El problema no es la maternidad sino el sentido en que la impone el patriarcado

Esther Vivas | Lamula.pe

La maternidad y todo lo que la rodea, el embarazo, el parto, la lactancia…, son temas que demasiado a menudo quedan invisibilizados en el ámbito doméstico. Se considera que la maternidad es una responsabilidad única de las madres, que cada una de nosotras tenemos que resolver en nuestra vida privada. Sin embargo, la maternidad viene muy condicionada por el contexto social en el que nos encontramos y está atravesada por desigualdades de género, clase y raza. La maternidad es una cuestión política, pública y colectiva, y de eso hablo en el libro Mamá desobediente. Una mirada feminista a la maternidad, publicado recientemente en Perú con la editorial Gafas Moradas.

El ideal materno hoy en día oscila entre la madre sacrificada, al servicio de la familia y las criaturas, y la superwoman, capaz de llegar a todo compaginando empleo y crianza. Las mujeres no solo debemos ser madres sacrificadas como las madres de siempre, sino que tenemos que contar con una vida laboral y pública activa y, por supuesto, con un cuerpo perfecto. La maternidad actualmente sufre una intensificación neoliberal.

Sin embargo, ¿dónde queda la maternidad real? Nuestra cultura se ha basado en silenciar la vida interior de las madres, en particular los aspectos negativos o ambivalentes, pero estos forman parte intrínseca de la maternidad. De aquí que sea tan importante visibilizar lo que significa en realidad el puerperio y la crianza. Las madres tenemos derecho a equivocarnos, a quejarnos, a no llegar a todo y nuestros intereses van más allá de las criaturas que tenemos. Mostrar y reconocer la maternidad real, desenmascarar el ideal de la madre perfecta, generador de culpa y malestar, es el primer paso para reconciliarnos con la experiencia materna y tener una vivencia satisfactoria.

Si tomamos el principio feminista de que lo personal es político, el reto consiste en politizar la maternidad en sentido emancipador. No se trata de idealizar el hecho de ser madre, sino de reconocer su valor social, político y económico, el cual ha sido sistemáticamente negado, y señalar que la maternidad es responsabilidad de todos, de mujeres y hombres, de la sociedad en general.

Institución versus experiencia materna

Ser madre y feminista no parece fácil, pues la maternidad carga con una pesada losa de abnegación, dependencia y culpa, ante la cual las feministas de los años 60 y 70 se rebelaron. Pero este rebelarse terminó con una relación tensa, mal resuelta, con la maternidad al no afrontar los dilemas que esta implicaba, llegando incluso en algunos ámbitos feministas a caer en un cierto discurso antimaternal y antirreproductivo.

Sin embargo hay que diferenciar, como tan bien explicaba la poeta y activista estadounidense Adrienne Rich, a mediados de los años 70, en su libro Nacemos de mujer, entre “la institución maternal” impuesta, generadora de sumisión, y “la experiencia materna”. El desafío, desde una perspectiva feminista, consiste en acabar con la primera y liberar la segunda, lo que implica una confrontación constante con las normas sociales establecidas. El problema no es la maternidad en sí sino el sentido en que la define, la impone y la restringe el patriarcado.

Las madres hemos sido históricamente consideradas objetos pasivos, no sujetos activos con capacidad de decisión. Vernos como personas independientes, con necesidades propias, debe ser parte de la reflexión feminista sobre la maternidad. “Mi cuerpo es mío” también en el embarazo, el parto y la lactancia. No puede ser que la capacidad de decisión de las parturientas se quede en la puerta de entrada de los centros hospitalarios.

Las mujeres conquistamos el derecho a no ser madres, a acabar con la maternidad como destino, ahora debemos poder decidir cómo queremos vivir esta experiencia, al margen de las imposiciones del sistema.

‘Mamá desobediente’

Mamá desobediente es un libro donde cuestiono los ideales de maternidad inasumibles establecidos, al servicio de los intereses del patriarcado y el neoliberalismo, y planteo la necesidad de mirar a la experiencia materna desde una perspectiva feminista. Sacar la maternidad real del armario, con toda su dureza y sus contradicciones, destapando algunos de sus silencios, como la pérdida gestacional o la depresión posparto, son otros objetivos.

En la obra hablo también de las dificultades que enfrentamos hoy las mujeres para ser madres (problemas de infertilidad, conciliación imposible…) así como la compleja relación entre maternidades y feminismos, una relación a replantear. La violencia obstétrica que se da en la atención al parto ocupa un papel central, con datos sobre el alto número de cesáreas, episiotomías o partos instrumentales que se realizan, a menudo de forma innecesaria. Una violencia obstétrica que sitúo en el marco de la violencia de género. El libro concluye con una mirada a la lactancia materna desde el punto de vista de la soberanía alimentaria, los obstáculos sociales y laborales con los que topamos para dar el pecho y los intereses económicos tras la industria de la leche artificial.

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