Esther Vivas | In_Mujeres
¿Cuántas mujeres dan a luz cada día y cuántas son violentadas? Muchas, si nos ceñimos a las estadísticas y a los testimonios. Sin embargo se trata de una violencia profundamente normalizada e incluso aceptada por la sociedad, porque nos han dicho que parir es esto. Visibilizar la violencia obstétrica, denunciarla y poner medidas para erradicarla es imprescindible para acabar con esta violencia física y psicológica que sufren de forma cotidiana tantas mujeres y bebés.
.
“En el quirófano me trataron como un pedazo de carne (…) Recuerdo el golpe pasándome a la mesa de operaciones (…) Entraba y salía gente que hablaban de sus vacaciones (…) Pasé mucho frío y no paraba de temblar y me echaban bronca (…) Cuando sacaron al niño grité para que me lo enseñaran. Una auxiliar se giró para hacerlo y le echaron la bronca y se lo llevó sin que lo pudiera ver (…) Luego me pasé cuatro horas en reanimación sola, pidiendo que me trajeran al bebé, pero no lo hicieron (…) Estuve cuatro horas sin mi hijo y le dieron biberones a pesar de que había pedido iniciar lactancia materna”.
Con estas palabras Nahia Alkorta narra cómo fue atendida en el parto de su primer hijo en 2012, en una entrevista en La Vanguardia,. Un caso de abuso, violencia y maltrato en la atención sanitaria al parto. Alkorta llevó a juicio su caso. Sin embargo la justicia española lo desestimó. A posteriori, elevó la queja a las Naciones Unidas, que diez años más tarde, en 2022, emitió un dictamen dándole la razón y condenando al sistema de salud español por violencia obstétrica. El caso de Nahia Alkorta no es una excepción.
La violencia obstétrica consiste en el conjunto de prácticas constitutivas de violencia física, verbal y/o psicológica ejecutadas por el personal sanitario en la atención al embarazo, el parto y el posparto, las cuales dañan la salud de la madre y el recién nacido. Algunos ejemplos son que se induzca el parto sin necesidad, que no se informe a la parturienta de los procedimientos que se le realizan, que no se le permita estar con un acompañante en las visitas de seguimiento del embarazo o en el parto, que se le falte al respeto y no se tenga en cuenta su opinión, que a la hora de parir le sean realizados tactos vaginales sin su permiso y por distintas personas, que le suministren fármacos y anestesia sin informarla, que haya estudiantes en el parto sin su consentimiento, que se le haga una episiotomía por rutina, una cesárea innecesaria o una maniobra de Kristeller, o que la separen del recién nacido sin motivo. Pero la violencia obstétrica también se produce cuando una intervención médica es necesaria y no se da.
Seguir leyendo el artículo en la página 66, aquí.