“Solo el feminismo puede defender los derechos de las madres”

María Jagoe | C5N

La socióloga española, Esther Vivas, autora del best seller “Mamá desobediente”, reivindica la maternidad como una responsabilidad colectiva frente a un sistema que “boicotea nuestra experiencia materna y nos violenta”.

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A través del contenido que genera en redes sociales y en su newsletter, Vivas creó una comunidad de madres alrededor del mundo bajo la premisa de que las tareas de cuidado deben entenderse como una responsabilidad colectiva y no individual, un desafío en sociedades que muchas veces son hostiles a la crianza.

“Hay que reivindicar una maternidad feminista donde las mujeres podamos decidir sobre nuestro cuerpo; donde nuestra experiencia no venga atravesada por el abuso, la violencia y la discriminación. Que sea una tarea visible, valorada, reconocida, y que sea considerada una responsabilidad de todos”, destacó.

Esta es la primera vez que la autora visita la Argentina desde que Ediciones Godot publicó su best seller en 2020, en coincidencia con el Día Internacional de la Lucha contra la Violencia hacia la Mujer, para brindar una serie de charlas sobre maternidad, feminismo, violencia obstétrica, parto y lactancia, temas que abordó en diálogo con C5N.

Periodista: ¿Qué implica tener una mirada feminista de la maternidad?

Esther Vivas: Históricamente a las mujeres nos han impuesto la maternidad como mandato, un determinado modelo de maternidad donde teníamos que ser madres abnegadas, sacrificadas. Y al mismo tiempo, hoy en día, madres productivas. Una maternidad feminista busca romper con esto, reivindicar que la maternidad debe ser una libre elección y que, más allá de madres, las mujeres que tenemos hijos somos muchas otras cosas. Reivindica la autonomía de la mujer a la hora de decidir sobre este proceso y también es una crítica al modelo de maternidad romantizada que nos han impuesto. Al mismo tiempo, una maternidad feminista reivindica que es una responsabilidad de todos: mujeres, hombres y la sociedad en general.

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P: ¿La maternidad feminista va de la mano con el derecho a la interrupción del embarazo?

EV: El derecho al aborto es la premisa imprescindible para tener una maternidad libre, decidida y no impuesta. Sin derecho al aborto, ¿cómo voy a poder decidir si tener hijos e hijas o no tenerlos? El feminismo, de hecho, debe reconciliarse con la maternidad. Es cierto que históricamente ha sido un mandato patriarcal, un ideal de maternidad con el que hay que acabar, pero esto no implica poner en cuestión la maternidad por sí misma. La maternidad también es fuente de placer, de ambivalencia y contradicción.

Un 80% de las mujeres acabarán siendo mamás a lo largo de su vida. Es una experiencia que deja huella en nuestro cuerpo pero que a menudo viene atravesada por la violencia, la discriminación y el abuso. Si no es el feminismo quien defiende los derechos de las madres, ¿quién lo va a hacer? La maternidad debería ser considerada un tema central de la agenda feminista porque impacta en la vida de muchas mujeres y a menudo de una forma violenta a causa de un sistema que es hostil contra las mujeres, las madres y la infancia; que no permite el cuidado y la crianza, donde estos procesos se tienen que supeditar a lo productivo y lo mercantil.

P: Las redes sociales muestran modelos de maternidad y reproducen consejos de crianza. ¿Se puede pensar que imponen nuevos mandatos?

EV: Cuando hablamos de una manera de criar antagónica al modelo patriarcal y capitalista dominante, no se debe plantear como un nuevo mandato. Al final las madres hacemos lo que podemos en las circunstancias en las cuales nos encontramos. De lo que se trata es de que las madres tengamos acompañamiento y apoyo para poder llevar a cabo esa experiencia materna de una manera que no nos sea violentada, abusada ni discriminada; que se tenga en cuenta nuestro deseo, que se respeten nuestros derechos, algo que habitualmente, por desgracia, no se da en todos los casos. Hay que tener en cuenta que en la maternidad no solo se dan discriminaciones por motivos de género, sino que también la discriminación a menudo se da por cuestiones de clase, raza, identidad de género, orientación sexual, edad. Es decir, en última instancia, hablar de otros modelos de crianza no debería de implicar hablar de nuevos mandatos.

La crianza, como la lactancia y el parto, viene no solo determinada por aquello que yo quiero hacer o quiero llevar a cabo: hay unos condicionantes sociales y económicos que acaban también determinando esta experiencia. No todas las mujeres tienen acceso a un parto respetado y a una lactancia materna satisfactoria. Si tú no llegas al final de mes, si eres una mujer racializada, si eres una mujer lesbiana, vas a tener más números para que se te violente tu experiencia de parto o de lactancia. ¿Cómo vas a amamantar a tu criatura hasta los seis meses en exclusiva, como te recomiendan todas las instancias de salud, si tienes una licencia de maternidad de tres meses y te tienes que reincorporar el trabajo? ¿Qué mujer puede entonces amamantar a su bebé? Aquella que puede tomarse una excedencia de su trabajo, asumida por su cuenta, y por lo tanto tiene una serie de recursos económicos. Al final los condicionantes sociales y económicos son los que acaban determinando hasta qué punto tú vas a poder tener una maternidad más o menos respetada porque, al no haber una serie de derechos garantizados en relación a esta experiencia, lo que debería ser un derecho acaba convirtiéndose en un privilegio.

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P; Dentro de la violencia de género, ¿cuáles son los abusos y discriminaciones que sufren las madres?

EV: La violencia hacia las madres ha sido socialmente normalizada. Se ha considerado que es normal que demos a luz en un contexto donde no se tienen en cuenta nuestros derechos, que se nos juzgue de manera constante y se nos critique, que se nos discrimine en el trabajo porque ya no vamos a ser tan productivas al tener hijos a cargo. Todas estas son violencias y discriminaciones que acabamos normalizando y es fundamental visibilizarlas para cuestionarlas y denunciarlas.

Se ha normalizado una manera de parir que no tiene en cuenta nuestra capacidad de decisión, nuestro deseo, las necesidades de la madre y del bebé, donde tú no puedes opinar, donde no te informan adecuadamente, donde te faltan el respeto. Un parto que tal vez sea inducido sin necesidad o te hagan una cesárea prescindible, donde sufras una episiotomía sin motivo, donde te separen de tu bebé nada más nacer. Todo esto es violencia y es abuso y va a dejar una huella en nuestro cuerpo y también a nivel de nuestra salud mental. Es fundamental denunciar la violencia obstétrica, porque si no la denunciamos no se visibiliza y aquello que no se nombra no existe.

Y del mismo modo podríamos hablar también de otras violencias. Qué pasa con la discriminación laboral en el empleo, que te quedas embarazada y empiezas a ser cuestionada por tus compañeros, por tus jefes; tal vez no tengas ese ascenso que te habían prometido o directamente pierdes el trabajo. Qué pasa con esa violencia vinculada a unas licencias de maternidad de tres meses como las que existen en Argentina, donde cuando tu criatura solo tiene tres meses de vida ya se le debe de llevar a un jardín de infancia y cuando tú aún estás en posparto tienes que volver a trabajar. Qué pasa con el juicio constante que sufrimos, donde constantemente te critican hagas lo que hagas. Toda esta violencia y discriminación que rodea la maternidad hace que se viva con sufrimiento, culpa y malestar cuando debería ser fuente de placer, pero en cambio parecen palabras antagónicas. Esto tiene que ver con un sistema que boicotea nuestra experiencia materna y que nos violenta.

Además, se coloca la responsabilidad del cuidado básicamente en la mamá. Esto es una carga brutal, más allá que es una mentira. La maternidad debería ser considerada una responsabilidad social. Hay que desindividualizar la crianza y el cuidado y considerarlas tareas colectivas, porque todo el mundo debería tener el deber de cuidar y el derecho a ser cuidado. Y aquí radica también la esencia de la maternidad entendida como una tarea que nos debe de implicar en lo colectivo.

P: ¿Cuáles son los desafíos de la maternidad feminista ante la ola de discursos de extrema derecha que cobraron protagonismo en los últimos años?

EV: La paradoja que observamos es que al mismo tiempo que se ha dado una nueva ola feminista muy potente que ha calado socialmente, también ha habido un auge de las formaciones de extrema derecha que ponen en cuestión el discurso feminista y que intentan acabar con todo aquello que ha logrado el feminismo. Ahí está la disputa también, en lo político y en lo social. En la medida en que formaciones de extrema derecha o ultraliberales consiguen el poder o se instalan en las instituciones, legitiman un discurso contrario a los derechos de las mujeres que después se plasma en la calle y legitima la violencia que sufrimos las madres. Por eso la victoria de gobiernos de este perfil es una amenaza a los derechos de las mujeres, de las madres y de la infancia, pero también es una amenaza y un retroceso para el conjunto de la democracia y de la sociedad.

Es fundamental avanzar hacia políticas públicas que garanticen un parto respetado, unas licencias de maternidad mucho más amplias, una lactancia materna que sea satisfactoria. Sin unos condicionantes favorables y que abracen a la maternidad es muy difícil ser madre y es muy difícil también plantearse ser madre. Es necesario garantizar un contexto laboral, social y de acceso a la vivienda que sea digno para todo el mundo.

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