‘Masterchef’ en casa

Esther Vivas | El Periódico

Los talent show de cocina se han consolidado como un éxito de audiencia, especialmente ‘Masterchef’ que ya prepara su quinta edición y ‘Top Chef’ que empieza su cuarta temporada en Antena3. Los realities de cocina triunfan, pero ¿cuáles son las claves del éxito? ¿Han cambiado la manera de relacionarnos con la comida? ¿Nos enseñan a alimentarnos mejor?

Un grupo de cocineros, amateurs o profesionales, un jurado implacable, unas pruebas de vértigo y el carisma de los concursantes son algunos de los ingredientes esenciales de este formato. Sin embargo, a pesar del glamour de sus platos, los reality shows culinarios son el Mc Donalds de la televisión. Una receta estándar que tiene el éxito asegurado ya sea en Gran Bretaña, Chile, Pakistán, Estados Unidos, Indonesia o el Estado español. No lo olvidemos, la inmensa mayoría de los realities de cocina son importados. ‘Masterchef’ triunfa en más de cuarenta países y ‘Top Chef’ en otros veinte. Se trata de un producto precocinado que tiene muy poco de original.

Un arte de seducción

Nos encanta la cocina como “espectáculo”, ya sea mirarla por televisión o lucirnos ante amistades y familiares en casa. Cocinar se ha convertido en un arte de seducción, público o privado. La gran diferencia está en que mientras el primero lo mueven las audiencias y el share, el segundo, como dice el periodista estadounidense Michael Pollan en su bestseller ‘Cocinar’, consiste en “un acto de generosidad y amor”. El negocio con los sentimientos tampoco escapa a los fogones.

Sin embargo, la cocina como acto cotidiano parece no tener espacio en la sociedad actual. Nuestros horarios acostumbran a ser incompatibles con la vida personal y familiar, sin tiempo para cuidar y cuidarnos. No lo consideramos importante. Comemos muchas veces solos, rápido y mal, y luego vamos en el mejor de los casos corriendo al gimnasio o en el peor al médico.

No apreciamos la cocina diaria e invisible, pero fundamental para alimentarnos de una manera sana y saludable. Una tarea que por más que el tiempo pase continua en manos de las mujeres. Lo señala la última Encuesta de Empleo del Tiempo 2009-2010 del Instituto Nacional de Estadística (INE): en el Estado español un 80% de las mujeres son las que cocinan en los hogares, frente al 46% de los hombres. Y cuando éstas se ponen al mando le dedican más tiempo, 1 hora 44 minutos al día frente los 55 minutos de ellos. Dar valor, y visibilidad, al acto de comer pasa por colocar los cuidados en el centro de nuestras vidas y hacernos corresponsables, en este caso, de cocinar, seamos mujeres u hombres.

Paradojas de la alimentación

El éxito de los talent show culinarios son un buen ejemplo de nuestra relación ambivalente con la cocina. Las audiencias arrasan con el espectáculo mientras abandonamos cotidianamente ollas y paellas. Nunca como ahora nos hemos interesado tanto por la comida, a la vez que hemos comido tan mal. Se ha generalizado el consumo de alimentos altamente procesados, con mucha sal, azúcar y grasas saturadas, con los consiguientes problemas para el organismo. El consumo de azúcar diario en el Estado español asciende a unas 20 cucharillas al día, uno de los más altos en Europa, según datos de la Organización Mundial de la Salud, mientras que la misma institución señala que lo ideal sería ingerir unas 6 cucharillas y un máximo de 12. Hemos dejado en manos de terceros nuestra alimentación cotidiana. La comida, como tantas otras cosas, se nos ha escapado de las manos.

De hecho según la Encuesta Europea de Salud en España del 2014, elaborada por el INE, las enfermedades crónicas de salud más frecuentes son la hipertensión arterial, los dolores lumbares y el colesterol elevado, la primera y la tercera con una relación directa con lo que comemos. Los problemas de sobrepeso y obesidad son otra de las consecuencias de nuestro “mal comer”. El sobrepeso afecta a un 53% de la población adulta, mientras que la obesidad a un 17%, según el INE. A menos recursos económicos, más posibilidades de padecerla, y la crisis no ha hecho sino agudizar la tendencia. Los realities de cocina ni enseñan ni ayudan a comer mejor. Algunos incluso como Deja sitio para el postre, emitido el 2014 en Cuatro, empujan en la dirección contraria.

Los talent show entre fogones a menudo nos alejan de qué y cómo comer, son puro espectáculo. La cocina invisible de cada día es la que debería despertar auténtica pasión. Amarla significa cuidarnos. No se trata de buscar un ‘masterchef’ en la tele sino de reconocerlo, a ella o a él, en el trabajo cotidiano de cocinar en casa.

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