Los desafíos de maternar en una sociedad perfeccionista

Victoria Urruspuru | MDZ

Callada, sumisa, trabajadora, amorosa, abnegada, hegemónica. Desde que el test de embarazo da positivo, la sociedad le exige a la mujer que cumpla con un estereotipo que jamás alcanzará, porque las reglas del juego nunca le favorecen. La periodista, socióloga y escritora especializada en maternidadEsther Vivas, analizó los desafíos que implica ser madre y cómo combatir este insistente pedido por alcanzar una utópica perfección. 

Si bien en la actualidad se han gestado varios movimientos que se animaron a hablar de la menstruación, sexualidad femenina y menopausia, algunos de estos temas siguen incomodando. Maternar es uno de ellos y, según comentó la española a MDZ, no darle lugar en los debates atenta contra la progenitora y las infancias. 

¿Qué es maternar?

Para entender la base de este conflicto, Vivas explicó lo que es la maternidad hegemónica: “Hoy en día se supone que las madres tenemos que ser abnegadas y sacrificadas, y al mismo tiempo se espera que seamos una superwoman (super mujer) que llega a todo con un cuerpo perfecto. Se trata de un ideal materno que tiene muy poco que ver con la experiencia real y genera malestar”.

La experta es autora, entre tantas obras, del libro “Mamá desobediente” (2019), en el cual denuncia que la sociedad convierte esta tarea en algo hostil. No es sencillo quedarse embarazada, tener un parto respetado, dar de amamantar en cualquier lugar y momento, ni compaginar la crianza y el empleo. El mundo entero cree tener licencia para opinar y criticar a la progenitora, infantilizándola y adjudicándole el rol de única cuidadora.

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“Al dificultar nuestra experiencia materna, una siente culpa, culpa por no llegar a todo, no poder más, no tener el cuerpo hegemónico que se ve en las revistas, y te sientes mala madre. En realidad, cuando analizas este contexto socioeconómico te das cuenta de que la culpa no es tuya, sino de un sistema que establece un ideal de maternidad inasumible, indeseable, inalcanzable”, explicó la escritora.

Está atravesado por una mirada machista y patriarcal que romantiza la maternidad. ¿Cómo? Colocando a la mamá en el rol de alguien abnegada, sacrificada, al servicio de la familia, silenciosa, sumisa e incluso pura y santa cual Virgen María; no por nada, si se googlean los sinónimos de ‘madre’ aparecerán palabras como ‘religiosa’ o ‘monja’ (a quien justamente se la llama “madre”). 

Lo que implica animarse a hablar de maternidad

Con la nueva ola del feminismo, entonces, se han puesto en agenda temas como sexualidad femenina, menopausia y menstruación. Pero, en lo que respecta a ser progenitora, también se abrieron paso varios focos que se intentan invisibilizar porque incomodan: violencia obstétrica, depresión posparto, infertilidad, dificultades para poder amamantar.

“La maternidad significa también fracasar, equivocarse, no llegar a todo. En definitiva, ser madre es amar con devoción a tus criaturas, pero a veces no poder más con ellas”, reconoció Vivas. La culpa aparece cuando no se cumple con ese estereotipo exigido. Aceptar que es inalcanzable y reivindicar a la madre como sujeto de derecho y decisión propia es cortar con esta hostilidad.

Para combatir las constantes imposiciones y críticas, la especialista opinó que es fundamental, además, crear redes de apoyo entre progenitoras. Es decir, espacios de confianza donde se puedan hablar con otras mujeres que son madres sobre aquellos silencios de la maternidad que habitualmente no pueden nombrar por miedo a ser juzgadas.  

Ser madre y trabajadora

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Dentro de ese ideal casi sobrenatural que el mundo tiene sobre las mamás, para Vivas también existe la expectativa de que se desempeñen como madres que no tienen empleo y trabajadoras que no tienen hijos. Todo a la vez, claro. Se suele decir, a menudo, que la maternidad penaliza a la mujer en el mercado laboral, pero el que realmente castiga es el sistema mismo que no tiene en cuenta las necesidades de esa progenitora y de su o sus hijos e hijas.

“Se maltrata al cuidado, la dependencia, la vulnerabilidad humana, algo intrínseco a nosotros. Ocurre porque vivimos en un sistema que supedita la vida, la maternidad y la crianza a lo productivo y al mercado”, comentó. Luego, aseveró: “Nadie te cuenta realmente lo que significa ser madre. Nos miramos en un ideal de maternidad que no reconoce la experiencia real”. 

¿Cómo saber si sufrí violencia obstétrica?

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A la madre se la castiga durante el embarazo, parto y posparto, y si bien poco se habla de la violencia obstétrica, casos hay miles. “Consiste en un conjunto de prácticas que llevan a cabo los trabajadores de la salud y que dañan la salud física y mental de las mujeres y también de los bebés”, dijo la periodista.

Un ejemplo podría ser que el personal médico o de enfermería no le informe a la paciente adecuadamente de los procesos que se están llevando a cabo. Otras actitudes podrían ser las faltas de respeto, inducirla al parto sin necesidad, hacerle una cesárea prescindible o una episiotomía por rutina, que la separen de su hijo nada más nacer o le dan leche de fórmula sin su consentimiento, entre otras.

Según la Organización Mundial de la Salud, el porcentaje de cesáreas razonables es del 10% al 15%. Sin embargo, Vivas comentó que en España estos números varían entre el 25% y 26%, sin importar si se da en un ámbito público o privado, y en América Latina escalan hasta un 50%. 

“Este procedimiento se convierte en la nueva manera de nacer, porque responde a intereses particulares y no porque responde a la fisiología del parto. Y esto es un acto constitutivo de violencia, porque una cesárea implica más riesgos para la vida de la mamá y del bebé”, aclaró la escritora. Es decir, cuando se llevan adelante sin ser necesarias, lo que está ocurriendo es que se beneficia a un sistema de salud que quiere controlar cuándo un parto empieza y cuándo termina.

Por su parte, Esther aclaró que esta práctica no discrimina por clase social, raza, identidad de género, orientación sexual. Una mujer con pocos recursos económicos, racializada, indígena, lesbiana e incluso muy joven tiene más chances de sufrir violencia obstétrica, sí, pero es una realidad que puede afectar a todas, independientemente de estos factores.

Renunciar a la paternidad: la polémica propuesta de Lilia Lemoine

La diputada electa por La Libertad Avanza Lilia Lemoine generó gran repercusión tiempo atrás al proponer (e incluso insistir en) la existencia de una legislación que permita que los hombres puedan “renunciar a la paternidad”. Anticipó que su primer proyecto legislativo le ofrecerá a los padres esta posibilidad de que no se hagan cargo de los gastos que conlleve la crianza de sus propios hijos.

En palabras de Vivas, se trata de “un discurso del odio que legitima acciones violentas contra estos colectivos, contra las mujeres. Y esto tiene consecuencias sociales muy graves”. La postura de la funcionaria es consecuencia de una mirada machista que considera a la maternidad una tarea exclusivamente femenina, donde se exime al progenitor a pesar de estar más que involucrado. Esto, por supuesto, se suma a los privilegios de los varones cis, blancos y heterosexuales.

Ya de por sí, decir que el hombre “ayuda” a la mujer a criar a los más pequeños coopera con esta percepción. La sociedad posee una doble vara para medir la crianza, y esta es sólo una forma más para ahogar a la mujer desde el momento en que un test de embarazo le da positivo y elige que será madre.

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Mirá la entrevista completa de Esther Vivas, aquí.

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