Galería antisistema

Lola Huete Machado| El País Semanal

Feministas, pacifistas, ecologistas, campesinos, intelectuales, ciudadanos de todo color que claman justicia social y quieren cambiar el modo de hacer de Gobiernos, empresas e instituciones. Su lema: “Otro mundo es posible”. Unos 70.000 se reunieron en Dakar (Senegal) en el 11º Foro Social Mundial. Esta es una crónica del encuentro.

Aviso al lector: confieso aquí que sufro síndrome de Estocolmo (la fotógrafa creo que también, pero es su obra la que habla por ella). Yo era escéptica ante todas las (buenas) intenciones políticas de este mundo. Y ahora me siento antisistema (el vigente, se entiende), altermundialista (más allá de un pensamiento único) o, dicho más comúnmente, aunque de forma errónea, soy antiglobalización. Cinco días en el Foro Social Mundial (FSM) en Dakar, en febrero, tienen la culpa. Ahora me siento parte de la sociedad civil. Soy un granito de arena. Cuento.

Esa es la filosofía. “Tú debes ser el cambio que deseas ver en el mundo”, dijo un hombre llamado Gandhi. Y en 2001, siguiendo esta indicación (y otras) nació de mano de franceses y brasileños (los periodistas Bernard Cassen e Ignacio Ramonet, el empresario Oded Grajew, el activista católico Chico Whitaker… ) un lugar de encuentro, el FSM en Porto Alegre (Brasil). Y empezó a cuajar alrededor un movimiento anticapitalista, que ya existía disperso, y se fue haciendo uno, y multitudinario, bajo un lema: “Otro mundo es posible”. Al principio acudieron 15.000 personas. Cuatro años después eran 150.000. En Dakar, la 11ª edición, serán 70.002 (con la fotógrafa y yo).

Con 10 años de historia, este evento está considerado el foro de los foros, la reunión de movimientos sociales mayor del mundo desde aquel pionero que recogió el eco de las protestas de Seattle en 1999 contra organismos internacionales como el FMI y la OMC.

Lo que es la reunión de Davos para los poderosos es el FSM -esa era la idea, un contrapunto sonoro, cuenta Cassen en Dakar- para aquellos a los que, aun teniendo voz, nadie escucha (o quiere escuchar): millones de personas más o menos radicales, con objetivos más o menos concretos, universales o locales, alejados de partidos políticos o grandes organizaciones. Eso era entonces. ¿Y ahora? Ay, nombrar las relaciones con el poder al FSM es como tocarle la fibra, cuestiona su propia razón de ser, su identidad. En su seno cunde el debate. Hay quien está por el trabajo común con los políticos progresistas de este mundo, hay quien lo rechaza de plano. Eso es el FSM. Diversidad. Divergencia. Bien, y ¿qué cuentan los antisistema hoy sobre la crisis que corre y las revoluciones ciudadanas en África que tumban dictaduras? ¿Tienen sugerencias? No sabemos. Pero están crecidos. Después de avisar de los desmanes del capitalismo feroz, muchas de sus predicciones se han cumplido.

Camino a Dakar. Miradas cruzadas en el aeropuerto de Barajas (Madrid). Y es de suponer, en este momento, en otros muchos europeos. ¿Se reconocen los activistas entre sí? ¿Hay un manual de uso antisistema? ¿El vestir, las maneras, la ilusión, el vocabulario…? Las preguntas se agolpan. Un total de 1.200 asociaciones de 132 países (casi un centenar de España) se han registrado en esta edición, la tercera, tras Bamako (Mali) y Nairobi (Kenia) en África. Son, sobre todo, grupos de la sociedad civil, ONG grandes o chicas, sindicatos, partidos… Tanto tirón tiene esta convocatoria que lo mismo encontraremos en Dakar a los Verdes europeos que a Veigas, líder del BNG; a la socialista francesa Martine Aubry reunida con periodistas, a Evo Morales dando un discurso o a Lula pidiendo perdón por la esclavitud.

Es decir, adiós al estereotipo: hay muchos tipos de foreros. De cualquier edad, origen y condición. Uno imprescindible es el líder intelectual consolidado o emergente. Los que alimentan. Desde famosos como Susan George, Aminata Traoré, Naomi Klein, Gus Massiah o Éric Toussaint hasta otros menos conocidos como Esther Vivas, Fatma Alloo, Olivier Bonfond, Phumi Mtetwa, Christophe Ventura… Aquí, en la Universidad Cheick Anta Diop se concentran todos. Al alcance de cualquiera. Y trabajan. No se da abasto con tanto debate. Se les ve acelerados, cubiertos de sudor y polvo, de mesa en mesa, comprometidos, mostrando sus propuestas, aquello en lo que creen (o lo parece). Ofrecen un delicioso festín alternativo que sabe a pacifismo, derechos humanos, igualdad, soberanía alimentaria, medio ambiente, infancia, indígenas, condonación de deuda, lucha contra la pobreza, sostenibilidad, salud, feminismo, inmigración, calidad democrática… Pero la mayoría no son ni famosos ni grupales. Personas anónimas (que han mostrado su peso en varias ocasiones: sobre todo contra la guerra de Irak, 15 millones en la calle) dispuestas a compartir deseos de cambio más o menos radical. “Me represento a mí misma”, nos dirá la argentina Marcella Guerci, antropóloga, docente, habitante de la “ciudad intermedia y minera de Olavarria”. Viene sola: “Busco preguntas y respuestas”. Un modelo de participante esponja. Abunda. Pero no tanto como el turista oenegero ocasional, una plaga.

Otra tipología: colegas curtidos en estos foros que acuden con colegas porque creen en el cambio. Como los españoles Pablo Ascasíbar, topógrafo, y su amigo Felipe Martínez, ingeniero de montes, que son lo alternativo hecho carne. Veinteañeros. Geniales. Con un discurso tan hilado que muchos quisieran. No se les escapa una sobre la política de este mundo. Prototipos. ¿Será por eso que la izquierda cada vez los valora más? Tendentes a la abstención, con ir o no a votar, pueden tumbar elecciones.

A Martínez, la conciencia social le rezuma en cuanto abre la boca. Y hasta se lee en su camiseta: “Contra la intolerancia de los ricos, la intransigencia de los pobres”. Tome nota: la filosofía antisistema se tiende a exponer en la espalda y el torso, cerca del corazón. Y si no es una consigna será la marca de la casa. He aquí el top ten de lo más vestido en el FSM celebrado en la universidad de Dakar: el verde intenso de La Vía Campesina (una organización poderosísima y muy femenina que representa a 200 millones de personas), las variadas de la Asociación por la Tasación de las Transacciones Financieras y de Ayuda a los Ciudadanos (ATTAC), las oscuras del Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (CADTM), otras de Jubileo Sur, Movimiento por la Paz… Cientos. El sector tiene aquí un filón. Una, amarilla, causa perplejidad: “¿Dónde está nuestro oro?”. Aún me lo planteo.

Pero nada igual a los vestidos de las participantes de la Marcha Mundial de las Mujeres, idénticos o no, según el lugar y país del que proceden, que llegan a grabar sus lemas y hasta sus candidatos (en elecciones) en las propias telas. Orgullosas de sí, las de Mali, por ejemplo, arremolinadas junto a Aminata Traoré, un ciclón, ex ministra de Cultura en su país, causan expectación donde van. “Hoy no podemos hablar”, dice la autora de un libro de referencia, África humillada. “Vamos a un acto en Pikine, donde madres de desaparecidos en el mar están haciendo un gran trabajo con otros jóvenes para evitar que marchen”. Los actos de las mujeres (en la carpa roja de la universidad o en el stand de las pescadoras) destilan un poderío especial.

Todos caben en el FSM. Es asambleario y libre. Tiene sus bases: 1. El rechazo del actual sistema económico, político y medioambiental, con sus secuelas de explotación, racismo, sexismo y destrucción del planeta, y la búsqueda y puesta en práctica de procesos, acciones y formas de vida alternativos. 2. La horizontalidad de funcionamiento. 3. El convencimiento de que es necesario aglutinar esfuerzos y converger en la acción desde el respeto a la diversidad… Y su carta de principios (ver www.fsm2011.org) indica que es un espacio abierto, de debate democrático… Que sus alternativas se contraponen “a un proceso de globalización dirigido por grandes multinacionales y gobiernos e instituciones que sirven a sus intereses…”.

Queda dicho. Y más: el FSM no toma decisiones. Entonces, ¿qué aporta a la mejora del mundo?, puede usted preguntar con razón. Ah, no es que sea de estructura horizontal, sino en forma de globo. Visualice una cebolla. Ábrala. Observe sus aros. Eso es el FSM. Un corazón y muchas capas alrededor: grupos, asambleas, foros paralelos de toda condición. En Dakar coinciden ahora el Foro de la Teología de la Liberación, el de los Pueblos sin Estado, de las Migraciones, de la Democracia y las Ciencias, de la Deuda y la Pobreza, de los Gobiernos Locales, Foro Mundial de Alternativas… Y una veintena de asambleas que sí deciden. Y mucho: la mayor de ellas es la de los movimientos sociales (AMS). En ella habla y propone quien desee. Ahora mismo Olivier Bonfond y el tunecino Fathi Chamkhi, exultante con lo sucedido en su país, llaman a la acción conjunta y puntual. Otros se desvían de esa línea.

“Siempre igual, proponemos acción y otros suavizan…”, dice Bonfond, belga, que llegó al activismo a través de Toussaint, fascinado por el modo de hacer y las razones del CADTM. “Afirmamos que los pueblos no debemos seguir pagando por esta crisis sistémica y que no hay salida de ella dentro del sistema capitalista”, consensuará la AMS. El primer día se celebra la marcha inaugural. Representa un antes y un después en el FSM 2011. Porque a partir de ese primer día, la piel de los blancos que andan por las calles de la capital senegalesa ya no será tal. Será roja. Cinco horas bajo un sol de justicia y revolución.

Puro carnaval. Salvo para los saharauis que sufren el acoso de algunos marroquíes y tienen que pedir protección. Senegaleses de dos cuerpos los rodean. El boicoteo continuará y generará protestas oficiales. El Sáhara, esa espina. Desfila gente llegada de Japón, Brasil, Congo, India o Canadá. Desfilan los miembros de las caravanas continentales, gran éxito de este foro. Preparadas desde hace meses han llegado desde Norte, Sur y Este de África, sumando gente en cada parada: la Marcha Mundial de las Mujeres cargada de historias de discriminación, los grupos múltiples de La Vía Campesina con sus denuncias por la venta ilegal de tierras o la subida de alimentos; los estudiantes de escuelas que cierran; las madres de pescadores que ya no pescan… Los de ATTAC TV graban todo a conciencia. El cámara, el argentino Gonzalo Miranda, es forero a considerar: practica eso que muchos aquí (no todos) llevan a la práctica cotidiana: decrecimiento. Vive de forma austera, se ha desprendido de lo innecesario, ha trabajado aquí y allá para conseguir las cámaras con las que ahora mismo graba al pope del altermundialismo, Gus Massiah. Este borda el discurso del FSM en un pispás: “Los pronósticos de los primeros foros han sido validados por la realidad. Y nuestras propuestas tienen más sentido que nunca: controlar las finanzas, implantar una tasa a los movimientos financieros, hacer desaparecer los paraísos fiscales, distribuir la riqueza…”. Para Massiah, la crisis actual es social, ideológica, geopolítica y ecológica. Urge detener las cuatro: “Creemos que el sistema capitalista mismo se debe revisar y no ya solo atajar los excesos del liberalismo; eso ya se ha quedado corto”. Un salto de fase en el FSM.

Los miembros de Valencia de ATTAC son nuestros anfitriones en el territorio FSM. Muy activos. Generosos. Dada la extensión del campus, nos llaman por teléfono para avisar por donde está tal o cual personaje que deseamos fotografiar. Y, de paso, nos aclaran cosas.

Cómo el porqué de sus reservas ante el término “antiglobalización”. Precisan: “Somos antiglobalización con las corporaciones, no con las personas, preferimos los términos antisistema o altermundialistas”. Ay, la terminología… ¿No sería mejor en positivo? Planetarios, globalizadores humanistas… Desvelan que el activismo de base está creciendo en los últimos tiempos. “Nuestros socios se han doblado en apenas unos meses…”. Y no les sucede solo ellos. ¿Será que la indignación crece? Quizá al calor de ese librito superventas, Indignaos, de Stéphane Hessel, miembro de la resistencia francesa, que participó en la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 y llama a la acción a los jóvenes de hoy. Curioso que un nonagenario tenga que hacer tal cosa en Europa.

Además, la Tasa Tobin (y/o Robin Hood, ITF) ha vuelto a la actualidad de mano de políticos de postín. “Las alianzas son necesarias. Sobre los impuestos financieros nos hemos asociado con los sindicatos y otras organizaciones. Tratamos de federar el mundo sindical, el asistencial, el asociativo, el ecológico. Es la pista correcta, nadie puede ganar solo. Hay países que quieren aplicarlo y deben empezar ya. No hay que esperar a otros”, comenta Susan George, estadounidense, clásica y austera en el vestir, incansable, mientras se atusa el pelo en un anfiteatro repleto de latinos y mujeres multicolor venidas de Casamance (Senegal) sentada en una mesa redonda junto al antaño activista y ahora embajador de Bolivia en la ONU, Pablo Solon (otro forero atípico): “Se trata de actuar desde donde te encuentres, donde quiera que sea. No soy Excelencia, soy gente común”.

Pero el escepticismo sobre los cambios no solo hace mella en mí. Muchos no creen en milagros. “También se planteó hace tiempo el cierre de los paraísos fiscales, con Obama de acuerdo, y nada. Y esto del impuesto lo mencionan y… se olvidan. Tiene que haber una voluntad política firme y no creo que sea el caso”, comenta Gonzalo. Estos chicos se implican, creen en lo que hacen (vean sus vídeos en www.attac.tv con sus conclusiones sobre el FSM en Dakar). “Es momento de pasar a la acción, no quedarnos sólo en el territorio de las ideas”, comenta el farmacéutico, Carles Esteve, quien en un momento dado, sin más, me suelta: “Ser periodista concienciada debe de ser duro”. Quedo tocada con la reflexión. ¿Soy concienciada? Lo voy a meditar. Otro de ellos rechaza nuestra invitación a ser fotografiado y dice: “Yo no tengo interés en salir en una foto en ELPAÍS”. Vale. Tocada y hundida. Los grandes grupos de comunicación son rechazados por gran parte de la base del movimiento antisistema. ¿Por qué? ¿Que hacemos mal? Sondeamos a Felipe, la conciencia forera: “Por la acumulación de medios, por el modo prepotente de informar tan procapitalista; por el modo de tratar, unilateral, asuntos de Cuba, Venezuela o Bolivia; por el modo de tratarnos a nosotros como si fuéramos terroristas…”. ¡Vaya, para no leerlo, lo conoce bien… y juraría que hasta el lema de su camiseta ha mutado con su discurso! Como en las T-shirts, el espíritu del FSM también se expresa, con literatura densa y burocrática, en abundantes folletos y en pancartas que dan que pensar: Una: “Países en desarrollo llamamos a los países arrollados por el desarrollo ajeno”. Dos: “El G-20 es ilegítimo. ¿Dónde está el G-172?”. Todos muestran bien por dónde van sus intereses. Si todos los eslóganes lanzados al viento en esta marcha en África subsahariana se cumplieran, el mundo sería en verdad mejor.

En el FSM 2011 se han organizado tres días de actividad (des)organizada. El primero está dedicado a África. Y es una pena. Se pierde casi todo. Porque la organización es un caos en las salas y carpas montadas. Por partes. Caos de programación: conseguirla es el botín más preciado. Imposible encontrar nada ni a nadie: vas tras Naomi Klein y hallas a Samin Amin; tras Chico Whitaker y te topas con sindicalistas españoles hablando de derechos laborales de los sinpapeles… Y nace un nuevo género artístico: el postit’ivismo, carteles caligrafiados y pegados en cualquier lugar anunciando cambios de hora o salas.

Caos tecnológico: no funcionan los micrófonos, para horror de los sufridos traductores voluntarios, un centenar, entre los que está la Paz Vega del gremio (es igualita, Alejandra G. Patón). El que domina idiomas es rey. El más grande, Manuel Manonelles, director de Ubuntu, que traduce a capella y de tirón al español, francés, inglés… Y los voluntarios senegaleses dispuestos a orientar, como nada saben, nada orientan. Así que, a falta de ocupación: interacción. No solo taxistas y comerciantes hacen su agosto, hay otros territorios más íntimos donde el intercambio es mundial.

El peor, el caos espacial: el Gobierno senegalés cambió al rector de la universidad a última hora y el nuevo hace borrón y cuenta nueva. No cede ni la mitad de espacios comprometidos para los actos. Así, se improvisan tiendas en plan nómada, coloridas, sí, tan precarias que se desarman con el viento. Y hay cierto hacinamiento: además de los participantes llegan los comerciantes y ocupan cada metro del campus susceptible de ser pisado por un extranjero.

Collares, telas y bolsos amenazan con dejar las ideas altermundialistas en segundo plano. Pero no, el caos se reorienta mágicamente en la tercera jornada y el activista resiste la presión mercantil: la asistencia es multitudinaria.

Y, con tanto deambular, acabas encontrando foreros una y otra vez en los recorridos. A Toussaint, el CADTM, explicando lo que puede significar congelar la deuda para el futuro de muchos países; a Manonelles, de Ubuntu, cargado de iniciativas; a los activistas nigerianos contando los escándalos de las petroleras en su país que han destrozado el delta del Niger; a Chamkhi, de ATTAC, hablando de revoluciones democráticas futuras; a Samin Amin, siempre tranquilo, siempre fumando sus puros… Se hacen amigos. La que más vemos: Esther Vivas, del CADTM, una pura hormiga de la observación. Omnipresente. “El perfil general del FSM en Dakar ha sido combativo”, dirá. Léanla en su web (esthervivas.wordpress.com).

“Todo forma parte de la experiencia. Hace foro. Siempre hay dificultades”, me tranquiliza el fundador Oded Grajew, presidente del Instituto Ethos de Empresas con Responsabilidad Social, al contarle los inconvenientes. Tiene 67 años, mirada clara y piel transparente. Forma parte de una mesa interesante. Hay tantas programadas que sería imposible citarlas. Elijo solo tres. Primera. Esta del Grupo de Reflexión y Apoyo al Proceso (GRAP) del FSM: Principios para un nuevo paradigma de civilización se titula. “Nunca antes se habían producido tantos bienes materiales, nunca hubo tanto alimento, tanta tecnología, y nunca antes la injusticia fue tan desproporcionada”, se oye en la sala. El brasileño Rubens Born, fundador del instituto Vitae Civilis, dice: “Cada día que participamos en este foro mueren 6.000 personas de diarrea en el mundo, y eso no forma parte de ninguna agenda global”.

Cosas así. Pequeñas. En boca de Susan, Oded, Boaventura de Sousa, Carles Riera, João Whitaker… Plantean quejas y ofrecen propuestas: decrecimiento en el Norte de bienes que persiguen la riqueza y fomento de los bienes comunes como salud, nutrición, educación; poner en cuestión el modelo de relaciones sociales, ir hacia la civilización del cuidado; un tribunal de deuda climática; trabajar sobre entornos urbanos que venden sueños de una vida mejor cuando la mayoría ofrecen miseria; más respeto a la Tierra madre… “Hay que descolonizar cabezas y saberes, solucionar los problemas con humildad”, opina Chico Whitaker.

El FSM es una cura de rejuvenecimiento, como volver 30 años atrás: cuando la gente creía en algo o en otros; escuchaba a la izquierda cuando estaba sana y no “degenerativa”, cuando no producía ese rechazo que provoca hoy, “producto de sus múltiples concesiones al sistema”. Lo escribe Boaventura de Sousa, sociólogo: “Los últimos 30 o 40 años del pasado siglo pueden considerarse años de crisis degenerativa del pensamiento y de la práctica de la izquierda global”. Un tiempo aquel en el que el común de los mortales (de izquierda) soñaba con un mundo más justo… Ahora eso solo pasa en el Sur, opinan aquí. El Norte está KO.

Además del hiperconsumo y el hipercapitalismo, en palabras de la pedagoga María Novo (UNED), sufrimos el síndrome NTD (Nos Tienen Distraídos). Lo comenta Federico Mayor Zaragoza, ex director de la Unesco y promotor de Ubuntu, palabra suahili que significa ‘existo porque tú existes’, que es el Foro Mundial de Redes de la Sociedad Civil (de la Universidad Politécnica de Cataluña), que, entre otras, anda en campaña para “una profunda reforma del sistema de instituciones internacionales” que permita la participación directa de los ciudadanos en la toma de decisiones. Su entusiasmo es contagioso. “Comienza la insurgencia ciudadana en el mundo”, vaticina. Y en la segunda mesa elegida (Hacia un nuevo modelo de gobernanza global, con la participación de Óscar Ugarteche, de la Universidad de México, entre otros) expone la paradoja de la tecnología última y cuestiona nuestra condición: somos screenpeople, pasivos, dejamos que otros actúen mientras miramos. “Pero jamás la información ha sido tan libre, tan fluida y global como ahora… Decimos aquí de forma pacífica que no hay futuro si no se cambia la tecnología para cambiar las condiciones medioambientales”. Ugarteche informa: “Por primera vez, en Davos se ha reconocido que entramos en un mundo incierto y distinto, y aunque ellos no se responsabilizan del daño causado por el modelo económico imperante, sí aceptan el tamaño del problema. Ahora ya lo sabemos: otro mundo no solo es posible, sino que es urgente y necesario”.

Tercera mención. Uno de los grupos más visibles es La Vía Campesina. Que no se quedan en lo rural, ni mucho menos. Su carpa es verde y animada. Impulsan con vehemencia su campaña contra el acaparamiento de tierras, el control de los recursos naturales y la cadena agroalimentaria, desde las semillas hasta los mercados. Reclaman una reforma agraria integral y el reconocimiento de una Declaración de Derechos Campesinos de la ONU. Dolores Sales, que se arregla coqueta para la foto, treintañera y guatemalteca, explica cómo en su comunidad, donde hay caña de azúcar, café o banano, la gente muere de hambre por falta de acceso a la tierra. “Nuestros intereses tienen que ver con el derecho a la alimentación, son de todos. Por eso hay que trabajar en una consulta mundial sobre la crisis climática y los derechos planetarios de la madre Tierra en 2012”.

Todo se debate aquí. También el futuro del FSM y su relación con el poder, esa patata caliente. Para muchos, el tiempo ha mutado en esta década y es momento de crear un espacio de alianzas con actores políticos… Y varios caminos posibles se plantean para el propio movimiento antisistema: el posaltermundialismo, trabajar mano a mano con los gobiernos progresistas existentes; el famoso New Green Deal, en el que los gobiernos asumirían, además del control del mundo financiero y la nacionalización de la banca, una reconversión hacia una nueva economía de bajo carbono, con eficiencia energética, energías renovables… Y tercero (defendido por los más puristas): romper con el capitalismo. Para estos, “lo único que puede salvar el planeta y salvarnos a todos, alcanzar la justicia global y ese otro mundo posible”.

Llega el fin. Muchas imágenes y escenas sugerentes (esos activistas prosaharauis de Cataluña sentados en la carpa marroquí con la foto de Mohamed VI sobre sus cabezas, los largos paseos en busca de lavabos o conexión a Internet en visita turística por las facultades, los conciertos en la avenida principal y las ruedas de prensa…), mucho contenido y mucha energía. Se reúnen las asambleas (una veintena) y elaboran sus conclusiones. “Este Foro ha sido el de África, el de las revoluciones democráticas, el de la mujer”, dice Carlos Martínez, presidente de ATTAC. Sustanciosa será la declaración de la AMS. Tres mil personas en el anfiteatro dispuestas a demostrar lo que significa entusiasmo. Raperos senegaleses abren fuego cantando al futuro de África, antes de convocar dos fechas de acción: el 20 de marzo, día mundial de solidaridad con el levantamiento del pueblo árabe y africano, y el 12 de octubre, contra el capitalismo. Hay muchas más. Especial es la Carta Mundial de Mujeres para la Humanidad: “Declaramos que la paz es mucho más que la ausencia de la guerra, es el cumplimiento y el respeto de todos nuestros derechos como habitantes del planeta”.

Ya avisé, me siento antisistema… En el avión de regreso me descubro repasando los temas pendientes para el siguiente Foro (en Río), que será grande: el papel de los bancos y las transnacionales, la manipulación política e ideológica, la privatización de la vida, el capitalismo verde….

¿Uf, habré dejado de ser screenpeople? Es igual. Tras todo lo visto y vivido, lo que traemos son cientos de preguntas y respuestas. Y esa sugerencia que una mano anónima escribió en un grafiti un buen día: “Señoras y señores, dejemos el pesimismo para tiempo mejores”.

*Fotografías de Sofía Moro.

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