Mirar la maternidad desde la empatía

Una reseña del libro ‘Mamá desobediente’

Irma Gallo | Reporte Sexto Piso

Cuando recibí el libro más reciente de Esther Vivas (Sabadell, 1975), Mamá desobediente. Una mirada feminista a la maternidad (Ediciones Godot, 2021), lo primero que pensé fue: «Otro libro que pretende decirnos cómo asumir y ejercer la maternidad».

Mis prejuicios podrían haberse traducido en la pregunta: «¿Qué más, y de qué manera, se puede escribir con un enfoque original respecto a este tema?».

El año pasado —es curioso: en coincidencia con el inicio y el recrudecimiento de la pandemia por el sars Covid19—, los libros con temas relacionados a la maternidad volvieron a ocupar cada vez más espacios en las discusiones y en los estantes de las librerías. Mi Profesión: mamá (Vergara, 2014) salió cuando escribir sobre maternidad y trabajo se equiparaba casi casi a hacer un libro de autoayuda; en contraposición, y afortunadamente, a partir de la publicación del ensayo Linea nigra (Almadía, 2020) de Jazmina Barrera, la novela La hija única (Anagrama, 2020) de Guadalupe Nettel, o el ensayo-testimonio Cuando las mujeres fueron pájaros (Ediciones Antílope, 2020) de Terry Tempest Williams, solo por poner algunos ejemplos, volvimos a pensar en la maternidad como un fenómeno que rebasa la esfera de lo privado y de lo que atañe solo a las mujeres, para colocarlo en el espacio de la reflexión pública y colectiva.

Mis estúpidos prejuicios, continúo, me empujaron a arrumbar el ejemplar de Mamá desobediente en una esquina, en un gesto, reconozco, de apatía pedante.

Aquí debo hacer una segunda confesión: si no fuera porque la propia Esther Vivas me escribió un mensaje privado de Twitter en el que me decía que era una pena que yo había tenido que cancelar la entrevista que iba a hacerle, que ojalá la pudiéramos reprogramar, quizá nunca me hubiera animado a abrir el libro y darme la oportunidad de leerlo.

Y ahora estoy segura de que si así hubiera sido, me habría perdido de mucho. Mamá desobediente no es una colección de datos, afirmaciones y máximas de una experta que presume sus conocimientos a un montón de lectoras anónimas, sino la voz de una mujer que ha vivido la experiencia de ser madre y lo comparte desde las entrañas: los muchos intentos por embarazarse (desde los treinta y cuatro hasta los treinta y nueve años de edad); la decisión de parir, aunque fuera muerta, a su segunda hija, que se había gestado con una malformación; la de tener a su hijo en casa, de amamantarlo y renunciar a las fórmulas lácteas, así como de utilizar pañales lavables, entre muchas otras más.

Pero tampoco quiero que se entienda que este libro carece de músculo teórico. Por el contrario: se trata de un trabajo escrito con todo el rigor académico (que no con el lenguaje críptico propio de algunos textos de ese tipo, no se asusten). Un libro ampliamente documentado y sustentado. Por ejemplo, dado que el subtítulo es «Una mirada feminista a la maternidad», Vivas hace un recorrido histórico en el que revisa las distintas olas del movimiento para entender por qué muchas feministas en la actualidad no solo rechazan ser madres, sino que reniegan de las que sí lo son. Así lo explica: «La maternidad ha sido un tema incómodo para el feminismo. El binomio “mujer-madre” impuesto por el patriarcado ha hecho que una parte muy significativa del feminismo rechazara la maternidad, la negara, la obviara, la menospreciara».

Ahora bien, la autora advierte que no todas las formas de maternar son como la que el patriarcado ha impuesto a lo largo de la historia; el capitalismo también ha hecho de las suyas (en complicidad, por supuesto, con su gran aliado histórico: el patriarcado). En la entrevista que por fin le hice, me dijo que ahora la exigencia a quienes decidimos ser madres es la de convertirnos en superwomen:

En la actualidad, tenemos que ser la madre abnegada, sacrificada, sin vida propia, sin otros intereses más allá de la crianza. En definitiva, un ideal de madre que viene muy determinado por un sistema patriarcal que nos quiere calladas y encerradas en casa, y a cargo de la familia, los hijos y el marido. Pero al mismo tiempo, este ideal tradicional hoy en día se conjuga con un ideal de maternidad supeditado a los intereses del mercado; un ideal neoliberal, podríamos llamarle. Es decir, hoy tenemos que ser la madre sacrificada de siempre que ya fueron nuestras abuelas, pero al mismo tiempo tenemos que ser la súper mami que llega a todo, con un cuerpo perfecto, que siempre está disponible para el empleo, que nunca se equivoca, y así se construye el ideal moderno de maternidad: ese mito de la buena madre y de la madre perfecta. Pero se trata de un ideal que es tóxico, que es indeseable, que es inasumible porque nos genera mucha insatisfacción a las mujeres que tenemos hijos, porque sentimos culpa al no llegar a ser esa madre fantástica que se supone que tenemos que ser.

La propuesta que cruza el libro de Esther Vivas, pues, se opone a estas imposiciones absurdas. Así lo escribe: «Para mí, una mamá feminista es una mamá desobediente, insumisa, rebelde, una mamá que no es objeto pasivo sino sujeto activo, que se rebela tanto contra la maternidad patriarcal como contra la maternidad neoliberal, pero no renuncia a vivir la experiencia materna». Y más adelante, la aclara un poco más:

Una nueva generación de mujeres y madres, seguramente más libres de prejuicios que las anteriores, reivindicamos la visibilidad y el reconocimiento de un trabajo que han venido realizando las mujeres desde antaño. No consiste en una nueva ofensiva del patriarcado, como algunas feministas han señalado, sino en una toma de conciencia de cómo unas prácticas tan relevantes para las sociedades humanas, como gestar, parir, lactar y criar, han sido relegadas a los márgenes…

Mamá desobediente surge, según su autora, de una necesidad de valorar y visibilizar la maternidad desde la óptica de una responsabilidad colectiva «en el marco de un proyecto social emancipador». Y la construcción de este proyecto social emancipador atraviesa necesariamente por la enunciación de otros aspectos que juegan en contra de una experiencia plena de la maternidad: el intento de las transnacionales alimentarias de imponer la fórmula como alternativa supuestamente igual de saludable que la leche materna; la imposición de cesáreas innecesarias y demás ejemplos de violencia obstétrica; los ridículos permisos por maternidad que otorgan las legislaciones de muchos países —por no hablar de las condiciones laborales cada vez más precarias de muchas madres que ni siquiera cuentan con seguridad social y para quienes, por lo tanto, estos permisos están sujetos a la «buena voluntad» de los empleadores—; la cultura del adultocentrismo, en la que las necesidades y deseos de niñas y niños no valen (por ejemplo, los restaurantes y hoteles que prohíben la entrada a los pequeños).

Estos son solo algunos de los temas que Esther Vivas desarrolla en Mamá desobediente, en muchos casos aderezados por su experiencia, narrada en primera persona, de forma honesta y sin sentimentalismos. Hago esta aclaración por si alguien pudiera pensar que este libro camina en una cuerda floja entre lo académico y lo cursi; de ninguna manera: al enunciar estas circunstancias que juegan en contra de una maternidad deseable, de responsabilidad y participación colectiva, anticapitalista, antipatriarcal y ecologista, la autora no deja de poner en el centro a las mujeres más pobres y a las racializadas, contra las cuales se ejerce más frecuentemente la violencia obstétrica y la esterilización forzada, contra quienes el mercado dirige las estrategias más agresivas para vender sus productos y a quienes impone las condiciones laborales más injustas e incompatibles con la maternidad.

Mamá desobediente, de Esther Vivas, es un libro indispensable para las mujeres que son madres, pero también para quienes no lo son, no quieren serlo y han renegado de las que apostaron por serlo; para los hombres, para el personal médico, para los maestros, para los tomadores de decisiones en los ámbitos legislativo y alimentario; en resumen, para todos aquellos que soñamos con que es posible construir una sociedad más empática, más libre y más igualitaria.

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