Marita Alonso | Ser padres
Cada vez es más habitual encontrar libros en los que sus autoras reivindican la necesidad de hablar de diferentes formas de entender la maternidad, un tema que ha sido incómodo para el feminismo… hasta ahora. La periodista Esther Vivas propone una mirada feminista con la que desmitificar la maternidad y analizarla sin filtros de por medio y reivindica la figura de la madre desobediente. Su libro ‘Mamá desobediente’ (Capitán Swing), explica las claves del activismo maternal y deja de plantear la maternidad como el destino único de las mujeres para que las que elijan ser madres lo hagan con la libertad de poder elegir cómo vivir esa experiencia.
Feminismo y maternidad
En plena ola feminista, la pregunta que le hacemos a Esther Vivas es cómo cree que ha cambiado la visión actual de la maternidad desde el feminismo, y lo tiene claro: “Algunos temas han salido del armario, como el sufrimiento tras una pérdida gestacional, la dureza del postparto, el deseo de ser madre y no poderlo lograr, pero aún la maternidad es un campo plagado de silencios. El feminismo tiene el reto de reconciliarse con la maternidad, mirar más allá de la “institución maternal”, como decía Adrienne Rich, y crear un relato propio, llenando ese vacío que durante demasiado tiempo ha dejado a tantas mujeres huérfanas de referentes”, explica la autora.
El problema es que hay quien piensa, puesto que un sector del feminismo ha hablado siempre de la maternidad como una carga, que ser feminista es incompatible con ser madre: “parece incompatible con ser madre y defender la maternidad. Pero la pregunta a hacerse es, ¿de qué maternidad estamos hablando? Creo que desde el movimiento feminista no se han abordado del todo las contradicciones que implica la maternidad, y que fácilmente ante la imposición de una maternidad patriarcal se ha optado por rechazar esta experiencia, negarla u obviarla. Sin embargo, la maternidad es para muchas mujeres una parte esencial de nuestras vidas, a pesar de que las madres somos muchas cosas más allá de madres. De hecho, el concepto de maternidad ha sido secuestrado por posiciones reaccionarias. De aquí que considero fundamental reivindicar la maternidad en clave feminista sin caer en idealizaciones ni esencializaciones y empezar por defender nuestros derechos en el embarazo, el parto y el postparto, donde a menudo se dan casos de violencia obstétrica”, dice la autora. “Una maternidad feminista es aquella maternidad que se rebela contra los ideales maternos establecidos, ya sea ese ideal de “ángel del hogar” o de “súper mami”. Se trata de una madre que se erige como sujeto activo, con capacidad de decisión, y que se reconcilia con su cuerpo empoderándose en el embarazo, el parto y la lactancia”, asegura.
“Una maternidad feminista es aquella maternidad que se rebela contra los ideales maternos establecidos, ya sea ese ideal de “ángel del hogar” o de súper mami”.
El yugo de la denominada “mala madre”
La maternidad patriarcal ha empujado a autoras como Adrienne Rich, en ‘Nacida de mujer’, a sentir “la culpa, la responsabilidad sin poder sobre vidas humanas, los juicios y las condenas, el temor del propio poder, la culpa, la culpa, la culpa”. La escritora Orna Donath habla de un tema tabú en ‘Madres arrepentidas’, cuya temática no hace falta explicar ante un título tan explícito y, por qué no decirlo, necesario. ¿Es posible que una madre que diga arrepentirse de serlo o hable de las privaciones que supone tener hijos no sea tildada de mala madre? “Se trata de no mistificar la maternidad, de no pensar que hay buenas y malas madres. Hay que ser conscientes de que todas hacemos lo que buenamente podemos en las circunstancias con las que nos encontramos, que están condicionadas por nuestra clase social, etnia y modelo de familia, y que la experiencia materna puede ser vivida de manera muy distinta por cada una de nosotras”, explica Esther Vivas. “Una mala madre es, según el relato convencional, aquella que no cumple con los ideales de maternidad establecidos, que tiene vida e intereses propios. Sin embargo, a veces se puede caer en una cierta banalización de la experiencia materna. El reto, desde mi punto de vista, está en reivindicar esta vida propia como madres, sin negar la dependencia ni el cuidado intrínseco que implica tener una criatura. Algo que incumbe tanto a madres como padres”, dice la autora de ‘Mamá desobediente’.
La violencia obstétrica
Esther Vivas asegura en el libro que la violencia obstétrica, al estar socialmente aceptada, es la última frontera de la violencia de género. Para frenarla es necesario reconocer su existencia, por lo que nos preguntamos cómo lograr que, ante la abrumadora cantidad de testimonios que así lo atestiguan, se reconozca. “Hay que tomar conciencia de que como madres tenemos derecho a decidir sobre nuestro embarazo, parto y postparto. El modelo de atención al parto que se ha generalizado en las sociedades modernas es un modelo en que tenemos que delegar en terceros, como si el parto no nos perteneciera. Las mujeres una vez nos quedamos embarazadas somos consideradas casi enfermas, y es común el trato paternalista e infantilizador por parte del personal sanitario. Hasta el punto que cuando una madre discrepa de la opinión de un profesional de la salud o se informa con especialistas formados con criterios distintos a los oficiales es tachada de irresponsable e incluso llega a ser considerada una amenaza para el bebé que engendra. ¿Dónde queda nuestro derecho a la autonomía como pacientes, que formalmente está recogida en la ley?”, se pregunta Vivas.
Lo verdaderamente estremecedor es que hemos aceptado socialmente este tipo de violencia. “La hemos normalizado. Consideramos normal que te induzcan el parto, te hagan una cesárea o una episiotomía, que se utilicen fórceps, espátula o ventosa y que nos separen de nuestro pequeño nada más nacer, a menudo sin informar ni pedir el consentimiento. Y encima no nos podemos quejar porque tenemos un bebé vivo entre brazos. El problema es que pensamos que el parto es una enfermedad, cuando el parto es un proceso natural que necesita tiempo, respeto y confianza con la madre y el bebé. Hasta que no seamos conscientes de esto será difícil conseguir un parto plenamente respetado en todo momento y lugar”, explica Esther Vivas.
Los embarazos subrogados
Esther habla de los embarazos subrogados como de un proceso biológico mercantilizado. Ante este tema tan espinoso, le preguntamos, según su punto de vista, qué le diría a las parejas que apuestan por ella: “que es muy comprensible querer tener una criatura, pero que legislar a favor de la gestación subrogada abre la puerta a una serie de prácticas que tienen consecuencias muy negativas para las madres gestantes, mujeres con dificultades económicas, y los bebés. En este proceso, la madre gestante firma un contrato de carácter irreversible a partir del cual renuncia a decidir sobre su cuerpo durante los nueve meses de embarazo, lo que permite múltiples abusos y menoscabo de derechos, y a menudo no puede ver ni tener información del recién nacido. La gestación subrogada no puede considerarse una técnica de reproducción asistida más porque mercantiliza un proceso biológico como es el embarazo, el cual deja una huella emocional y física en la mujer. Asimismo, la persona o personas contratantes obligan a la que será su criatura a pasar por el trauma que significa la separación de su madre gestante. Claro que los bebés adoptados también pasan por la misma situación, pero en los bebés gestados por subrogación es algo que se les hace intencionadamente”, explica. “En la contratación de madres subrogadas pesa mucho que el bebé tenga la carga genética de quienes realizan la contratación, cuando hay que recordar la maternidad y la paternidad no es solo biológica. Por un lado, hay muchas maneras de ser madre y padre más allá de la subrogación, y si no es posible hay que aceptar también el duelo que implica no poder tener criaturas”, opina la periodista y escritora.
El parto en el hogar
En su libro, Esther Vivas también habla sobre los partos en casa, un tema controvertido ante el que hemos querido saber su opinión. “A pesar de que con frecuencia se insista en que parir en el hogar es extremadamente peligroso, los resultados de los estudios científicos son tozudos, pues las tasas de mortalidad materna, perinatal y neonatal de los partos domiciliarios y hospitalarios son similares”, explica Esther Vivas, que dio a luz en su hogar, en el libro. Ante este pensamiento, instamos a que nos explique, si esto es así, por qué la sanidad pública no cubre el parto en el hogar: “se trata de una situación que genera una desigualdad de derechos, ya que las mujeres que damos a luz en casa tenemos que pagarlo de nuestro bolsillo a pesar de contribuir religiosamente a la seguridad social, y de imposición de un único modelo de atención al parto hospitalario, cuando en otros países como Holanda o Gran Bretaña parir en casa es una de las opciones que contempla el sistema público de salud. En España aún hay muchos prejuicios sobre el parto en casa, que si es más peligroso para la madre y el bebé, que si es cosa de mujeres imprudentes… En realidad, como constatan distintas investigaciones científicas, en partos de bajo riesgo y atendidos por una profesional, parir en casa es tan seguro como hacerlo en el hospital, el porcentaje de mortalidad materna y perinatal en ambos casos es similar. Por este motivo, el mismo instituto nacional británico de salud NICE recomienda parir en el hogar, ya que conlleva menos intervenciones médicas y una mayor satisfacción por parte de las madres”, asegura.
La maternidad vista a través de las redes sociales
Para terminar la charla, preguntamos a Esther cuál es su opinión acerca de la repercusión que tiene el que diversas instagramers o celebridades presuman de maternidad perfecta o de siluetas XS a las pocas semanas de dar a luz: “no ayuda en nada, porque se transmite un ideal materno imposible de asumir y que no es real. Sin embargo, las redes sociales están sirviendo también para que muchas madres hablen en primera persona de la dureza del postparto, de la soledad, de esa abrumadora sensación de no llegar a todo, que reivindiquen con orgullo las cicatrices en su cuerpo tras el parto… Y también cada vez más hay celebrities que se suman a esta corriente. Desde la cantante Beyoncé que en su documental ‘Homecoming’ narró la dureza de su último embarazo y parto de gemelos así como las dificultades por aceptar su nuevo cuerpo, pasando por la duquesa de Sussex Meghan Markle que el día que presentó a su recién nacido ante las cámaras lució una clara barriga postparto, hasta la actriz Keira Knightley que publicó su experiencia de parto y reivindicó no esconder la huella que la maternidad deja en nuestro cuerpo…”, dice Esther Vivas.