, y donde la licencia por maternidad es de 90 días mientras los padres tienen solo dos, cabe preguntarse si elogiar a las madres todopoderosas no resulta más fácil que discutir las condiciones que la sociedad impone para maternar.

“El patriarcado impone lo que podríamos llamar la institución de la maternidad: un mandato donde no tenemos vida propia ni capacidad de elección, donde se supone que no podemos tener otros intereses más allá de ser madres”, señaló a C5N la periodista y socióloga Esther Vivas, autora de Mamá desobediente. Una mirada feminista a la maternidad.

“Hay que disputar el relato de la maternidad a los sectores conservadores para reivindicar la maternidad en clave de libre elección, como derecho a decidir sobre mi cuerpo; una experiencia que debe ser entendida como pública y colectiva, donde el hecho de cuidar debe ser considerado una responsabilidad de todos”, destacó.

En una sociedad muchas veces hostil a la crianza y frente a una tarea que se impone como individual, el feminismo responde de manera colectiva: genera redes y tribus.

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Construir maternidades más felices

Las redes permiten romper con la idea individualista de la maternidad y abren el camino para deconstruir otros mandatos. “Si no es feminista, ¿de qué maternidad estamos hablando? Creo que es importante reivindicarnos como madres, como sujetos políticos, como sujetos de derecho con capacidad de decisión”, señaló Vivas.

La socióloga aseguró que defender los derechos de las madres (al parto respetado; a decidir sobre su cuerpo durante el embarazo, parte y posparto; a las licencias de maternidad más amplias) es una tarea que debe emprenderse desde el movimiento feminista.

“La mamá perfecta no existe. Es un ideal de maternidad tóxico e indeseable que hay que rechazar. La maternidad real implica fracasar, implica equivocarse, significa no llegar a todo”, destacó.

“Ser buena madre es precisamente eso: es no poder más, es asumir nuestros límites, asumir la ambivalencia y la contradicción intrínseca a la maternidad. Esto es imprescindible para poder tener maternidades más gozosas, más plenas y, en definitiva, más felices”, finalizó.

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